jueves, 13 de diciembre de 2007

Dios también resuelve crucigramas (25)

-Bebé, la otra noche te pedí que me dieras chance para pensar en tu propuesta. Bueno, pues ya le eché coco muchas noches y digo: ¡Sí, güey, sí me quiero casar contigo! Pero, espera, espera -dijo cuando me paré, la abracé y la besé-. Lee antes esta nota. Te veo en el departamento a las ocho -. Pidió la cuenta y cuando llegó la mesera, abrió su bolso y dijo: "Yo pago esta tarde. Soy feliz. Me casaré, me casaré". Pagó y salió brincando.
-Felicidades -dijo la mesera-. ¿Quiere tomar algo para celebrar?
-Sí, por favor, tráigame un té de manzanilla.
-En seguida se lo traigo -dijo y se fue entre las mesas y me quedé con las hojas en las manos. Las guardé en medio del libro que llevaba, las leería en el departamento. Claro, antes que Verónica llegara. En el camino compré queso y vino para celebrar.
Subí al departamento y puse un disco de Neil Diamond -el que más nos gustaba a los dos-. En la recámara abrí la gaveta del buró y saqué el anillo. La tarde que le pedí a Verónica que se casara conmigo ella no aceptó el anillo, me dijo que estaba noventa y nueve por ciento segura de su respuesta, pero me pidió que le diera unos días para que estuviera segura al ciento por ciento, y remató: "Cuando yo le diga a un güey que sí, es porque estaré segura que nadaré en su alberca por toda la vidurria".
Busqué el sacacorcho y abrí la botella de vino. Me serví un poco. Salí al balcón. La tarde era fresca. En el edificio de enfrente las dos mujeres veían televisión. A veces ellas salían al balcón y me veían. Éramos conocidos, pero siempre estaba el vacío en medio de nosotros. Entré. En la mesa de centro había dejado el libro. Saqué las hojas y las leí.

(Continuará)