viernes, 8 de abril de 2022

CARTA A MARIANA, CON JUEGO DE MIL USOS

Querida Mariana: a veces te invito a jugar, casi siempre. Me encanta compartir los juegos con vos. A veces son juegos de palabras, a veces son juegos de manos (que los mayores decían eran juegos malsanos, decían que juego de manos era de villanos, nunca entendí), a veces son juegos imaginativos. Ahora, como en muchas ocasiones, te invito a que juguemos al Imaginá que te llamás, te invito a que imaginés que te llamás bodega, que sos bodega. ¿A poco no es una genialidad? Ni serás templo, ni multifamiliar, ni casa, ni departamento, ni estadio de fútbol o sala de concierto. No, serás una construcción que tiene un uso utilitario de excelencia. Como mi papá fue un magnífico comerciante, cuando construyó su casa destinó un espacio que sirviera de bodega. Claro, la casa que construyó mi papá fue una casa grande. En la casa donde vivo ahora no tengo espacio para hacer una bodega, mi Paty guarda sus objetos en muebles de plástico, chaparritos. Por eso, imaginar a ser bodega es imaginar a lo grande. Las bodegas son espacios amplios con techo, no tienen columnas que interrumpan su claridad. ¿Ya comenzaste a imaginar ser bodega? Serás como una enorme barriga, como un gigantesco costal. ¿Recibirás de todo? ¿Tendrás orden o no? Hay bodegas organizadas, pero también hay algunas que son como un tiradero, parecen la recámara de un adolescente desobligado. Vos, como siempre, tenés la oportunidad de elegir qué clase de bodega querés ser: organizada o cuchitril asqueroso; asimismo, tenés la oportunidad de elegir qué clase de objetos deseás resguardar. ¿Imaginás ser bodega de un museo y recibir obras de arte? Ah, las personas que caminen por ahí serán artistas, gente culta, expertos en conservación. En tu panza habrá esculturas (alguna de Luis Aguilar y otra de Rodin), pinturas (de Van Gogh, de Picasso, de Monet y de Mario Pinto Pérez). Pero ¿qué tal que andás con espíritu juguetón y mejor elegís ser bodega de juguetes? ¡Ah, qué celebración de vida! ¿Ya viste cuántos niños habrá en tu panza? ¡Genial! Carritos, pelotas, muñecas, caballitos, trenes, video juegos, cuerdas para saltar, pistolas (qué horror), antifaces, ruletas (rusas ¡no!, es más bonita la ruleta francesa, ¿la has jugado?). Traviesa, ya sé que pensaste en el beso francés. Y si así fue, entonces, andás con espíritu juguetón de otro nivel y serás bodega de juguetes, pero de juguetes sexuales. Ah, qué delicia. Una multitud de juguetones calenturientos caminará por tu barriga. Sentirás cosquillitas y mucho más. Ah, los juegos de cama son más divertidos con juguetitos. Así es, por eso, millones de personas los adquieren. La tía Sofía nunca se casó, pero siempre andaba con una sonrisa de Mar Mediterráneo, cuando murió la sobrinada supo el motivo de su sonrisa, al abrir la gaveta del buró hallaron juguetes bien bonitos. ¿Qué cosa? Ah, sí, qué decisión tan bonita, sí, ser bodega de instrumentos musicales es como una bendición. Ya estoy viendo a la gente sentándose en un banquito para tocar una batería o un piano o un violonchelo. ¿Cuál es el instrumento que más te gusta? ¿El piano? Sí, es un instrumento genial, pero ahí verás que hay para todos los gustos: marimbas, violines, tubas, tololoches, campanitas, fagots, guitarras, guitarrones y silbatos (pitos. Ah, pues, niña, ya cerré el tema de los juguetes sexuales, acá estamos hablando de instrumentos musicales; pero sí, tenés razón, ahora recordé a tu tía Amparo que se reía cada vez que Estela le decía que le encantaba tocar la corneta y la tía no sabía a qué se refería la perversa de tu prima). Podés ser bodega para guardar lo que querás: autos antiguos, avionetas, cajas con mangos o plátanos o papas o jitomates; computadoras, rollos de alambre de púas. No sigo porque ya comencé a pensar en bodegas que no conservan objetos agradables. Posdata: ya me conocés, me quedé pensando que si sos bodega de juguetes para parejas (o solitarios) muchos de tus amigos irán a visitarte, Lucía me dijo que hay algo que se llama Loki y “es un vibrador para orgasmos intensos”, pucha ¡orgasmos intensos!, ¿quién de los amigos es capaz de garantizar eso? Ay, luego son como el Ludovico, de la familia Peluche, que tarda ¡veinte maravillosos segundos!