sábado, 24 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON GANADORES

Querida Mariana: la Medalla Belisario Domínguez es uno de los más altos reconocimientos que puede recibir una persona en México; asimismo, es una honra para Comitán, lugar de nacimiento de Tío Belis. Es larga la lista de hombres y mujeres que han merecido tal distinción. Ahora, por fortuna, la relación de nombres de galardonados está actualizada en la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez. De esta manera, los visitantes tienen un panorama completo de las personalidades laureadas. Vos y yo lo hemos comentado, en la relación de premiados hay de todo, como en botica, como en cenaduría (así con c) hay verdes, rojos, de rajas y de dulce. Algunos con más méritos que otros, pero todos conforman el grupo de privilegiados en ese sitio de honor. Vos sabés que me fascina el mundo de la literatura, este mundo tiene representantes dentro de la relación de premiados, lo que indica que la literatura está muy cercana a los ideales de libertad que siempre pregonó Belisario Domínguez. Está de más recordar que Belisario hizo uso de la palabra, oral y escrita, para llevar su mensaje libertario a todo mundo. En la Casa Museo hay ejemplares de su periódico “El Vate” y, por supuesto, una copia del discurso que escribió contra Victoriano Huerta, discurso que es ejemplo de valor y de congruencia. Digo pues que algunos escritores han sido premiados con la Medalla Belisario Domínguez, que se entregó por primera vez en 1954, en este año se cumplen setenta años de vida. Si me apurás bien puede decirse que todos los galardonados han hecho uso de la palabra escrita, pero cuando digo que un grupo de escritores ha sido galardonado me refiero a los profesionales, a quienes tuvieron a la palabra escrita como su mejor escudero en el derribe de los molinos de viento. Así entonces, hallamos que un año después de creada la medalla, en 1955 le fue entregada a Don Erasmo Castellanos Quinto, quien, dice su biografía, nació en Santiago Tuxtla, Veracruz, y entre otras bellezas fue escritor y dedicó su vida a la enseñanza de la literatura. Genial. Viejazo sublime. Isidro Fabela fue el galardonado en 1960. En la Biblioteca Central Universitaria, de la UNAM, me topé con un librito de Fabela: “La tristeza del amo”, colección de cuentos. Claro, Fabela no fue solamente escritor, la historia lo recuerda como político, pero sus cuentitos son una mirada interesante al mundo rural mexicano del siglo XIX. Ya llevamos dos que anduvieron en el ajo, aunque no fue el ingrediente principal de sus guisos de vida. En 1967 le entregaron la medalla a Franciso L. Urquizo, cuya ficha biográfica señala que fue secretario de guerra y marina, pero, ¡oh, sorpresa!, Don Pancho, que cualquiera diría que sólo andaba metido en humos de cañones, escribió varios libros, de las personas mencionadas, Urquizo es el que tiene más títulos publicados. Nada he leído de él, pero en Internet encontré los siguientes títulos: “Tropa vieja”, “Memorias de campaña”, “Fui soldado de levita” y “3 de diana”. Como mirás, Urquizo narró su mundo. Suena interesante. Un día de estos le podemos entrar. En el año 1968, año de las Olimpiadas en México y de la masacre de Tlatelolco, la medalla fue para Miguel Ángel Cevallos, quien escribió cuentos, fue crítico literario y escribió una novela, que se titula: “Un hombre perdido en el universo”, la página “Enciclopedia de la literatura en México”, dice que es una novela autobiográfica. Igual, se antoja leerla. En 1970 la Medalla Belisario Domínguez le fue entregada a Rosendo Salazar, quien fue periodista y escritor. Sus restos reposan en el mismo lugar donde está enterrada Rosario Castellanos, la Rotonda de las Personas Ilustres. Tiene publicados muchos libros, no ficcionales. El siguiente año (¡me pongo de pie!, diría el cronista deportivo) la medalla fue para Jaime Torres Bodet, escritor que perteneció al grupo llamado Los Contemporáneos. Lo más destacado de su obra literaria son los ensayos que escribió. Ya ni decimos que fue uno de los más grandes intelectuales del país, que cumplió con la patria, en los diversos encargos públicos que tuvo. En 1990, la medalla fue para nuestro paisano Andrés Serra Rojas (nació en Pichucalco, Chiapas). Andrés fue especialista en derecho, así que sus libros tienen a esta disciplina como columna vertebral. Algunos amigos me comentan que en la UNAM varios de sus libros eran libros de texto. En 1993 la gloria cubrió al gran oaxaqueño Andrés Henestrosa Morales, tipazo, que vivió más de cien años, ¡pucha! Don Andrés es un reconocido poeta, narrador, ensayista. De los mencionados podemos decir que fue quien más aportó a la literatura mexicana, pues la labor de rescate de los mitos zapotecos fue proverbial. Al siguiente año, 1994 (vuelvo a ponerme de pie), el honor le cupo a nuestro poeta chiapaneco Jaime Sabines Gutiérrez. Vos no lo conociste, yo sí, de lejitos, cuando vivió en su rancho Yuria, camino a Los Lagos de Montebello, venía a Comitán y un día me topé con él en el Pasaje Morales, le obsequié un ejemplar de “Ensayos”, semanario que publicábamos un grupo de amigos en el pueblo. Dijo que esos intentos de periodismo eran de gran riqueza para los pueblos de Chiapas. Eso dijo. Nos despedimos, lo vi alejarse, por el pasaje, rumbo al parque central. Pucha, había estado cerca del gran poeta, del que luego recibiría la Medalla Belisario Domínguez, en el Senado de la República. ¿Mirás cómo la relación se va puliendo? Acá ya tenemos a un gran poeta, reconocido por medio mundo, digo medio mundo, porque tal vez en China no se saben el poema de “Los amorosos”, ellos se lo pierden. ¿En 1995? La medalla es para Miguel León Portilla, experto en literatura náhuatl. ¡Nadita! Tiene varios libros que son clásicos, basta mencionar dos: “La visión de los vencidos” y “Quince poetas del mundo náhuatl”. Un gran rastreador de huellas milenarias. ¡Tipo genial! Griselda Álvarez Ponce de León recibió la distinción en 1996. Griselda, lo consigna la historia de nuestro país, fue la primera mujer gobernadora de un estado de México. Pero, de igual manera que los nombrados, fue escritora, sí, arrastró el lápiz con fe, anduvo en el ajo. Escribió poesía, conoció a nuestra Rosario Castellanos, como la paisana, fue defensora de los derechos femeninos. En 1999 la Medalla Belisario Domínguez le fue otorgada a uno de los más representativos narradores mexicanos (que en realidad no nació en México) ¡Carlos Fuentes! María Félix no podía mirarlo y le decía ¡mujerujo! La Félix era tremenda. De todos los mencionados, con excepción de Sabines, pienso que Carlos Fuentes ha tenido mi atención como lector. Pienso (es lo que pienso) no es el gran narrador, pienso que está medio infladito, pero no puedo negar (sería un bobo si lo hiciera) que Carlos Fuentes es uno de los pilares del edificio literario del país. Fue un tipo con una gran disciplina, se entregó con toda su pasión a escribir. Para los libros históricos tenía un equipo que le buscaba la información y él, con su genio, armaba la novela, sabía que en la forma de contar está el chiste. Los que saben dicen que ya todo se ha dicho, la gracia está en cómo se cuenta. A mí me encanta su cuento largo (sin albur) que se llama “Aura”, es un texto de gran calidad literaria, donde la imaginación camina con soltura sobre el terreno de la realidad. Carlitos Fuentes fue amigo cercano de Mario Vargas Llosa, de mi querido Julio Cortázar, de Gabriel García Márquez. ¿Mirás? Estoy mencionando a tres representantes del Boom literario. Lo hago para decirte que de los cuatro enlistados, coloco al paisano (que nació en Panamá) en el cuarto lugar de mis preferencias literarias. ¡Qué malinchista! Mario, Julio y Gabo tenían muchísimos más registros, y digo tenían porque se supone que Mario, quien aún vive, ya escribió su última novela, ya está cansado. Ha escrito una obra muy digna. Posdata: querida mía, se acabó el espacio. Uf. Llegué hasta el fin del siglo XX. ¿Y el XXI, ‘apá? Si lo mirás bien, si tenés tolerancia, nos miramos la próxima semana para terminar con este comentario, donde aparecen los escritores que han sido galardonados con la Medalla Belisario Domínguez. Gracias. ¡Tzatz Comitán!