domingo, 11 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON AUTÓGRAFO

Querida Mariana: ¿qué recuerdos conservan ahora los chicos y chicas? En los años noventa vi que escribían sobre las playeras del colegio. Por ahí, alguien debe conservar la playera donde están las firmas y buenos deseos de los compañeros de aula. En los años setenta, las chicas tenían pequeñas libretas donde solicitaban los mensajes de los compañeros. No todo mundo conserva esos recuerdos. Lulú ¡sí! Ya te conté que en una ocasión me compartió algunas imágenes de ese álbum. Ayer me topé con una imagen de esas. Me sorprendió, porque no es de un compañero sino de un maestro, de un ¡gran maestro! Es el autógrafo del Maestro Güero. A veces asoma una discusión: que los conductores de aula son profesores y no maestros, porque maestro sólo Jesús y personajes así, pero acá nos damos cuenta que el profesor Javier Mandujano Solórzano no tenía empacho alguno en nombrarse maestro, porque en realidad honró al término, que, según los entendidos, viene del latín Magister y significa “persona que enseña” y eso fue lo que hizo el Maestro Güero, en la Secundaria del Estado y en el Colegio Mariano N. Ruiz, institución donde Lulú recibió sus enseñanzas, en Física, Dibujo Técnico y Modelado. Resulta que Lulú (siempre atrevida) pidió un recuerdo a la mayoría de compañeros y compañeras y se acercó al maestro Güero y éste le escribió lo que acá ves: “Lourdes: Le deseo que en sus exámenes obtenga muchos dieces. Maestro Güero”, esto lo escribió el 7 de junio de 1971. Lo que Lulú tiene es un tesoro. El Maestro Güero es un personaje brillante de nuestra comunidad. Por la Pilita Seca existe una escuela secundaria que lleva su nombre, como reconocimiento a su estatura intelectual. También tuve el honor de recibir clases con él. Lulú y yo fuimos compañeros en el Colegio Mariano N. Ruiz, así que las clases que ella recibió también las recibí yo. La mera verdad no creo que se haya cumplido el buen deseo del maestro Güero. La güera Lulú no obtuvo muchos dieces. Los dieces se los llevaban otros compañeros, Carlos Conde y Marcolfo, sólo por mencionar a dos brillantes alumnos. Lulú y yo padecíamos los exámenes y dábamos de brincos cuando alcanzábamos un siete o un ocho. ¿Nueve? Pucha, ya era un éxito. Pero la vida reservó un sitial de honor a Lulú en el deporte, en la práctica del básquetbol sí obtuvo muchos dieces, por eso está considerada como una de las glorias deportivas de Comitán. El mensaje del maestro Güero que Lulú conserva es una joya. El maestro, te he contado en varias ocasiones fue un gran amigo de Rosario Castellanos, la Chayo jugaba con él y le decía: “Güerito jawar iu (Güerito how are you)”, pero lo mencionaba así, castellanizado. El maestro fue un gran entusiasta en actos culturales en el pueblo; además (eso lo reconoce medio mundo) fue un gran artista plástico académico. El mito cuenta que él estudiaba en la Ciudad de México, en la Academia de San Carlos, y debió renunciar a los estudios para regresar al pueblo, porque su mamá enfermó. No obstante, el maestro fue un gran académico. Su primo, el padre Carlos J. Mandujano, de inmediato le pidió pintara muchos cuadros religiosos. Las paredes y el retablo principal del templo de Santo Domingo se llenaron de cuadros salidos de sus manos, de su genio. Te he contado que a mí me encantaba ir al templo, no por la misa aburrida, sino porque ahí tenía una gran pinacoteca a mi alcance. Cuando el padre Mejía y el padre Joel llegaron al templo de Santo Domingo quitaron esos cuadros y ahora andan desperdigados por varios lados. Qué pena. Entiendo que el investigador Amín hace una labor de rescate documental. Qué bueno. El maestro Güero siempre llegaba vestido de traje, le encantaba comer dulcecitos y, en la bolsa del pantalón, llevaba el número más reciente de la revista Selecciones, del Readers Digest. Cuando alguien le reclamaba no haberlo saludado en la calle, él decía que ponía atención a la banqueta, para no resbalar o pisar heces de chucho. Era un gran deportista. Conocí su casa, a media cuadra del parque central, donde, en la parte trasera tenía una alberca. Nadaba todas las mañanas. Era tan fuerte que tomaba el gis con los dedos índice y pulgar y lo rompía. Posdata: el artista Luis Aguilar siempre ha reconocido que los inicios de su carrera como escultor comenzaron con el Maestro Güero. Claro, Luis no tiene un autógrafo como sí lo tiene la güera Lulú. ¡Tzatz Comitán!