martes, 24 de enero de 2023

CARTA A MARIANA, CON ESPACIOS DE PODER

Querida Mariana: qué pequeñas las grandes personas, usan sus espacios de poder para compensar sus carencias espirituales. Me ha tocado ver cómo actúa la mayoría de personas en sus espacios de poder. He visto a curas cuando alguien solicita un servicio, a maestros que sancionan a alumnos, a secretarias cuando saben que tienen el mínimo poder para extender un documento, para poner un simple sello. Los he visto en el espacio mínimo. En Comitán aplicamos la palabra chinaj cuando alguien es enojón por naturaleza. ¿Imaginás a un chinaj en un espacio de poder? Quien detenta un espacio de poder reconoce que todo aquel que se les acerca es porque necesita algo. En este reconocimiento está presente la soberbia, lo que, en teoría, les hace crecer su ego, un ego de plástico. Los espacios de poder, como todo en la vida, tienen niveles. No es lo mismo ser presidente de una república que simple barrendero. Ambos personajes, si tienen carencias espirituales, abusan de su espacio. Todo mundo les recuerda que un día abandonarán ese espacio temporal; todo mundo les sugiere que sean humildes, pero no hacen caso. El espacio de poder los llena de soberbia, los baña de una aparente lluvia luminosa. Vos y yo lo hemos vivido, lo hemos padecido. De un tiempo acá lo tomo con simpatía. Como si fuera estudioso del fenómeno sólo consigno los comportamientos de esas personas. Hoy comparto con vos mi experiencia de ayer. Se terminó el agua, subí tres garrafones y fui a la planta a comprar. Me estacioné, esperé que saliera el encargado, como esto no sucedió entré y vi a una chica que salió de la oficina, como caminó apresurada hacia el interior, saludé, en voz alta: buenas tardes, necesito tres garrafones. Ella volvió la mirada y señaló al encargado que salió de su oficina, un chaparrito simpático, con cara de doberman, que me dijo: ¡tranquilo, tranquilo! Puse mi cara de estudioso del fenómeno y pensé que, además de despachar garrafones de agua es algo así como una doctora corazón. Fue al carro, revisó los garrafones vacíos y, con voz de maestro enviándome a la esquina del salón, dijo que uno no lo recibiría, porque tenía algo, nunca entendí qué. Iba a explicarle que esos garrafones me los había dejado un compañero de su misma empresa, pero, estudioso del fenómeno sólo anoté que el sicólogo frustrado usaba su espacio de poder. Le dije que me diera los dos restantes. Los llevó y le di un billete de cincuenta. El costo de los dos garrafones es de cuarenta pesos. Cuando lo vi sudar tantito al cargar un garrafón en cada mano, pensé en dejarle el cambio. Soy estudioso del fenómeno, pero reconozco los mínimos espacios de poder donde fuera de ellos estos tipos son miserables. El tipo recibió el billete y me dijo: “uh, no tengo cambio. Mire, no es porque no quiera”, y sacó un fajo de billetes, con billetes de cincuenta, de veinte, de cien. No, no tenía cambio, pensé. Sonreí. No hay billetes de diez pesos. Volví a sonreír. Le dije que así estaba bien, los diez pesos de cambio eran para él. Entonces, cambió su cara y me dijo: “Dios lo bendiga”. Cada persona tiene su espacio de poder. El presidente de una república es un todo poderoso, su influencia es, como dicen los que saben, omnímoda (pucha, qué palabrita tan de poder lingüístico mamila). Pero, quienes están cerca de un poderoso se contagian. Como si pasaran sus manos sobre el pecho del poderoso y luego se untaran esa energía, se creen poderosísimos. Los he visto, vos también. El más modesto personaje tiene un espacio de poder y como el poder es letal y dañino provoca comportamientos que tratan de enardecer a los simples mortales, quienes, en su espacio de poder, también abusan de esa autoridad. Posdata: tranquilo, tranquilo, me dijo el despachador. Yo estaba tranquilo. Pienso que, en el fondo, lo que quería era intranquilizarme, como es el objetivo de todos los chinajs que abusan de su espacio de poder, como sucede en muchos casos, también, en caso de usuarios chinajs. Al final, gracias a mi tranquilidad, no me molesté, sólo fui testigo de cómo funciona el mínimo espacio de poder. Y acá el Molinari usa su espacio de poder. Bobo. ¡Tzatz Comitán!