lunes, 9 de enero de 2023

CARTA A MARIANA, CON UNA PANTALLA

Querida Mariana: en Comitán hubo pantallas enormes antes que pantallas pequeñas. Así fue en todo el mundo, antes que televisores hubo cine. Me atreveré a decir que la pantalla del Cine Comitán nunca ha sido superada en tamaño. En los años sesenta, sin tener cinemascope, vimos películas mexicanas en una gran pantalla, películas a color y en blanco y negro, con Pedro Infante, María Félix, ah, la novia de América: Angélica María (me gustaba Sor Ye Ye: Hilda Aguirre. No recuerdo, pero parece que en la película un hombre la invitó a dejar el hábito para habituarse a hacer otras cositas, dejó de ser sor para ser). Me atreveré a decir que la pantalla del Cine Comitán fue más grande que las de los cinemas Galaxia y que las actuales de Cinépolis. Al final de los años sesenta comenzaron a llegar los televisores. Las pantallas pequeñas se volvieron parte de nuestra vida. Vimos películas en casa, sin necesidad de hacer fila ante la taquilla, entregar el boleto y buscar una butaca. Las chicas hicieron palomitas caseras para ofrecer a los novios que verían “María”, la versión cinematográfica de la clásica novela de Jorge Isaacs. Hoy, me sorprende, existe una obsesión por tener “cine en casa”. Quienes pueden compran pantallas gigantescas o proyectores que amplifican las imágenes. Compran aparatos de sonido de alta fidelidad. Los muy muy ricos mandan construir salas de cine en sus residencias: grandes pantallas, sonido sensacional y butaquería. A edad temprana escuché la palabra pantalla, antes que escucharla en el cine, la oí en casa en voz de mi abuelita Esperanza, ella así llamaba a la capucha de la lámpara del buró. Cuando fui al cine y mis papás me explicaron que la superficie donde se proyectaban las imágenes era una pantalla, quedé confundido, porque no logré explicarme por qué la palabra designaba a ambos elementos. En el cine la pantalla recogía imágenes y en mi recámara la pantalla escondía el foco. Pensé que un día debería ir a la parte trasera de la pantalla cinematográfica para entender bien el concepto, porque, imaginé, detrás de la pantalla podría ver lo mismo que se veía en la lámpara, porque la luz quedaba del otro lado. Luego, años más tarde, ya en la cancha Pantaleón Domínguez, volví a escuchar la misma palabra. Uno de los espectadores, en un encuentro de básquetbol, cuando el Camello hizo una jugada, comentó que había hecho una sensacional pantalla. ¿Qué significaba eso? Pregunté y el señor, con sombrero y traje, me dijo que había servido como protección para que el compañero se colara y encestara. ¡Ah, ya! Mucho tiempo después volví a escuchar la palabra en un contexto distinto. Estaba en un departamento en la Ciudad de México con compañeros universitarios y una chica, estudiante de la Ibero, dijo que la habían asaltado en el Metro, que un tipo había servido como pantalla mientras el otro delincuente le sustraía dinero de su bolso. ¿Mirás qué prodigio de término? Se aplica a objetos y a sujetos en determinada acción. Una vez, ya te conté, estuve detrás de la pantalla del Cine Comitán. Fue en un festejo de fin de cursos de la primaria Matías de Córdova. Participé en algún bailable y luego, con otro compañero, caminamos hasta quedar detrás de la pantalla, era una tela especial con muchos huequitos que permitían ver la sala en su totalidad. Nunca hice lo que imaginé de niño, estar detrás en alguna función para descubrir el misterio de la luz cerniéndose a través de la pantalla. Y hoy, las pantallas nos obligan a andar agachados, muchos automovilistas (qué peligroso), en lugar de ver su camino ven la pantalla de su celular. Las pantallas son como diosas de este siglo de la imagen. Nunca lo imaginé: veo cine en el celular, a través de Netflix. Esto me satisface. No busco la gran pantalla, soy feliz con esa pequeña pantalla que me permite seguir honrando una de las religiones que me heredó mi papá: ¡el cine! El gran gurú del Internet lo vaticinó: el futuro estará concentrado en el celular. Pronto, espero, ahí no sólo tendremos la posibilidad de hacer transferencias de dinero, también podremos hallar la cura de muchas enfermedades. Ah, no me preguntés cómo se logrará esto, eso es cosa de los gurús de la ciencia. Posdata: hoy pienso que debió ser maravilloso el espectáculo. La pantalla del Cine Comitán dejaba pasar la luz por los cientos, miles, de huequitos. Imagino que en la pared del fondo aparecía un cielo oscuro iluminado por muchas estrellitas, muchas luciérnagas. Sin duda que era algo apantallante, como apantallante fue la jugada de los seleccionados del básquetbol comiteco. ¡Tzatz Comitán!