miércoles, 21 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON PAPELES

Querida Mariana: ¿te aprendiste el papel?, era la pregunta que hacía el director de teatro. Los parlamentos de los actores y actrices se llaman papeles. ¡Qué simpático! El inicio de una buena obra tiene su sustento en memorizar los papeles. Recordé lo del papel, porque el otro día estábamos en casa de Eugenia, sentados en el corredor, tomando té, veíamos el jardín, había una llovizna leve, la orilla del corredor se mostraba húmeda. Vos sabés que en las reuniones los temas de plática con interminables. Alguien suelta algo y por ahí va la canica de la conversación y lo que comenzó en una esquina del parque termina en la habitación de un departamento o en una cancha de tenis o en el interior de un templo. La plática en grupo es una pelota que rebota en muchas paredes, todo es un gran juego. Lucía se paró, extendió un brazo y dejó que el agua mojara tantito la palma de su mano, la llevó a su cara y remojó su rostro. Vimos que su semblante cambió, como si el agua hiciera el milagro de lavar todas las culpas. “No hay mejor agua para el cutis que la de lluvia”, dijo Alicia. “¿Para el cutis de arriba y también para el de abajo?”, dijo Armando, con ese chaflán de picardía que siempre lo caracteriza. Tal vez la mención del cutis de abajo fue el resorte que activó a Roselia, se puso de pie, dejó la taza sobre la mesa y, con palmadas, solicitó nuestra atención, antes que hablara Armando lanzó un: “¿nos mostrarás los efectos del agua de lluvia en tu cutis?” Reímos. Roselia volvió a palmear y exigió atención. Todos la vimos y callamos. “¿Alguno de ustedes hace lo mismo que yo, sonarse la nariz con papel higiénico?” Todos sonreímos. Armando se vio en la necesidad de explicar lo que era muy obvio: “Es cierto, el papel que está destinado para el cutis de abajo lo usamos en el cutis de arriba”. Roselia se desquitó, sin ambages: “Quiere decir que sí, que vos, igual que yo, usás el papel destinado al tutís para tu nariz”. “Salió en verso, sin esfuerzo”, remató Alicia. No faltaron los rostros alargados, las narices levantadas, porque, a pesar de que nadie había caído en el terreno fangoso de la vulgaridad algo nebuloso había aparecido. Yo no sé vos, pero en casa hago lo mismo. Sé que hay papeles especiales para la nariz, los conocemos como Kleenex, apropiándonos de la marca, son pañuelos desechables. Vos no lo sabés, pero hubo un tiempo en que los hombres usaban pañuelos de tela, si tenían mucosidad limpiaban sus narices con esos pañuelos, mismos que regresaban a las bolsas del pantalón. Eran antihigiénicos, por supuesto que sí. Los lavaban hasta llegar a casa. Cuando lo comentamos en la reunión, Armando dijo que lo mismo sucedía con los pañales, eran de tela, cuando se ensuciaban los lavaban. Luego, comentó, con su ironía característica: “Qué bueno que los pañales no se usan para otra cosa, esos sí sólo se usan para el cutis de abajo”. Algunos actores de esta obra que se llama vida no nos aprendemos bien los papeles. Yo, admití (la verdad sin mucha pena), que uso el papel higiénico para sonarme la nariz. No compro los Kleenex. Claro cuando he laborado en oficinas públicas pues tengo una cajita de Kleenex sobre el escritorio, porque se vería horrible que recibiera a las visitas con un rollo de papel higiénico. Pero, de papeles a papeles no encuentro mayor diferencia. Te he contado que en los años sesenta, en las letrinas de las casas, había un ganchito con hojas de papel. No recuerdo que en esos años la gente comprara papel higiénico. Las hojas de papel eran cuadritos bien recortados de revistas ilustradas, así que mientras hacías lo que debías hacer te entretenías en leer un fragmento de la historia y luego ya usabas el papel, un papel un poco rugoso, pues en realidad no era especial para el cutis sino para la lectura. Posdata: a veces cambiamos el papel del papel, el genio infantil convierte una simple hoja en un avioncito o en un barquito. La lógica indica que el papel se moja y se deshace, no obstante, un barquito bien hecho flota y navega por el mar del tanque de la casa. Al servir pedazos de pastel, Eugenia comentó que ya había parado la llovizna y con la mano derecha nos ofreció servilletas. Armando dijo: “son para la boca, ¿verdad?” ¿Y los actores y actrices? ¿Memorizan sus papeles? ¿Cuáles? ¡Tzatz Comitán!