lunes, 2 de enero de 2023

CARTA A MARIANA, CON ERRORES

Querida Mariana: la vejez mina las capacidades físicas. Salvo el querido maestro Temo, quien a sus ochenta y dos años está enterito, los demás viejos tenemos alguna dolencia, algunos sufren de las rodillas, otros ya no escuchan bien, unos más necesitamos lentes para leer y a otros ya les cayó el chahuistle porque lo que dijeron de broma en su juventud ahora lo aplican: “cuando el cuerpo mengua ahí está la lengua”. Todo mundo escucha chistes de ancianos que no escuchan bien y modifican lo dicho. Teo, el gran humorista, cuenta que un viejo escuchó el diagnóstico del médico, y manifestó tranquilidad: “¿así que tengo una sonrisa simpática y soy feliz?, no está mal”, no, aclaró el doctor: le dije que tiene cirrosis hepática y sífilis. El otro día (ya estoy viejo) abrí un libro de cocina comiteca y leí la receta para hacer “caldillo o salsa para capados”. ¡Dios mío! Pensé que no podía ser, así que volví a leer y vi que decía: “caldillo o salsa para capeados”. ¡Uf! ¿Salsa para capados? Pucha, en todo caso debería ser una pomada para curar la parte. Pero, no pensés que ahí quedó la cosa. Seguí leyendo y ya lo volví juego. Ah, la vejez es época que hace travesuras. Si uno lo toma en forma positiva la lleva bien. Y como Pau estaba conmigo pues le dimos cuerda a la imaginación. “Espagueti al burro”. No, pensé, volví a leer mal, luego me enteré que no, que los comitecos no le hacen el feo a la cocina italiana. Recordé que, en italiano, mantequilla se dice burro. ¡Vaya!, pero luego Pau dijo que si era receta comiteca debía hacerse un “espagueti al tacuatz”; es decir, un espagueti que se hiciera el muerto a la hora de la cocida. “Canelones de espinacas”. ¿Y los canelones de las fifís? Porque, habrá que decirlo, en cuestiones de comida hay niveles. Hay gente que come “butifarras” y gente que no le gusta porque la farra es fiesta sólo para espíritus liberales, desenfrenados, no es para espíritus finos, exquisitos. Eugenia, chica “nice”, ama hacer palíndromos, por eso no come arroz, porque de derecha a izquierda arroz es zorra. Insisto ¡hay niveles! En lugar de leer “sopa de poro” leí “sopa de porro”. Dios mío, guiso especial para parte de la comunidad de la UNAM, la imaginé una sopa muy picante. Hallé la receta de las “Pechugas primavera”. Este platillo sí se me antojó. No pude evitar que mi mente se fuera con la prima de Arturo que siempre la presenta así: “Mi prima Vera”, porque es el apellido de la chica que tiene una generosa delantera. “Callos a la madrileña”. Ah, la tía Eugenia no los comería, ya estoy viendo su cara: “Ish, deben usar el polvito que cae de las patas cuando se liman los callos en la madrugada. Qué asco”. Bueno, la tía Kena nunca ha ido a España. Leí “Pierna estafada”. ¡No!, equivocado, “pierna estofada”. Pensé que si existiera el platillo que leí primero sería tanto como dar gato por liebre, como dar carne de perro en lugar de res. Y luego pensé en una relación amorosa, donde aparecen chicas que se hacen modificaciones corporales e implantes. Muchos chicos terminan frustrados porque las chichis, traseros y piernas de sus novias no son originales. Y luego, al estilo del personaje de Derbez, pensé que si hay “barbacoa”, por qué no hay barbamachete, barbapala y barbapico, o ya, en el colmo de la bobera: “lampiñocoa”. ¡Basta de estupideces, basta! Y digo que basta, porque cuando llegué al capítulo de tamales y me encontré con el “tamal de bola”, pensé que Messi adoraría este tamal, que el pintor Monet habría pedido un tamal de cilindro y que el tamal de bola, en un restaurante de postín, se anuncia como “tabien esférico”, sólo para cobrar de más. Coincido con vos, la carta está muy mamila, muy soufflé, muy queso para untar. Posdata: muchas palabras se han vuelto viejas, el tiempo las ha relegado, pero muchísimas más siguen bien jovencitas, vitales. En Comitán seguimos (¡en buena hora!) usando el voseo, una voz antiquísima, que llegó con los conquistadores. Pucha, qué maravilla, el voseo ha resistido más de quinientos años en nuestra tierra. Me encanta cuando alguien menciona que tal palabra es un arcaísmo, pucha, la misma palabra arcaísmo suena como rescatada de algún baúl viejísimo, exquisito. Un día comencé a distinguir que ya no veía bien, debía alejar más y más el libro para poder leer. Fue necesario conseguir unos lentes para leer. Un día me quedé sin dientes y tuve que colocarme lo que antes se llamaba placa y ahora se llama prótesis dental. Pucha. La vejez. ¡Tzatz Comitán!