lunes, 19 de febrero de 2024
CARTA A MARIANA, CON TESTIMONIO GENIAL
Querida Mariana: tengo en mis manos el libro “Gutman, conversaciones”, de Amín Guillén. ¿Qué puedo decir? Amo a mi Gutmita y le tengo gran cariño y admiración a Amín. El destino provocó esta confluencia genial.
Un día, hace años, Amín me dijo que investigaba la presencia de judíos en el pueblo. Ah, tema maravilloso. En este caminar se topó con el amado Gutmita y acá está un libro que da cuenta del testimonio que Abraham compartió con él y que ahora los lectores de este libro podemos recibir como agua fresca. Qué maravillosa conjunción de talento.
A Amín lo conozco desde hace muchos años, de cuando fuimos a la primaria en la Matías de Córdova; a Abraham lo conozco desde hace poco, no nos conocemos físicamente, pero él me prodiga su cariño cada día comentando las cartas que te escribo. No sé cómo le hace para pepenar las palabras que sólo a vos mando, pero él, en la mañana o en la tarde, hace comentarios acerca de lo que te digo. Un gran privilegio de mi vida es escuchar su voz, a veces inicia el comentario afinando su garganta, como si fuera un gallo que anunciará la madrugada. Gutmita le llama “manchadas” a los comentarios que me obsequia. Recordá que los muchachos, cuando alguien cuenta algo y se excede en tiempo dicen: “ya, no te manchés”. Gutmita se avienta unas grandes manchadas. Gutmita es un pan de Dios, el doctor José Aquino Juan, en el prólogo del libro, dice de nuestro personaje: “…el amigo Abrahamcito, Pater Abraham, Gutmita”. ¿Mirás cuánto cariño? No puede ser de otra manera. Bueno, sí puede ser de otra manera, porque el mundo es mundo, puede ser que alguien que conozca a Abraham Gutman no lo ame, porque hay piedras que no saben lo que es una nube, pero la gente que es humanista, que sabe distinguir el trigo de la ortiga, termina queriendo y reconociendo la personalidad de Abrahamcito.
A Amín le costó trabajo coincidir con Abraham, pero una vez que ambos se identificaron y que Gutmita se enteró del objetivo, ya no hubo piedra en el camino. El doctor Aquino Juan (Premio Chiapas, en ciencias) dice que Gutmita goza de “una excelente y clara memoria”. Ah, no lo sabré yo que cada día disfruto de su memoria prodigiosa, de su capacidad de enhebrar motivos sencillos y aderezarlos, como si fuera un excelso chef literario, con el conocimiento humanista que posee, que está sustentado en su conocimiento del latín, del griego, del hebreo, del caló. En pocas palabras, Gutmita ha bebido el agua del mundo y riega todas las veredas que se acercan a él. Sin poses mamonas, Gutmita cuenta historias leídas y vividas, lo hace (insisto) con el tino del buen chef que sabe que el platillo más exquisito requiere una justa medida de los diversos ingredientes para obtener una buena sazón. De lo más sublime del conocimiento, Gutmita aterriza en una anécdota graciosa o en un chistorete. Dice que tiene un cuaderno con más de cuatrocientos chistes y en sus “manchadas” a veces me suelta uno o dos y yo lo disfruto a mares. Es mi privilegio.
Acá me desvié del tema, es homenaje a su carácter. Me estoy dando una buena “manchada”.
En el libro de Amín está Gutmita bien retratado, tanto como en la foto de portada, donde está él de barba (así debió ser el gran Abraham), con traje y una pipa en la mano. De fondo una serie de libros, alimento del espíritu. No sé cuántos años tenía en la foto. Ahora, a sus ochenta y seis años de edad, ya tiene el cabello blanco, imagino que no fuma pipa, el único humo que entra en sus pulmones es el del fogón a la hora que va al restaurante donde preparan las tortillas y se avienta uno o dos o tres tacos. Vive en San Ramón, en el municipio de Chiapa de Corzo. El frío le molesta, en cambio el calor es como ungüento para su cuerpo y para su espíritu. A mí me encanta la definición que un día dio, dice que cuando jugaban lotería, a la hora que el que llevaba la voz gritaba ¡la dama!, la esposa de Gutmita decía: “el delirio de mi esposo”. Ah, Gutmita, hombre lleno de vida, que roba corazones dejando a cambio el suyo.
Posdata: el libro de Amín está lleno de los hallazgos que Gutmita comparte con los lectores. Amín cumplió muy bien la encomienda autoimpuesta, indagar huellas de los judíos en el pueblo, sólo él hace estas labores delicadas y enigmáticas.
Gutmita se define como “campeón de la amistad”, es un viejazo chingón. Espero que un día Dios me conceda el privilegio de abrazarlo en vivo y a todo color, por el momento le envío mi cariño por esta vía. Sé, querida mía, que leerá esto que te cuento. Ah, es un hombre que siempre está en busca del asombro de la vida.
Algún otro día te comparto más del libro, libro que comparte un gran archivo fotográfico de su álbum familiar donde está enredada la historia de nuestro pueblo.
¡Tzatz Comitán!