jueves, 5 de mayo de 2022

CARTA A MARIANA, CON UNA BUENA HISTORIA

Querida Mariana: ¡ah, qué fotografía! ¿Sabés qué espacio es? ¡Es la Biblioteca Central de la UNAM! La vi y mi cara se iluminó, porque este espacio fue mi espacio favorito durante cuatro años, de 1975 a 1979. Ahí donde está la licenciada Faby estuve yo. Perdón, no he dicho que quien está en primer plano es la licenciada Fabiola Aguilar, quien estuvo como directora del Museo Rosario Castellanos y ahora se reincorporó al trabajo que tiene desde hace dos años en la UNAM. La destacada paisana es la encargada del Archivo Histórico de la Facultad de Arquitectura, de la máxima casa de estudios del país. Nombramiento muy merecido. Nuestra sociedad reconoce el trabajo que Faby realizó en el archivo de La Trinitaria, en el de Comitán y en el archivo personal de la historiadora María Trinidad Pulido Solís. Sí, cuando Faby se hizo cargo del Archivo Municipal de Comitán, la catalogación logró grandes avances, porque ella es una mujer preparada profesionalmente para ese encargo. Faby fue integrante del Consejo Municipal de la Crónica de Comitán y ahora está como pez en el agua en el archivo de Arquitectura, de la UNAM. Vi la fotografía y mi cara se iluminó al reconocer a Faby y, como ya dije, al reconocer el espacio que fue mi cobijo especial. En ese espacio fui feliz, como una perdiz, porque me “perdía” de las aulas de la Facultad de Ingeniería, donde debía estar. Ahora, por la pandemia, las mesas de lectura tienen acrílicos para mantener la sana distancia. Las mesas están diseñadas para que las ocupen cuatro usuarios y, así se ve, el uso de cubrebocas es obligatorio. Faby tiene su cubrebocas y también la persona que camina por uno de los pasillos entre mesas. Otro cambio visible es el plafón. En mis tiempos el techo no tenía esta cubierta. Otro cambio, que acá no se ve, es que ahora, la biblioteca es de estantería abierta, como la que existe en Comitán: el lector llega a los estantes y busca el libro de su preferencia. Faby, intelectual comiteca destacada, lee con atención. La Biblioteca Central Universitaria está enfrente de la Facultad de Arquitectura. Faby camina un espacio prodigioso de la explanada y entra directamente a esta sala de lectura, siempre iluminada. Desde que estuve en la UNAM reconocí la grandeza del espacio; supe que esa biblioteca sería uno de mis lugares favoritos, la satisfacción de mis deseos. Como está sentada Faby así estuve yo muchísimas mañanas, apartando por momentos la vista del libro, para ver la fiesta discreta que ahí se daba, con muchachos caminando, leyendo, hablando en voz baja, con cuadernos y maletines en las manos (no recuerdo que lleváramos mochilas como ahora lo hacen los estudiantes). Por supuesto, no había celulares ni computadoras (en la Facultad de Ingeniería había una, enormísima, pero computadoras personales, ni en sueños). La burbuja armoniosa y seductora que acá se advierte era la misma de mis años de estudiante de la UNAM. Las bibliotecas tienen un espíritu luminoso, llevan en sus venas la luz de la genial Biblioteca de Alejandría, que data del tercer siglo A. C. ¿Mirás cuánta historia? Historia de siglos. Estuve en ese maravilloso espacio en los años setenta, del siglo XX; ahora está Faby en los años veinte del siglo XXI. La burbuja de luz es la misma, el espíritu es el mismo. Las bibliotecas son reservorios de libros, de conocimiento, encuentran su mejor vocación en el momento que un Molinari o una Faby toman el libro, se sientan ante una mesa y reciben la luz que siempre emana de un libro abierto. Cuando iba a la biblioteca suspendía tantito la lectura (de cuentos y de novelas, nada relativo a la ingeniería) y veía a los muchachos que pasaban frente a mí y veía ese vitral maravilloso con verdes y ocres que recrea el escenario, que transforma la luz de afuera. Siempre tuve la certeza de la magnificencia del espacio. Antes de entrar levantaba la vista y me extasiaba con el mural de piedritas hecho por el genial Juan O’Gorman. Muchos años después me enteraría que está considerado como el mural más grande del mundo. ¡Nadita! Obra genial. Posdata: vi la fotografía que Faby compartió y mi rostro sintió el mismo aleteo de armonía que ella refleja en el instante que se la tomaron. Ella, muy formalita, con sus tenis blancos y su vestimenta de color azul, uno más fuerte y el otro delicado, con su cubrebocas oscuro, realiza el mismo acto que, en el siglo III A. C. hicieron los lectores en la grandiosa Biblioteca de Alejandría, que si bien, dicen los historiadores, fue majestuosa, jamás tuvo un mural como el que tiene la Biblioteca Central de la UNAM.