miércoles, 11 de enero de 2023

CARTA A MARIANA, CON TRANSFORMACIONES

Querida Mariana: un día me escuché diciendo que tal cosa estaba ¡chida! Mis contemporáneos me entendían, mi papá no. Una tarde me preguntó qué significado tenía la palabra chido y le dije que era algo agradable. Gracias, dijo, y siguió embolsando unas cuentas de cristal que mi mamá vendía en la tienda. Hoy, a mis sesenta y cinco no entiendo el lenguaje de los chicos de estos tiempos. El lenguaje se transforma, incorpora nuevas voces o, como siempre ha sucedido, distorsiona palabras y conceptos. No sé si ahora los chicos usan la palabra chido. En nuestro pueblo, antes que chido, usamos un vocablo tojolabal: lek, que se emplea para designar que algo está bien. Mero lek es algo bien hecho, algo que es chido. El otro día leí una carta escrita por un chico o chica y hallé la frase: “¡Ah, te creas!”, al final de un párrafo. Pregunté y me dijeron que es como una negación de lo dicho antes. Comprendí. Pienso, ya los expertos en lenguaje lo explicarán, que proviene de la frase: “¡Ah, no te lo creas!”, que decíamos los chavos de los años setenta, para denotar que todo lo dicho era falso, mentira. Cuando poníamos cara de sorpresa ante una revelación, la otra persona nos devolvía la tranquilidad. “Fíjate que ayer tu novia andaba con otro. Ah, no te lo creas” y aparecía la risa, porque todo era una broma. Lo de los años setenta se ha modificado, a tal grado que, escrita, es algo sin sentido. Si lo tomamos en sentido literal puede hasta sonar filosófico, pero, un chavo de estos tiempos nos bajaría de la nube y diría: ¡ah, te creas!, así, con los ojos semicerrados, en tono irónico, burlón. Pensalo. Oí bien y reflexioná: ¡Ah, te creas! En sentido literal es una frase enormísima, el ¡ah! es de admiración total, porque la frase habla de la posibilidad del ser humano de poder crearse, de formarse, de hacerse un ser más completo, más armónico. Ya no lo estoy diciendo como lo dicen los chicos actualmente, con tono irónico, ¡no!, lo estoy diciendo con admiración total: ¡Ah, te creas!, te haces uno más luminoso, porque el ser humano puede crearse o recrearse, hacerse otro totalmente diferente. Pero, los chicos de hoy lo dicen con el sentido de ¡ah, no te lo creas!, de que todo es falso. Desde siempre, digo, el lenguaje ha utilizado formas económicas, ha mutilado frases para expresar lo mismo sin gastar tanta saliva. Esta forma ha ido al extremo, porque al eliminar el “no” y el “lo” le ha cercenado parte importante de su esencia y la expresión escrita se vuelve un sinsentido. Si la escucho entiendo perfectamente lo que el chico quiere expresar, porque el tono ayuda a la comprensión, pero la frase escrita exige un esfuerzo adicional para su entendimiento, porque los viejos no estamos habituados a estas formas de expresión. Pero, los viejos debemos hacer caso a la conseja de que al pueblo que fueres haz lo que vieres, así que agregamos: al pueblo que fueres haz lo que oyeres. Así que ahora que vivimos en un espacio dominado por voces jóvenes nos adecuamos y decimos: ¡ah, te creas! Lo digo como negando lo dicho, pero, en lo íntimo, lo digo con tono admirativo. A final de cuentas el proceso de creación está presente. El lenguaje se transforma, es un ente vivo, maravilloso, genial. Los chicos de hoy se entienden, forman códigos rebeldes. Los chicos de todos los tiempos han tenido formas de expresión muy suyas. En los años setenta usamos la palabra chido, un día nos llegó a Comitán, nos la apropiamos y nos sentimos especiales cuando la usábamos. Los viejos no la entendían a cabalidad. Los chicos de hoy cuentan algo que no es real y terminan diciendo: ¡ah, te creas!, para decir: no lo creas, es mentira. Posdata: los seres humanos siempre buscamos la economía de lenguaje. Los grandes poetas se caracterizan por eso, con pocas palabras, las precisas, dicen mucho. Los chicos de hoy, cuando escriben, ahorran letras. Para decir: “es que te quiero”, escriben: es qtq. Claves que exigen un ejercicio de complementación, juegos peligrosos de ingenio. ¡Ah, te creas! ¡Tzatz Comitán!