miércoles, 25 de enero de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA SELECCIÓN

Querida Mariana: ¿conocés la revista Selecciones, del Readers Digest? En un Platicatorio, mi amigo Marco Polo dijo que en su trabajo de cartero le tocaba repartir esta revista. Cuando llegaba la revista la mochila pesaba más. En los años sesenta, muchos comitecos leían la revista. Mi papá estaba suscrito a la revista. Los tres la leíamos. Asumo que lo mismo sucedía en muchas casas comitecas. El cartero llegaba y, junto con sobres de correspondencia ordinaria, dejaba la revista. Mi papá era muy generoso, siempre me daba el privilegio de ser el primer lector. La actividad era cosa de un día, al otro día le regresaba la revista y él la leía con calma. Cuando fui adolescente comenzó a llegarme una revista con diseño similar, que llegaba de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas, era la contraparte, porque Selecciones era una revista que, de manera sutil, enviaba mensajes ideológicos del capitalismo. No sé si la revista de la URSS era gratuita o alguien hizo favor de pagar mi suscripción. En ese tiempo ya no estaba tan marcado lo de la Guerra Fría, pero seguía imperando el afán doctrinario de ambas potencias. Ahora sigue presente ese adoctrinamiento. El otro día, el periodista de apellido Longobardi entrevistó a una chica que nació en Corea del Sur y llegó a vivir con su familia a Argentina cuando ella tenía ocho años de edad. En la plática quedó demostrado cómo Corea del Sur se volvió una potencia, la chica dijo que Corea del Sur invirtió en la innovación en todos los campos del conocimiento. Mi Paty consume canciones y películas de coreanos. Como cualquier jovencita está fascinada con BTS. No entiendo bien a bien el manejo mercadológico, pero intuyo que esta afición de millones de personas en el mundo se traduce en millones de dólares en divisas para los coreanitos. En los años sesenta había miles y miles de lectores de la revista Selecciones. Su estrategia de mercadotecnia era muy adecuada y esto significaba divisas para los Estados Unidos de Norteamérica. Las grandes potencias saben perfectamente que somos lo que leemos, lo que comemos, lo que vemos. En los años sesenta, aparte de leer Selecciones, los comitecos veíamos mucho cine mexicano (en el Cine Comitán) y mucho cine norteamericano (en el Cine Montebello). Hoy, los jóvenes de estos tiempos ven poco cine mexicano, la mayoría de cintas que consumen son películas norteamericanas, por eso, poco a poco se hacen más al modo de allá que de acá. Con frecuencia escucho que dicen que las películas mexicanas son chafas, que no tienen la maravilla de los efectos especiales de las películas gringas. ¡Es cierto! Los norteamericanos invierten millones de dólares en la producción y en la publicidad. Esto les garantiza que al mes de exhibición de una película de estreno ya hayan recuperado con creces la inversión. Todo lo tienen bien amarrado. En los circuitos de exhibición, una mayoría de estrenos son norteamericanos, las salas para películas mexicanas son limitadas, como limitados los recursos destinados para la producción. Sí, la mayoría de películas mexicanas son chafas. En los años sesenta la carencia de dinero fue sustituida por talento y creatividad. El cine mexicano tuvo un gran mercado en toda Latinoamérica, esto hizo que mucha paguita llegara a nuestro país; hoy ya no sucede así. El grueso de los cinéfilos latinos consume productos norteamericanos, la paguita se va a los Estados Unidos, por ellos siguen siendo poderosos. Leímos Selecciones. El maestro Güero llegaba al Colegio Mariano N. Ruiz para impartir las clases de Física y de Dibujo Técnico, siempre vestido en forma impecable con traje, donde, en la bolsa trasera de su pantalón, iba un ejemplar de Selecciones, doblado a la mitad. La revista, como su nombre lo indica, era una selección de artículos publicados por la editorial Reader’s Digest, que, entiendo en mi inglés de párvulo, más o menos quiere decir que son resúmenes para los lectores. La empresa tenía una colección de libros, donde en cada tomo publicaba síntesis apretadas de novelas. Esto puede darte una idea de que, ya en ese tiempo, los hábiles editores nos daban resúmenes, pildoritas que no exigían gran esfuerzo por parte del lector. Posdata: los grandes lectores abominaban la revista Selecciones, decían que era un producto pro yanqui y que, ahora dirían, era algo light. Pero en Comitán, cuando menos, hubo un sector de población que leyó. Ahora ni eso. En la portada de un ejemplar de 1971 aparece la leyenda: “La revista más leída del mundo” y dice que tenían un tiraje de ¡29 millones de ejemplares en 13 idiomas! Pucha. Pero esta editorial no sólo distribuía la revista, también editaba libros y colecciones de música. En el pueblo hubo discos de música clásica y libros de Selecciones del Reader’s Digest. ¡Tzatz Comitán!