sábado, 23 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON LIBROS, MUCHOS LIBROS

Querida Mariana: el 23 de abril se celebra el Día Internacional del Libro. No todos los objetos del mundo tienen días especiales de celebración, a pesar de que todos los chunches le sirven a la humanidad. ¿Vos has escuchado que celebren el Día Internacional de La Pelota? ¿Día Internacional del Brasier? Yo ¡jamás! Y, sin embargo, estos dos objetos son de gran servicio para la humanidad. Casi se puede asegurar que hay más millones de usuarias de brasier y de jugadores de pelotas, pero estos chunches no tienen su celebración especial. ¿Por qué existe un día para celebrar el libro? Porque, ya lo dijo el gran escritor Jorge Luis Borges, el libro es extensión de la memoria. ¡Genial! El libro evita que las historias se diluyan como la línea que se traza en la arena y desaparece a la hora que la ola, juguetona, traviesa, aparece en la playa. No sé muy bien la historia, pero parece que Jesús, el gran Jesús, escribió algo en la tierra, pero ese escrito se esfumó. ¿Imaginás si Jesús, en lugar de escribir esas palabras en la arena, lo hubiera escrito en un papiro? El buen Jesús no sólo habló a través de parábolas, ser maravilloso, también escribió con parábolas. Acá hay una sublime. A ver, dijo, saquen sus conclusiones. Bueno, la primera, la más obvia, es precisamente la confirmación que aquello que no se preserva en la escritura en soportes duraderos se hace polvo, porque polvo somos y al polvo regresaremos. Quienes escribieron los textos de la Biblia ya gozan de otra vida. ¿Los textos? Ahí continúan, los mensajes escritos hace cientos de años siguen impecables, como si hubiesen sido escritos esta mañana y han sido leídos e interpretados por millones de lectores, millones en todo el mundo, en muchos idiomas, gracias al invento del maravilloso Gutenberg, que ideó la prensa para hacer muchísimos libros. El libro es un objeto sensacional. ¿Por qué no hay más lectores, como sería lo deseable, si la lectura provoca uno de los mayores placeres? Ya se dijo, porque es extensión de la memoria. Ponerse un brasier no implica mayor ritual, la niña adolescente cuando observa que en el pecho le brotan dos volcancitos sueña con tener generosas mamas y ponerse brasier. Cuando sus mamas crecen, usa estos chunches sin mayor dificultad. Ella se los pone con facilidad y con la misma facilidad el amante experto se encarga de quitárselo; lo mismo sucede con la pelota, cuando los infantes descubren el placer de patear o de rebotar un balón, ahí andan en los campos, en canchas o en la calle, jugando la pelota, sin traba alguna. Hay gente que nace con el don (o lo procura a través de la práctica intensa) y se convierte en diestro pateador o encestador. ¿Y la práctica de la lectura? Ah, esto requiere un esfuerzo intelectual más complejo. Es más sencillo ponerse o quitarse un brasier; es más simple patear o rebotar un balón. Claro, lo segundo requiere un esfuerzo mental más elaborado; lo primero es casi rutinario, lo segundo exige una serie de habilidades. Pensá en un jugador de fútbol soccer profesional, debe tener habilidad para recibir el balón, para bajarlo, para visualizar a los compañeros, para eludir a los defensores del equipo contrario, la habilidad para patear el balón con precisión y fuerza exacta para que llegue al sitio deseado. Hay un proceso mental más elaborado. Y en el caso de la lectura, este proceso es más profundo. En primer lugar, se necesita saber leer. En nuestro país hay muchas personas analfabetas, que quedan excluidas de inmediato del inmenso placer de la lectura. Luego, lo hemos platicado, decenas de veces, hay muchos infantes que tuvieron una primera mala experiencia. Sus papás no fomentaron el gusto con la lectura de cuentos o algún maestro bobo (nunca falta) lo envió a leer como castigo por hacer alguna travesura. ¡Dios mío, castigo! Al maestro bobo jamás se le habría ocurrido castigar al niño travieso mandándolo a jugar pelota. Claro que no, porque don inútil, relacionó el balón con placer y la lectura ¡no! Ah, cuánta maldad. En fin. No obstante esos muros levantados por gente ignorante, existen millones de lectores en el país, que lo hacen por placer, que reconocen que el libro los ha hecho felices, tan felices como el infante a la hora de patear el balón o la muchacha bonita a la hora en que el amado retira el brasier. En Comitán existen tres librerías. La tradicional librería de la Proveedora Cultural (donde compré mis primeros libros, Dios bendiga la memoria de don Ramiro Ruiz, su fundador); la librería Lalilu, que fundó un gran lector: Samy Albores (local que además cuenta con un jardín hermoso); y la librería Porrúa (que está en el glorioso Centro Cultural Rosario Castellanos). Con ello, Comitán da cuenta de ser una ciudad culta, lectora. No podía ser menos, de acá es pues una de las mejores escritoras del México del siglo XX. Iván Ibáñez, destacado maestro de la locución, me invitó a participar en su noticiario radiofónico (Noti-vos) para responder la pregunta: ¿Por qué leer? Agradecí la gentileza y aporté mi opinión. ¿Quérés saber qué dije en la radio? Te paso copia de mi comentario: “La pregunta es puntual: ¿Por qué leer? No nos preguntamos: ¿Por qué comer?, ¿Por qué respirar? Y no se hacen estas preguntas porque reconocemos que, si no comemos, no respiramos, ¡no vivimos! “La lectura es el alimento del espíritu, es la burbuja del aire. Leemos porque nos permite vivir. Los expertos han dicho que quienes no leen viven sólo una vida, en cambio, quienes leen viven muchas vidas. “Mi experiencia personal confirma esa teoría. Un día, siendo niño, como lluvia de hojas luminosas, cayeron en mis manos revistas ilustradas (las llamadas revistas de monitos, que ahora llamamos cómics) y luego, ya estudiante de secundaria, llegaron las novelas y los cuentos, sin ilustraciones. Mi mundo se amplió, fue un descubrimiento genial. Mi imaginación dibujó las imágenes. Desde entonces, hablo de más de cincuenta y cinco años, siempre tengo un libro a la vuelta de mi mano. “Hace muchos años hubo una campaña publicitaria de una tarjeta bancaria, la publicidad decía: “No salga sin ella”. Sin decirlo así, en la televisión y en los espectaculares, siempre he aplicado esa frase con respecto al libro: nunca salgo sin un libro, siempre lo llevo a todas partes. El libro es mi más fiel amigo, el más leal, el que más me divierte o me hace enojar, reír, llorar, gozar la esencia de la vida. “Otro dicho popular dice que los parientes vienen en el paquete familiar, en cambio, a los amigos nosotros los elegimos. El poder del lector es precisamente esa capacidad de elección, cada uno de los libros de mi vida se ha convertido en un amado amigo. Si el libro me enfada en las primeras páginas, porque es un libro que no corresponde a mis intereses o es un libro tonto, lo boto. Sólo me acompaño de libros sabios, amigos inteligentes. “¿Por qué leer? He leído muchísimos libros, durante años, porque el libro me otorga felicidad. Desde niño, desde este pequeño pueblo maravilloso, Comitán, he viajado a mil lugares, he conocido muchas ciudades, muchos modos diferentes de cultura, he viajado, incluso al espacio y al fondo del mar, sin saber nadar. Mero comiteco, amante de conocer chismes, he conocido muchísimas historias, sin enlodar honras ajenas, porque esas vidas son de todos, para todos. Están en los libros para decirnos que la vida es trágica, pero también es bella y que las historias que suceden en nuestro pueblo se dan en otros lugares. “¿Por qué leer? Porque la vida está concentrada en los libros. “Los creyentes oran todos los días, porque creen en una vida superior; los lectores leemos todos los días, a todas horas, porque creemos en una vida superior. Nuestro cielo está en la tierra, en el diario vivir; nuestro cielo está formado por millones de palabras; las palabras nos dan vida, son nuestro alimento, nuestro aire, el agua limpia con que saciamos la sed. ¿Por qué leer? Para vivir, para vivir en forma más plena. ¡Salud!” Posdata: no todos los objetos son reconocidos con un Día Internacional que los celebre. El libro ¡sí! Esto indica la importancia del libro en la historia de la humanidad. Nunca he visto que el mundo celebre el Día del Tornillo o el Día del Condón o el Día de La Cuchara o el Día del Cubrebocas o el Día del Peine, no obstante que estos chunches son de gran utilidad para el mundo. El libro está relacionado con muchos objetos, tal vez un día de estos platiquemos acerca de ellos. Amo los lápices y los bolígrafos (plumas les llamamos en forma coloquial), porque con ellos puedo escribir sobre un papel. Así escribí mis primeros textos y luego, ya reunidos, se convirtieron en mi primer libro. ¡Ah, qué bendición!