lunes, 18 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, DONDE SE CUENTA DEL COMITÁN QUE CONTÓ DOÑA LOLITA (tercera parte)

Querida Mariana: ¿seguimos recordando el Comitán de 1948, de la mano de doña Lolita Albores, nuestra amada cronista? Mirá qué escribió: “Las calles eran empedradas en su mayoría. Había también de pura tierra, en lo que se llamaban las orillas de la ciudad, donde estaban las casas de la gente más humilde, todas con huertos frutales, flores, los techos de tejas de barro con soleras que llegan tapando media banqueta, éstas de lajas lustrosas o de piedras en forma de bolas; en sus orillas crecía formando bandas de verdor el zacatito que se mandaba quitar por lo regular en las fiestas patrias. Por estas calles transitaban bestias mulares, caballos y burros cargando carbón, leña, cal, tablas, tejamanil, todo traído para su venta de las rancherías vecinas”. ¡Ah, qué prodigio de síntesis! Basta una lectura atenta para escuchar los sonidos de ese año en el pueblo, la burbuja de aire limpio, resguardada por un cielo azulísimo. Deja bien establecido quiénes transitaban por las calles: bestias mulares, caballos y burros, claro, además de los peatones. Los autos eran escasos. Las calles eran empedradas y de pura tierra, en la orillada. Acá escuchamos con claridad los sonidos argüenderos y alegres de las patas de los animales sobre el empedrado y el paso polvoriento, pero discreto, sobre la calle de tierra. Lo que narra doña Lolita tiene mucha semejanza con lo que Rosario Castellanos escribió al inicio de su novela “Balún Canán”. Rosario dice que el empedrado de las calles es con “piedras pequeñas que se agrupan como los pétalos en la flor”. Pucha, qué prodigiosa imagen. Sólo a la Chayo se le pudo ocurrir comparar un material tan duro, como la piedra, con la suavidad de un pétalo de flor. Dice doña Lolita que: “crecía, formando bandas de verdor, el zacatito que se mandaba quitar por lo regular en las fiestas patrias”. Rosario lo confirma: “Entre sus junturas crece hierba menuda que los indios arrancan con la punta de sus machetes”. Acá escuchamos el sonido del metal contra la piedra. Esos son los sonidos que predominan en ese Comitán que se acerca a la mitad del siglo XX. Doña Lolita dice que las bestias llevan en sus lomos: carbón, leña, cal, tablas y tejamanil. Rosario completa la descripción, además de las bestias mencionadas por doña Lolita, la escritora de relevancia internacional dice que transitan “carretas arrastradas por bueyes soñolientos” y “potros que sacan chispas con los cascos”. ¿Mirás qué fastuoso coro de sonidos, de ruidos, agradables unos y molestos los otros? No hay más. Salvo el maravilloso y encantador coro de voces de las personas que hablan de vos y usan los modismos como quien disfruta un dulce o un chicle. A doña Lolita le faltó mencionar algo que a Rosario no se le pasó: los burros que cargaban barriles con agua. Dice Rosario: “…el trotecillo diligente de los burros que acarrean el agua en barriles de madera”. Sí, con qué claridad escuchamos las patas de los burros sobre el empedrado y el sonido del agua bamboleándose en el interior de los barriles o a la hora que el cargador vierte el agua en la olla de barro que está en el patio o en el sitio. Los recuerdos de las dos amigas: Rosario y Dolores, nos permiten escuchar los sonidos del Comitán de los años cuarenta. No hay ruidos de sirenas, no hay bocinazos, no hay arrancones, cláxones, escapes abiertos de motocicletas o de camionetas. En el Comitán de los años cuarenta, de pronto, se escucha un ocasional rebuzno que es nota alta en medio de los cantos de las aves que se arraciman en los árboles que, orondos y majestuosos, son vigilantes en los sitios de las casas. En el Comitán de 2022, de vez en vez, se ven algunos burros cargando bultos con carbón, leña, abono. Nunca he visto uno que cargue tejamanil, esa maravillosa y delicada caricia de madera. Tampoco se ven a los burros cargando barriles de agua. El agua sigue escaseando, pero ahora la venden en las llamadas pipas. Años después de los cuarenta, también fue costumbre ver a burros llevando sobre sus lomos las famosas gaseositas. Este sonido era particular y rutilante, porque era el choque del cristal contra la madera, con el agregado del baile del agua azucarada. Posdata: doña Lolita, con amorosa entrega, escribió sus recuerdos, esto permite que ahora podamos tener testimonios del Comitán de los años cuarenta.