lunes, 25 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON IMÁGENES

Querida Mariana: ¿nunca has jugado con tu novio a las imágenes? Es un juego muy sencillo, casi simple, pero abre muchas ventanas a la imaginación y permite pasársela bien, requetebién. Se trata de imaginar que uno es un paisaje o un objeto o una situación. Por ejemplo, imaginás que sos un castillo en lo alto de una montaña, rodeado de árboles y un foso para evitar intrusos, pero existe un pasadizo secreto por donde alguien, aventurero sagaz, puede eludir a los guardias y llegar a lo alto de la torre donde está escondido el tesoro. El juego es describir las posibles acciones hasta llegar a obtener la victoria; el juego es como un videojuego sin pantalla, la pantalla es la imaginación de los jugadores. Todo es fruto de la imaginación, todo es platicadito. La palabra es la maravillosa herramienta para el juego. Ah, el juego permite mil variantes, mil sueños, mil posibilidades. Es un juego muy bonito para cuando una pareja está aburrida de la programación en la televisión y ya se agotó ante tanto Tik Tok insulso. ¿Qué hacer ante el fastidio de la vida, si la calle también tiene cara de estropajo? Jugar, jugar en pareja. Paquita dice que ella se siente bien en casa, segura. Dice que estos tiempos exigen que la pareja sea eso: ser pareja; debe acostumbrarse a disfrutar los instantes de vida sin necesidad de estar en manifestaciones o de elegir lugares peligrosos. Paquita dice que ella prepara pastelitos de naranja y un buen termo de café chiapaneco y espera con ansia el momento en que su novio llega (recordá que la Paquita vive con sus papás y una hermana). El novio llega feliz, ven alguna película en la recámara de ella (con la puerta abierta, para que los papás estén tranquilos, por el respeto a la casa paterna, no por otra cosa) y luego leen un rato, ella recostada en los muslos de él (dice que a veces siente que la almohadita se mueve, la primera vez pensó que temblaba, luego se dio cuenta que sí, que había un ligero temblor) y cuando se aburren de la lectura juegan el juego de las imágenes. A veces el novio le dice que es una montaña altísima, con pinos en la falda y nieve en la cima; y ella, entonces se convierte en una experta escaladora, con sus dedos como piolets, comienza el ascenso, descansa en alguna saliente, mira a distancia las demás montañas, el vuelo de algún ave; escucha el rumor del viento azotándose contra las frondas o el salto juguetón del agua que se despeña con alegría en una cascada; continúa el ascenso y cuando llega al pecho del novio sabe que en esa meseta existe una flora inédita. Ella, la experta escaladora, y él, maravillosa montaña, sienten todo lo descrito a través del juego de la palabra. Paquita dice que la primera vez les costó trabajo concentrarse e ir describiendo el ascenso, fue difícil imaginar el paisaje, el sendero lleno de piedras, los manchones de plantas, las sombras de los árboles, los sonidos de los pájaros al saltar de una rama a otra, el río al fondo, los venados que pasaron corriendo en medio de la arboleda, el búho que estaba en una rama, el canto de las chicharras pidiendo agua; más arriba el silencio impactante, el pie resbalando y la mano sosteniéndose de una saliente, el moho de las piedras, el frío glaciar, la bufanda cubriendo el cuello. Ahora, tienen gran experiencia; a veces, Paquita juega a ser poema de Octavio Paz y el novio se convierte en gran lector y un hermeneuta profesional; se pone un gorro árabe y descifra e interpreta cada uno de los versos. Si el verso dice: “Es una calle larga y silenciosa”, el novio camina por esa calle, describe lo que ve, los postigos cerrados, las puertas entreabiertas, los rumores del interior de las casas, las miradas que, como pajaritos, muestran sus caras desde las ventanas. “Es una calle larga…”, ¿qué tan larga? ¿Tan larga como el anhelo? Juegan, siempre juegan. La palabra es la materia principal del juego. Así como para el niño la pelota es esencial para el juego, la palabra se convierte en la brasa para prender la imaginación de los amantes. Posdata: el juego de las imágenes es un juego inteligente, apasionado; siempre entra uno al mismo callejón, pero, al dar dos o tres pasos en esa “calle larga”, aparece el deslumbre, lo nunca imaginado. En ese pasaje hay mil puertas, doscientas mil ventanas, ese pasadizo siempre conduce a un mundo fantástico, donde las horas se vuelven minutos y los minutos se decantan en instantes luminosos. Paquita y su novio juegan, con la puerta abierta, la almohadita tiene ciertos temblores, lo mismo sucede en la parcela de ella. El juego es volver al deseo “una calle larga…”