viernes, 15 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON PROFESIONES TERMINADAS EN ERO

Querida Mariana: no recuerdo bien, pero de niño, otro alumno de la escuela llegaba y, sin motivo, me decía: “lero, lero, por chapucero”. Ya me conocés, a mí me intrigaba y me dejaba con la duda. Nunca he sido dado a ser chapucero. ¿Alguna vez le había hecho una chapuza a él? No recuerdo su nombre, ni su cara, pero, hacé de cuenta que al contarlo ahora vuelvo a escuchar su vocecita de rata híbrida: “lero, lero, por chapucero”. No hacía más, me decía eso, sonreía y se iba. Días después volvíamos a toparnos en el pasillo (era en el edificio antiguo de la Matías, el que estaba por el templo de Jesusito) y me volvía a decir “lero lero por chapucero”. Por definición, la chapuza es un trabajo hecho sin esmero. Nunca he sido chapucero, procuro hacer mis obras con responsabilidad. Mas en México chapuza también significa estafa. ¡Menos! No soy estafador. Pero, de niño, la frase era común: “¡lero, lero, por chapucero!” Ahora que lo pienso debió ser algo que él repetía como loro. La frase se aplica, sobre todo, por la rima, ¿no? El lero, lero, es para que rime con otra palabra terminada en ero. Jorge decía que era cartonero. María le preguntaba por qué decía eso, ¿sos caricaturista, hacés cartones? No, decía Jorge: consumo cartones de cerveza. Ah, bolo sos, decía María. “Lero, lero, por cartonero”. Marcos decía que era cilindrero. María preguntaba si hacía cilindros. No, decía Marcos, toco el cilindro, también llamado organillo. Ah, echa cuerda sos, decía María. “Lero, lero, por cilindrero”. Félix decía que era plomero. María preguntaba si arreglaba tuberías. No, decía Félix, me cuesta trabajo caminar, tengo pies de plomo. Ah, huevón sos, decía María. “Lero, lero, por plomero”. Augusto decía que era cuetero. María preguntaba si hacía cohetes. No, decía Augusto, me pongo cuete todos los fines de semana en la cantina. Ah, pedo sos, decía María. “Lero, lero, por cuetero”. Miguel decía que era bastonero. María preguntaba si participaba en desfiles. No, decía Miguel, me cuesta trabajo caminar, siempre uso bastón. Ah, cholenco de las patas sos, decía María. “Lero, lero, por bastonero”. Raúl decía que era camarero. María preguntaba si trabaja en algún hotel. No, decía Raúl, doy servicio en mi propia cama. Ah, un pirujo sos, decía María. “Lero, lero, por camarero”. Jorge decía que era hotelero. María preguntaba si era dueño de un hotel de cinco estrellas. No, decía Jorge, en hotel de segunda llevo a mis novias. Ah, depravado baratón sos, decía María. “Lero, lero, por hotelero”. Alberto decía que era hormiguero. María preguntaba si era comedor de hormigas. No, decía Alberto, soy casa de hormigas, que es una palabra híbrida entre amigas y hormadas, una “hormiga” es una amiga bien hormada. Ah, playboy come tzisim sos, decía María. “Lero, lero, por hormiguero”. Y, por último, Roberto, tartamudo, decía que era chiclero. María preguntaba si le gustaba mucho comer chicle. Roberto, tartamudo, decía que no, que le encantaba las chichis de sus novias, porque era chi-chi-clero. Ahí María ya nada decía. “Lero, lero”. Posdata: “lero, lero, por chapucero”, me decía ese niño. Nunca supe el porqué. Lo evitaba, no era grato toparme con él y saber que iba a decirme eso tan bobo. Lo decía, luego pintaba una sonrisa en su cara y se iba. Un día, él dejó de llegar a la escuela y yo di gracias a Dios. Todo tomó un rostro sublime. Ya en prepa, una chica me dijo una tarde: “lero, lero, calzón de cuero”. Yo no usaba calzón de cuero, sonreí, supe que era un juego de rima. Por eso, cuando escuché: “lero, lero, pinche culero”, supe que no estaba dirigido a mí.