martes, 27 de febrero de 2024
CARTA A MARIANA, CON EMOCIONANTE ENCUENTRO
Querida Mariana: ¿te conté que el otro día el conductor de un autobús de pasajeros abrió su ventanilla y me gritó: “viejo, mueve tu carcacha”? No me molestó lo de viejo sino lo de carcacha. Pucha, mi tsurito está medio abolladito, pero es hijo del siglo XXI, modelo 2000. El conductor, como andaba trepado en un gran autobús, bien lavadito, me vio desde su altura. Nada dije, ¿qué iba a decir? Así como abrió la ventanilla, así pudo abrir el grifo de su coraje y soberbia y recurrir a la violencia. Puse reversa y dejé que su monstruo pasara rozando mi carrito, mientras acariciaba el tablero (empolvado) y le decía que no le hiciera caso, que no es una carcacha, que es un carrito joven, porque apenas tiene veinticuatro años de edad, pucha, está en la plenitud de su vida.
Y digo esto, porque el otro día saludé a Don Javier Rojas, propietario de esta belleza de camioneta compacta. Don Javier es un gran aficionado a los autos, le viene de familia, porque su hermano Pepe Rojas es el fundador de la pista de arrancones. Él me dijo que esta camioneta es una Ford Courier, modelo 70. ¿Qué habría comentado el bobo conductor del autobús? ¿Habría admirado la belleza de la línea de esta camioneta, que, dice el Internet, fue la primera camioneta compacta? No todo mundo admira las arrugas que el tiempo impone a los objetos y a las personas. He escuchado que algunos jóvenes insolentes se refieren a nosotros, los viejos, como carcamanes.
Saludé a Don Javier y de entrada me dijo que hay personas que le ofrecen cien mil pesos por su camioneta, pero él no la vende. ¿Cien mil? Al principio dudé, pero luego entendí que la persona que ofreció esta cantidad sabe lo que significa la camioneta, si la mete a un taller mecánico para una buena “chaineada” tendría un auto de colección. Don Javier nada le ha hecho, nada de ponerle bótox, de arreglarle la trompa así como ahora se la arreglan las chicas fifí. ¡No! Su camioneta está como la compró hace 25 años, sólo le ha agregado un cojín de hule espuma en el asiento, porque éste ya está un poco sumido.
Don Javier fue trailero toda su vida. Digo pues que su familia es amante de los autos. Ahora se dedica, por ratos, a comprar fierro viejo y llantas usadas. La mañana que lo saludé, al lado del bulevar tenía una llanta vieja en la góndola.
Me contó que su abuelo fue dueño de todo Jatón, desde donde está Radio IMER hasta donde termina la colonia.
Nada sé de carros. Soy de los que abren el cofre cuando el auto no enciende, sólo para que los demás automovilistas sepan que hay auto averiado, pero veo el interior como si estuviera frente a un pizarrón de la universidad de Harvard que explicara el origen del universo. Pero sé que hay personas que aman los autos, que los coleccionan, que se pasan horas y horas en las muestras y exposiciones, que reconocen todas las piezas, que lavan y enceran sus autos todos los domingos, que tienen aspiradoras manuales para que no haya ni una sola mota de polvo en las alfombras. Don Javier no llega a tanto, porque su camioneta anda empolvada, pero lo que casi puedo asegurar es que su motor funciona como corazón de quinceañera enamorada.
Y ahí estaba la rojita, con matices hechos por el tiempo. Pensá en los caminos que ha transitado. Desde 1970 ha andado de arriba para abajo. Estamos hablando de 53 años y ahora sí que como decimos los comitecos: “está andando en 54”. ¿Es una camioneta viejita? Sí, pero con la fortaleza de una chica veinteañera. Estas camionetas tienen la marca Ford en la parte delantera, la de Don Javier ya sólo tiene la F, las demás se le cayeron, pero eso no es problema, porque alguien (andá a saber quién) le pintó el letrero que dice Ford, con letras rojas y como no alcanzó para todas, la “erre” y la “de” se quedaron con un simple perfil de pluma. Esto le otorga una personalidad única.
Posdata: me dio mucho gusto conocer a Don Javier Rojas, platicador de los meros buenos, hombre de trabajo, de vida. Me dio mucho gusto conocer a su Ford 70.
¡Tzatz Comitán!