viernes, 23 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON CINCUENTA GLORIOSOS AÑOS

Querida Mariana: ¿cuántos académicos conocés que cumplan cincuenta años de laborar en una institución educativa? Dejá que te cuente, el licenciado David Esponda me envió un video, por el celular, donde se ve a un paisano recibiendo un reconocimiento por cincuenta años de ejercicio profesional, en la Universidad Veracruzana. Hablo del doctor Romeo Antonio Figueroa Bermúdez. Dejá que te presuma, Romeo es mi primo, es hijo de mis padrinos Romeo Figueroa y Clarita Bermúdez. Los que saben dicen que el Figueroa es el mismo de Rosario Castellanos Figueroa, puede ser. Ahora, el Bermúdez es del mismo árbol del Arenillero, porque mi madrina Clarita fue hija de mi tía Juanita Bermúdez y ésta fue hermana de mi abuelita María Bermúdez, mamá de mi papá. De niño llegué muchas veces a la casa de Romeo, aún no era el reconocido experto en comunicación. Tiempo después, ya en 1974, siendo estudiante de la UNAM, en la Ciudad de México, supe que Romeo estaba como docente en la UV. En esta universidad llegó a ser el director de la Facultad de Comunicación. ¡Nadita! Y digo nadita, porque Romeo ha publicado libros que hoy son textos para investigadores y estudiosos del fenómeno de la comunicación. Ah, me dio mucho gusto ver a Romeo pasar a recoger el reconocimiento que le hizo su universidad por cincuenta años de trabajo. Sé que a vos te interesa mucho el tema de la comunicación, es tu profesión, así que te paso títulos de los libros que Romeo ha publicado, sé que te interesarán. El primero que tengo en el librero es: “Cómo hacer publicidad. Un enfoque teórico-práctico”, que fue publicado en 1999, a fines del siglo XX. Los chunches tecnológicos del siglo XXI han modificado la mercadotecnia, pero la publicidad sigue conservando su principal objetivo: vender, y las estrategias de venta vienen desde tiempos en que se inventó el comercio: la semiótica del mensaje es fundamental. En el libro de Romeo están expuestas las principales herramientas publicitarias para radio, prensa, televisión. Todos los secretos del Marketing están en las páginas de este libro, escrito por nuestro paisano. El otro libro que tengo es: “Introducción a las teorías de la comunicación”, que usan como libro de texto, los estudiosos de esta disciplina. Ya te conté que en uno de los corredores de su casa, en Comitán, había dos elementos que jamás he olvidado: un par de argollas, sostenidas de las vigas, donde Romeo y su hermano Gustavo hacían “el cristo”; y una serie de jaulas con gallos de pelea, que no era la afición de Romeo sino de su hermano. La casa era maravillosa, porque uno entraba en la bajada del mercado de primero de mayo y salía en la subida rumbo al templo de El Calvario. Sí, el terreno abarcaba de una a otra calle. Ahí vivía parte de la familia Figueroa, y mis padrinos tenían el comedor y jardín al final. Romeo vivió a una cuadra del parque central, para llegar a la secundaria caminaba cuadra y media; y para ir a casa de la abuelita Juanita Bermúdez salía por la calle paralela al mercado, caminaba cuadra y media y llegaba al parque de La Pila y luego bajaba por la calle del Resbalón y llegaba hasta la majestuosa casa de los tíos Memito y Juanita, ambos de apellido Bermúdez. Lo esencial siempre cerca, a final de cuentas la comunicación persigue el mismo objetivo. ¿Qué tanto pepenó Romeo de su vocación en las calles de Comitán? ¿Qué tanto le pepenaron sus alumnos durante cincuenta años de cátedra? La tía Gloria decía que Romeo tenía voz de locutor, porque, en efecto, tiene un registro grave muy educado, pero Romeo pensó que el micrófono llevaba mensajes y que el estudio del mensaje era su vocación. Romeo estudió la comunicación en forma apasionada y se convirtió en un experto. Posdata: me dio mucho gusto ver el video. La maestra de ceremonias dijo: “cincuenta años de servicio. Cuánto conocimiento derramado en muchas generaciones. Pido un fuerte aplauso para el doctor Romeo Antonio Figueroa Bermúdez…”, y Romeo, que estaba sentado en primera fila, con camisa y pantalón azules, en forma casual, se dirigió a la mesa de honor para recibir el diploma, mientras se soltó una catarata de aplausos y gritos de “¡bravo, bravo!” Claro, se ve en el video un señor con los brazos cruzados que ni se inmuta, quién sabe por qué su actitud: ¿envidia? Nunca falta. Pero nosotros, en Comitán, sí celebramos el triunfo de nuestro paisano, mi primo, a mucho orgullo. ¡Tzatz Comitán!