miércoles, 14 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON FLORECITAS

Querida Mariana: ¿has visto cómo muchos poemas, cuentos y novelas comienzan con lo que llaman epígrafes? Los epígrafes son como florecitas que los autores toman de otros jardines, para adornar los suyos. Esto habla de cierta admiración hacia el autor elegido o, cuando menos, reconocimiento hacia esas palabras o ganas de ser pedante. Los pedantes deben pensar que da prestigio que sus propuestas literarias comiencen con un fragmento de poema de Octavio Paz o con un fragmento de un textillo de Julio Cortázar. A veces, ay, qué pena, esas florecitas elegidas son las únicas valiosas; es decir, esas piedritas son las únicas que tienen brillo, porque el resto no corresponde a la grandeza de la cita. La verdad, la mera verdad, nunca he entendido bien a bien el porqué de tal uso. ¿Por qué un autor novel hace uso de una cita de un escritor Nobel? Casi casi lo mismo sucede con los prólogos. A veces un autor novel se siente trepado en la Vía Láctea cuando un autor de renombre pergeña dos o tres líneas a manera de presentación. La mayoría de veces los prologuistas lo hacen por cierto compromiso, bien editorial o de afecto. No es tan visible como en el deporte, pero después de todo, un texto se presenta solo. Y digo que no es tan visible, porque en el deporte sí todo está a la vista: cuando un deportista no logra meter ni un enceste en un partido de básquetbol, a pesar de que le pasaron el balón mil veces, tantas que él envió a la cesta, quiere decir que el compa es maleta. En cuestiones literarias la apreciación es más compleja. Algunas personas piensan que al tener un libro impreso el autor o autora ya es parte de la burbuja de los elegidos, de los Mark Twain, de los Jorge Luis Borges, de los William Faulkner, de las Rosario Castellanos, de los Sergio Pitol. ¡No es así! No es así, pero muchos lectores lo dan por hecho. En literatura no todo mundo aprecia la diferencia, no todo mundo reconoce que pueden estar juntos, pero no revueltos; es decir, en una librería pequeña, un autor reconocido por la crítica mundial puede estar al lado de un autor maleta, me refiero a que en un estante aparece el libro de la fulana de tal que escribe seudopoemas, al lado del libro de poesía de Wisława Szymborska. Harold Bloom, el reconocido crítico literario norteamericano, los que saben dicen que uno de los más excelsos, opinó que la obra del escritor latinoamericano Roberto Bolaño “tenía algo”. Nunca fue más allá de ese comentario. Nunca colocó entre los grandes al gran Bolaño, pero su genio le permitió decir que el autor de “Los detectives salvajes” y de “2666” tenía talento, ¡por supuesto que sí!, miles de lectores han comprobado que el autor chileno (que vivió en la Ciudad de México) era un gran escritor. Ahora (lo juro) hay muchos narradores que eligen fragmentos de la obra de Bolaño para colocarlos como epígrafes de sus obras. Yo, que soy snob (por no decir mamoncito), siempre que abro el libro de un nuevo autor pienso: ojalá que traiga algo. No siempre es así. En materia poética chiapaneca por fortuna, en los últimos tiempos apareció Mónica Zepeda, espero que por ahí asome alguien con talento similar. En Comitán no ha aparecido la gran poeta, tal vez en próximos años. ¿En narrativa? Hace rato, por fortuna, apareció Luis Antonio Rincón, escritor grande. ¿En Comitán? Hay buenas noticias, en mis manos tengo un inédito de Javier. Es un texto sencillo, pero muy bien escrito, con una historia que toca al espíritu. Entiendo que Javier aún lo está afinando. Espero que cuando vea la luz pública convenza a los lectores y su libro sea un gran libro, para gloria de la literatura chiapaneca. Posdata: cuando me topo con epígrafes inteligentes, sabios, me dan ganas de dejar el libro que debo leer y buscar más obra del autor citado. ¡Nunca he entendido por qué colocan esas citas al principio! No recuerdo si el libro de Javier tiene epígrafes. En tal caso yo sugeriría presentar el libro sin florecitas de otros jardines, mostrarse desnudo, pensando que muchos David aún están por causar admiración en el mundo. ¡Tzatz Comitán!