jueves, 12 de mayo de 2022

CARTA A MARIANA, CON CLASES DE REDACCIÓN

Querida Mariana: acá está la prueba fidedigna de que impartí la clase de redacción a alumnos universitarios. Una mañana de 2016 entré al salón y hallé un mensaje de bienvenida. Fue un privilegio, una bendición. No a todos los maestros los reciben con mensajes llenos de afecto. Fue como cuando te ponen una reja de papel de china el día de tu cumpleaños. Claro, el día de cumpleaños se considera una ocasión especial. Esto, entonces, fue más que una reja de papel de china, porque, sin ser un día especial, entré y me sorprendí ante lo que hallé frente a mis ojos. Porque el mensaje fue muy puntual, no estaba escrito en forma general, sino personalizado. Ahí está mi apellido. Soy el único Molinari en la gloriosa Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, de Comitán. En los años sesenta, en el Colegio hubo dos Molinari, mi papá (que era el secretario) y yo, que era estudiante de secundaria. Pero ahora, muchos años después de fallecer mi padre, el único Molinari de la Mariano, ¡soy yo! ¿Mirás cómo, con letra roja, está escrito mi apellido, después de la palabra donde me dieron la bienvenida? Y, si lo pensás bien, fue una bienvenida soberbia, porque está entre signos de admiración, para que la bienvenida sonara como diana de marimba, como carretada de aplausos, como atronadora cohetería. Sí, sí, tiene algún error de dedo, pero quién se fija en esas minucias. Bueno, sí, el maestro titular de la materia de redacción debería hacerlo. Sí, perdón, mi niña. El entusiasmo y la alegría provocaron que no me fijara en ese detalle. ¿Qué reparo pondría a que mi apellido, en lugar de estar escrito con i latina adoptara la y griega? La verdad, ¡ninguno! Ambas culturas son de prestigio universal. Claro, la y griega no permite el chiste bobo de la i latina y la o latona. ¿Cómo? ¿Que me fije en los errores ortográficos de la palabra bienvenido? Sí, debería haberlo hecho, pero esa mañana estaba feliz. Entré al salón, di los buenos días, los muchachos respondieron y al acercarme al escritorio leí ¡Bienvenido, Molinari! Eso leí. Porque, si no nos ponemos muy estrictos con el uso de la v de vaca y de la b de burro, se lee bien clarito que ahí dice ¡bienvenido! ¿La eme en lugar de la ene? Ah, qué exigente. Recordá que en Comitán no decimos lamido, acá decimos “lambido”. ¿Por qué? No sé. La emotiva bienvenida fue realizada por Las Princesas Hermosas. Como esto es un nombre propio se vale, de acuerdo con las reglas de la RAE, escribirlo como se le antoje al grupo. Leí “Las Princesas Hermosas” donde dice: “Laz Princexxazz Ermoxxazz”, con la erre invertida y con x y z repetidas, para que tenga mayor sonoridad. Recordé que estábamos en el año 2016, el año donde Comitán ya estaba inundado de Oxxos y estamos a punto de cumplir quinientos años de identidad comiteca, que inició con la llegada de los frailes españoles (¡ezpañolez!). Pensé que estas princesas también honraban al país al usar la gloriosa equis de México. Como estaba feliz por el recibimiento, cuando leí lo de hermosas, la última sílaba la leí con sonido de sax, sí, así me sonó ¡sax!, y casi casi escuché al gran jazzista Charlie Parker. Posdata: digo que fue una mañana de 2016. Los estudiantes universitarios de entonces ya se graduaron y son destacados profesionales del Trabajo Social. Por ahí andan Las Princesas Hermosas, convertidas en flamantes licenciadas. En aquel momento se preparaban para la vida. La hoy licenciada Adriana Cardona escribió en las redes sociales: “Creo que hemos mejorado bastante. Han sido de mucha ayuda nuestras clases de redacción”, y remató con un ja ja. La hoy licenciada Belén Guillén escribió: “Sólo faltó un acento. Mira la cara de felicidad de nuestro orgulloso profesor”, y de igual manera, remató con un sonoro ja ja. ¿Y el Ate del mensaje, ‘apá? Pues me latió que era, como se dice, la cereza en el pastel, el ate de membrillo para endulzar la vida.