domingo, 15 de enero de 2023
CARTA A MARIANA, CON ANIMALITOS
Querida Mariana: ¿con qué animal te identificás? El poeta Díaz Mirón le dijo a una chica: “…tú como la paloma para el nido, y yo, como el león, para el combate”. Las feministas de este tiempo se rebelarían ante este cliché. Muchas chicas de hoy ya no se identifican con esa “paloma para el nido”, hay unas que son como leonas combatientes.
Carlos Monsiváis amaba a los gatos. La maestra Geny ama a los chuchos y a los gatos. Romelia ama a los chuchos (tiene cuatro, uno bien bonito, chiquitío, mini no sé qué). Hay gente que odia a los animales. Hay gente que los ama. Nunca he sido amante desmesurado de animales, pero siempre he sido respetuoso. Mi Paty los quiere, desde siempre.
¿Mirás cómo en la cultura egipcia antigua adoraban a los gatos? Los que saben dicen que los egipcios asociaban a los gatos con la protección, por eso eran venerados. En nuestra cultura hay personas que piensan que el gato negro es de mala suerte. La tía Elena se sacudía la falda, como si se quitara polvo, cada vez que se topaba con un gato negro en el sitio de la casa o en la calle y les echaba agua bendita de un frasco que llevaba siempre en su bolso.
¿Hay alguna cultura que idolatre a las cucarachas? No lo sé, parece que no. Pero sí hay espíritus Kafka, espíritus de Metamorfosis, pero esa es otra historia. Las cucarachas no son bien vistas. Hay culturas donde toda vida animal es respetada. Por ahí hay una película de la serie Karate Kid donde se ve a un grupo de monjes que barre con escobetas delicadas el camino donde pasarán a fin de que si por ahí hay una hormiguita o un bolocoy no lo pisen. Pucha, qué maravillosa forma de respeto por la vida. No somos así. Bueno, cuando menos yo no, mato zancudos, cucarachas, hormigas y demás alimañas. Las arañas me provocan temor. Odio que exista una araña que se llame violinista. ¿A quién se le ocurrió bautizarla con ese nombre? El término violinista debería ser exclusivo de quienes tocan el instrumento, en un concierto en sala de París, en una cantina de Tonalá o en una entrada de flores de San Sebastián.
Mi papá creía en la posibilidad de la reencarnación o, cuando menos, no veía con desagrado la idea de reencarnar. Era católico ferviente, pero llamaba su atención el hecho de que, en otra vida, un espíritu reencarnara, incluso, en un animal. A veces jugábamos con tal posibilidad: ¿en qué animal te gustaría reencarnar? Mi papá no dudaba: gato, decía. De niño tuvo un gatito como acompañante en la bodega donde trabajaba al lado de tío Víctor, en San Cristóbal de Las Casas. Como mero juego, querida niña: a vos ¿en qué animal te gustaría reencarnar? ¿En una mariposa, en un delfín, en una tortuga? La tortuga, me platicó una japonesa que compró una de mis cajitas, es un animal protector en su país, es respetado, casi casi venerado.
Acá en Comitán hay muchos que parecen haber reencarnado en vida, porque los mirás que a cada rato se hacen tacuatz.
¿Imaginás que fueras una jirafa? Cuando miro tus ojitos, claros, como agua limpia, veo que podrías ser todo, menos un animal depredador, no te miro como tigre o como leona. Te miro como conejita, de pelaje de nube, te miro como tortuguita, como delfín infinito. No te miro como águila. Actualmente muchos conferenciantes motivadores insisten en decir a la gente que tenga espíritu de águila. ¿De verdad eso tiene que ser una persona para ser exitosa? ¿No se puede ser colibrí?
Posdata: en la cultura de nuestros mayores, en la zona de Comitán, existía la creencia de que las personas tenemos dos almas: la del espíritu humano y el alma de un animal que es como el protector (el chulel o nahual). La persona resiente lo que le sucede al animal protector. Pucha. Entiendo que si el chulel de fulano es una mosca y ésta queda atrapada en una telaraña, fulano se siente como amarrado; es necesario acudir a la ayuda de un hechicero (los hechiceros tienen animales protectores vigorosos) para que ayuden a liberar a la mosca y vuele libre.
Son pensamientos mágicos. La única certeza es que el espíritu del hombre está íntimamente ligado con los animales. En el Paraíso andaban bien tranquilos Adán y Eva cuando una serpiente se acercó a la chica y le dijo: ¿no se te antoja una manzanita del árbol del bien y del mal?
Cuando miro tus ojitos, de ámbar, nunca advierto una mirada de culebra culera, ¡no!, siempre veo algo como una tarde tranquila en el parque de San Sebastián, una niña con una paleta de chimbo en una mano y un globo en la otra mano. Siempre te miro animal bendito, sublime.
¡Tzatz Comitán!