lunes, 3 de diciembre de 2007

De más-tretas literarias

Terminó la feria internacional del libro, de Guadalajara. Un libro de Ángeles Mastretta (escritora poblana) fue el más vendido (un poquito más de 500 ejemplares).
Las estadísticas afirman que más gente asistió a la feria, y más gente compró libros. Es un buen signo.
Claro, es una pena que el libro más vendido "apenas" haya vendido quinientos ejemplares, pero, bueno, es ganancia en el entendido que el libro no es un pan compuesto o una memela (todavía no, por desgracia. El día que el libro sea consumido con el mismo gusto que el pan compuesto y que la memela, ese día, nuestro país "estará del otro lado" -y espero que este otro lado no sea Estados Unidos de Norteamérica).
Lo que sin duda estuvo en chino fue hallar un libro de autor comiteco en dicha feria. Los ayuntamientos, por lo regular, no están interesados en promover realmente la obra de los autores locales. ¡Es una pena! Hubiera sido un gran logro que el ayuntamiento comiteco tuviera participación en esta feria a través de autores comitecos. Un stan en donde se mostrara el esfuerzo personal de destacados comitecos hubiera sido maravilloso. Pero, ya se sabe, los políticos andan enredados en otros ajos. Qué pena.
El próximo ayuntamiento ¿tendrá la capacidad de ver un poco más allá? Esperamos que Eduardo Ramírez Aguilar sea un tipo con capacidad para entender que la promoción de la cultura comiteca es la mejor carta de presentación que puede obtener. Ojalá que no al fin de su trienio debamos escribir lo mismo que ahora escribimos: ¡qué pena!

DIOS TAMBIÉN RESUELVE CRUCIGRAMAS (17)
Comencé a llevar lo que llamé Inventario Divino. Adentro de cajas y sobres conservé muchos objetos. Debo acá decir que un día anoté en mi diario: "Dios es un Todo", por lo que guardar muestras de Dios en empaques individuales me planteaba un enigma que, a veces, me mantenía despierto toda la noche. Guardé en sobres granos de arena, estrellas de mar, corcholatas, granos de sal (que se evaporaron), patas de cucaracha y cientos de cosas más.
¿Ya hablé de Verónica? ¿No? Verónica fue mi amuleto de buena suerte al momento de abandonar para siempre Barra Oxidada. Ella, al principio, se fascinó con mi inventario. Claro, pensó que era una simple colección de objetos. La primera noche que subió a mi departamento en Puebla y vio los estantes de la sala llenos de cajas y sobres, abrió los brazos y se dejó caer sobre el sofá:
-¡Esta es una colección de pelos! -dijo, luego se paró y leyó las etiquetas-. ¿Puedo? -preguntó y sin esperar respuesta abrió sobres y paquetes hasta que sació su curiosidad.
Para ese tiempo yo había dividido el Inventario Divino en: cosas naturales, artificiales y sobrenaturales. En este último apartado tenía, por ejemplo, una cinta con la voz del fantasma que se aparecía en la casa de doña Pachita; tenía, además, una botella que conservaba el vaho que expiró un anciano minutos antes de su muerte. En la sala tenía las cosas naturales, y en mi recámara guardaba las sobrenaturales y artificiales. Esa noche Verónica sólo vio hojas, insectos y piedras.

(Continuará)