viernes, 13 de mayo de 2022
CARTA A MARIANA, CON COSTUMBRES
Querida Mariana: así es nuestro modo. Si alguien, en cualquier parte de México, pregunta: ¿A qué hora llegó Mariana? Las posibles respuestas de alguien que ignora a qué hora llegaste son: “No sé”, “Quién sabe”, “Lo ignoro” o “Sólo Dios lo sabe”. Pero, ¿sabés qué respondemos en Comitán? “¡Saber!”
¿Qué tipo de respuesta es esa? ¿Saber? Sí, eso respondemos. Usamos la palabra para expresar desconocimiento, ignorancia.
¿Ya miraste qué contrasentido? Usamos la palabra saber como si fuera su propio antónimo. Bueno, bueno, ya dijimos que acá usamos la palabra armonía no para expresar un estado de quietud (como debería ser) sino como un estado de inquietud. Si un comiteco dice que tiene armonía, no significa que esté en estado de plenitud; al contrario, tiene un sentimiento que le provoca intranquilidad.
Ah, pucha, ya miro al maestro de música pidiendo a sus alumnos que busquen la armonía melódica. Uf.
¿Por qué usamos la palabra “saber” para expresar que no sabemos? Ahora, a mi pregunta, casi estuve a punto de responder: ¡saber!
En ocasiones he pensado que debo escribir un manual para que un visitante conozca estos vericuetos de nuestro dialecto.
Dos de las palabras que más me sorprenden son las anotadas. Somos rebeldes ante las definiciones de la RAE (Real Academia de la Lengua Española). Los comitecos nos entendemos a la perfección.
“Fijate que hoy amanecí con cierta armonía”, dice tía Elena, y sabemos que la tía tiene cierta inquietud. “¿Por qué no terminó Andrés de hacer su tarea?”, pregunta la mamá y el hermano mayor responde: “¡Saber!”, y sabemos que el hermano mayor dice que ignora por qué Andrés no cumplió con su deber.
Pucha. Qué ganas de joder a la RAE, de pitorrearnos en su cara, de decirle que nosotros, los comitecos, amamos la lengua castellana, pero le hemos dado una ligera vueltita de 180 grados y hemos colocado los significados en las antípodas.
Para aclarar un poco las ideas, voy al diccionario y busco “Armonía: Equilibrio, proporción y correspondencia adecuada entre las diferentes cosas de un conjunto”, y en su segunda acepción: “Relación de paz, concordia y entendimiento entre dos o más personas”. Si tía Elena dice: “fijate que hoy amanecí con cierta armonía”, ¿qué expresa, según el diccionario? ¡Pues sí! ¡Pues no! Es todo lo contrario, no está en paz, sino que está con un conflicto mental, del que no sabe su procedencia. Porque si le pedimos que explique el motivo de su inquietud, responderá: “Saber”. La gran flauta.
Voy al diccionario y busco “Saber: Conocimiento profundo en una ciencia o arte”, y en su segunda acepción: “Conjunto de conocimientos amplios y profundos que se adquieren mediante el estudio o la experiencia”. ¿Por qué los comitecos dicen ¡saber! cuando quieren decir que ignoran la respuesta? ¡Saber! Misterio de los mil porrazos de la calle Del Resbalón.
Poseemos otras bellezas lingüísticas, pero estas dos son las más intrigantes. Ya comenté lo de manía: tenemos la manía de llamar así al cacahuate. ¿Por qué? ¡Saber! Misterio de los mil leones de La Pila, de los mil equinos del Tanque de Los Caballos.
Posdata: así es nuestro modo. Rebelde, extraño. Acostumbramos a torcer y retorcer el lenguaje. Te invito a que ahorita vayamos a Madrid, España, entremos a la casa de la tía Elpidia y digamos que Carlitos está zurrado. ¿Qué entenderá la tía? Que a Carlitos le han dado una zurra; es decir, una serie de nalgadas. Regresemos a Comitán, entremos a la casa de tía Lampa y digamos que Carlitos está zurrado. ¿Qué entenderá la tía? Que Carlitos está cagado. ¿Se cagó de la golpiza? No necesariamente, en Comitán, zurrado es sinónimo de cagado.