sábado, 10 de febrero de 2024

CARTA A MARIANA, CON FECHAS ESPECIALES

Querida Mariana: las personas festejamos fechas especiales. Hay diversos grados de festejo. Tengo amigos que se emocionan dos meses antes de su cumpleaños, conforme pasan los días la cuscusera aumenta. Hay otros amigos que están en el lado contrario, procuran que el día del cumpleaños pase lo más inadvertido posible. En Comitán tenemos como fecha especial la del 10 de febrero, día donde se celebra la Entrada de Flores en honor a San Caralampio, que parte del Chumís, árbol que, año con año, está más enclenque. Mi querido amigo el ingeniero Galindo ha propuesto, una y otra vez, una resiembra en ese lugar emblemático. Vos sos una chica moderada, lo sé. Por eso, tu cumpleaños anda en la misma burbuja, ni vas a antros, ni hacés grandes guateques, te basta y sobra celebrar con una comida con tu novio, tus papás y abuelos; y regresar a lo tuyo: ver cine. Recuerdo que hace años me invitaste a ver el ciclo que habías preparado, que tiene que ver con lo que ahora comento: películas donde hay festejos por cumpleaños. En esas cintas quedó de manifiesto lo que acá comento: hay para todo. Recuerdo un pedazo de la película (no sé si japonesa o coreana) donde el cumpleaños se celebró en una cueva, con luces y sonidos espectaculares, todo genial, pero al final resultó dramático, porque tanto punchis punchis causó un desprendimiento de rocas que tapó la entrada y los invitados quedaron adentro, un insólito “se perdió la llave”. La cinta dio una gran torcedura y lo que era un festejo se convirtió en la búsqueda para la salida, un grupo comenzó a cavar para hacer un hoyo en la entrada y otro grupo buscó la forma de hallar otra salida (o de otra entrada), un chavo dijo que la corriente de aire que llegaba hasta ellos la propiciaba una entrada al fondo. Simpática historia. En Comitán a nadie (que yo sepa) se le ha ocurrido hacer un festejo fuera de los espacios normales. Los guateques, lo sabemos, se hacen en algunos sitios de casas, en los patios centrales, en salas (cuando el convivio es pequeño), en ranchos o en salones especiales. Y esto tiene que ver, por supuesto, con el carácter de los festejados. Los que aman celebrar su cumpleaños son felices cuando se reúne la plebe, cuando hay marimba o grupo musical o, de perdida, un tecladista o DJ (ah, ya sé que protestará mi querido licenciado Pepe que se dedica a esta maravillosa profesión). ¿Yo? Ya me conocés, soy del grupo de los que prefieren pasar inadvertidos. Temprano doy gracias a Dios por sus bendiciones y luego me dedico a mis actividades normales, que son las que me llenan de vida. Casi siempre comemos separados en casa, por nuestras actividades, así que el día de mi cumpleaños es oportunidad para celebrar con los cercanos. Tal vez ir a la casita de campo y ahí comer con mi Paty, mi mamá, Fer y la Cajcam. Tan tan. Así me siento bien, tranquilo. Si algunos amigos y amigas se acuerdan me envían un abrazo por el WhatsApp y yo lo agradezco. Hasta ahí. El día pasa, me pongo mi pijama y doy gracias a Dios por la bendición del día, sabiendo que al otro día será la misma rutina, por fortuna. Lo mismo sucede en el pueblo, muchas personas ignoran la Entrada de Flores, el primer grupo es el de aquellas personas que no profesan religión alguna. ¿A cuenta de qué celebrarán un santo ortodoxo que, por obra y gracia del Espíritu Santo, se convirtió en venerado por miles y miles de católicos? La mera verdad es muchos comitecos ni sabemos qué significa eso que Tata Lampo sea un santo ortodoxo, parece que sus raíces están en Grecia. ¡Ah, pucha, nadita! El otro grupo, cada vez más numeroso es el de la gente que ya está harta del cambio ocurrido en la tradición. No aceptan que la Entrada de Flores tenga ese híbrido de Carnaval, donde lo profano y sacro se unen en una mezcla surrealista, tan surrealista como los disfraces que se ven en la llamada ya romería y en las manifestaciones de algunos participantes, sobre todo los del grupo de los llamados “Intensos”, que son hombres con vestimentas femeninas que sólo se dedican a echar desmadrito sabroso; y luego está el grupo de gente que no tiene tiempo para gastarlo en festejos, gente que trabaja, que está en lo suyo, que no puede descuidar sus labores. Pero sí está el otro grupo, el que, desde muy temprano, aparta sus lugares por donde pasará la Entrada de Flores y disfruta cada una de las manifestaciones. He visto gente que aplaude y se emociona al ver al grupo de indígenas con flores que encabeza la manifestación, que gritan vivas al santo consentido, se persignan, oran, todo lo ofrecen a Dios, y luego sueltan la cuerda de la admiración y de la alegría cuando desfilan las diversas comparsas de grupos participantes. Estos grupos de disfrazados destinan meses y meses en la elección y preparación de sus comparsas, gastan su paguita y su tiempo, lo hacen con mucho placer, lo hacen por su creencia, para mantener la tradición. Estos grupos provienen, sobre todo, de los barrios cercanos a La Pila, crecieron con esa costumbre y no la han soltado, al contrario, la han heredado a sus hijos y ahí mirás en la Entrada de Flores a montones de chitirices que se disfrazan de diablitos, muertes, pokemones, supermanes, barbies y personajes de Derbez o del Chapulín Colorado, ¡eso, eso, eso!; y se botan de la risa, ah, cómo se divierten cuando pasa el grupo de los intensos echando trago, desmadre, cuando jalan a alguien de la audiencia, lo botan a media calle y pasan por encima de él, con las piernas abiertas, mostrando sus “indecencias” que se campanean como badajos, tolón, tolón. Este grupo ha aceptado lo que mi amigo Jorge dijo: lo único permanente es el cambio. Sí, todo cambia, todo se modifica. Las tradiciones tampoco permanecen inalteradas. El día 10 de febrero es uno de los días especiales en el pueblo. Tenemos fechas que son celebradas en muchos otros lugares, pero el 10 de febrero la mirada de Chiapas está en Comitán. Viene gente de otros lugares para, como ya se dijo, ver esta manifestación tan extraña. La extrañeza ya le ha dado su carácter único. No sé en qué momento los comitecos unieron dos cosas que se supone estarían separadas por su condición natural. A los comitecos esto les valió, como no había carnaval; es decir, el ritual para despedir la carne, a algunos se les ocurrió meterse dentro de la manifestación religiosa y hacer un verdadero tachilgüil, eso es lo que ahora es la Entrada de Flores, en honor de San Caralampio. Sigue siendo una celebración dedicada a Tata Lampo, porque si vos te acercás a uno del grupo de intensos y le preguntás por qué lo hace, no te responderán como el comediante Héctor Suárez: ¡nomás! ¡No!, la respuesta inmediata es: por Tata Lampito y te enseñarán una foto toda doblada, en blanco y negro, con la imagen del santo y la besarán; en una ocasión me tocó un compa bien bolo que se puso a llorar y recordó que de niño iba a la celebración con su abuelita, me traía de la mano, dijo, subimos estas mismas gradas. El Comitán católico reconoce que San Caralampio es el santo consentido. Todos los santos y vírgenes tienen su nicho especial, pero Tata Lampo tiene su lugar preponderante. Por algo en las paredes de su templo hay fotografías en señal de agradecimiento por favores recibidos. Recordá que en muchos templos del país hay paredes llenas de los llamados ex votos, donde se agradece un milagro. En Comitán, el top de los milagros lo ocupa San Caralampio, ahí ha estado en primer lugar durante años y ahí seguirá. La conformación del parque de La Pila le da un carácter especial, el templo está “en una lomita", desde ahí se aprecia la imponente ceiba, el árbol sagrado de los mayas. El mito histórico narra que ahí se gestó la refundación de Comitán (que ahora un grupo de valiosísimas personas del pueblo, por iniciativa ciudadana, se preparan a celebrar el cumpleaños 496 de la ciudad. Si nuestro Colegio Mariano N. Ruiz va rumbo a los 75, puede decirse que Comitán va rumbo a los 500. ¡Qué lujo!). Desde la lomita se observan los tejados de las casas que, en maravilloso alud, se desgajan como caricia para el espíritu del espectador. Subir el graderío, pararse en el atrio, abrir los brazos y recibir la bofetada afectuosa del viento es una de las cosas más sublimes de la vida. ¡Ah, La Pila! ¡Ah, San Caralampio! ¡Ah, Comitán! Posdata: ya luego viene el 20 de febrero, que es el día del cumpleaños, ríos de orines y de trago bajan en patineta por las pendientes. Un tachilgüil. Así es la vida, todo cambia. ¡Tzatz Comitán!