domingo, 24 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON SUBASTAS

Querida Mariana: no es broma, ¡no! La noticia apareció en el periódico La Jornada, de circulación nacional: subasta de una playera que usó Maradona. No una playera común, ¡no!, la playera que usó como integrante de la selección argentina cuando jugaron contra Inglaterra, en el Mundial de México 1986. En ese juego, Maradona anotó dos goles. Bueno, entiendo que hay personas que se interesan por las prendas que usaron sus ídolos. Hace poco comentamos que una hija del escritor Gabriel García Márquez puso a la venta algunas prendas del ganador del Nobel de Literatura. Lo que rebasó mi capacidad de sorpresa fue el precio inicial de la subasta de la playera: cinco millones de dólares. ¡Cinco millones de dólares! No sé cómo terminará la subasta. ¿Qué precio pagó la persona o institución que se llevó la playera del famoso futbolista? Si en un café, sentado con amigos, uno de estos hubiese contado lo anterior habría pensado que era una soberana broma, increíble. ¡Cinco millones de dólares por un pedazo de tela, talla normal (digo, porque en ese año, el futbolista no tenía la gran panza que tuvo después por tanto exceso)! En mi estupor tomé la calculadora e hice la conversión para que mi mente comprendiera en pesos mexicanos ese exceso en tiempos de pandemia. Redondeé la conversión a veinte pesos por dólar. ¿Cuánto salió? Un millón de dólares igual a veinte millones de pesos; por lo tanto, cinco millones de dólares, ¡cien millones de pesos! Si no lo hubiera leído en La Jornada habría pensado que era una soberana tomadura de pelo. ¿A quién se le ocurre pagar cinco millones de dólares por una camiseta que en el mercado vale, si mucho, veinte mil pesos? En el Internet hallé la oferta de una playera firmada por Maradona y Messi, la pareja de jugadores argentinos más famosos de estos tiempos. Esta playera se vende en ciento cincuenta mil pesos. Es mucho dinero, pero no faltará el fanático que desee conservar esta reliquia. ¿Qué tiene la playera de cien millones de pesos? ¿Firma? ¡No! Y si la tuviera sería sólo la de Maradona. ¿Sudor? Pienso que no. Sin duda que está lavadita. Es un recuerdo de un instante en la vida universal. La subasta de la playera la realiza una famosa casa subastadora. ¿Quién la ganará? ¿Cuánto será el precio final? ¿Se vale este exceso? Vos sabés que no soy apasionado del deporte. Mis intereses son otros, pero respeto las aficiones de los demás. Me gustan los libros y el arte. Disfruto viendo obras de arte en museos. Nunca, ni en mis más alocados sueños, he deseado tener una obra de Picasso o de Modigliani en mi casa. ¡No! No dormiría tranquilo. ¿En dónde colocarán la playera de Maradona? ¿Le harán un nicho especial, blindado y la colocarán en la sala de la residencia del millonario comprador? ¿El coleccionista sentirá el mismo goce que siente el propietario de un Picasso? ¿De verdad? ¡No lo sé! Sólo porque leí la información en un periódico serio es que la creí. Sé que el mundo es mundo por sus excesos, por sus manifestaciones ocasionales que se alejan de toda lógica. ¡Ah, el mundo tan de camisa al revés! Cuando lo comenté con Luis, él se puso la mano en la barbilla al estilo del pensador de Rodin, y en tono irónico, como si fuera un tribuno romano, preguntó: “¿Será que las rayas blancas de este textil son líneas de coca de primera?” La playera en subasta tiene vivos blancos en el cuello y al final de las mangas cortas. Posdata: ¡ah, el mundo y sus excesos! Sí, las grandes subastadoras venden de todo. He visto fotografías de subastas de ropa de mujeres famosas, grandes actrices, los coleccionistas fanáticos compran suéteres, blusas, zapatos que ella usó. ¿Pantaletas? Ah, pues, Alejandro, sé serio. Nunca he visto esa información, pero, en el mercado negro, debe haber ese tipo de subastas. ¿Cómo comprobar que un determinado brasier estuvo en el pechito de la Tetanic? ¡Ah, pues, Alejandro, sé serio!