viernes, 14 de diciembre de 2007

La luz del progreso

Hay más luz que sombra. Los corruptos y malhechores forman una minoría. En el país (y en Comitán, por supuesto) hay más gente buena que mala. ¿Por qué, entonces, el país está hundido en la miseria? Tal vez porque esta mayoría es una mayoría silenciosa y sin capacidad de acción.
El silencio, que es una virtud para el desarrollo espiritual del hombre, resulta una desventaja en el avance de la democracia. La inamovilidad, que es otra virtud para el desarrollo espiritual, también resulta una desventaja en el progreso de los pueblos.
En la medida que una sociedad es capaz de gritar las injusticias y de señalar a los corruptos; y en la medida que es capaz de organizarse y de realizar acciones para evitar tales desmanes, en esa medida ¡crece y se desarrolla en medio de la luz!
De nada sirve el grito de verdulera sino existe un movimiento encaminado a "desfacer entuertos".
La palabra debe ser el instrumento de la verdad, y la acción debe ser el instrumento del cambio.
¿Estamos realmente dispuestos a cambiar las estructuras equivocadas?
El poder insiste en mantener inamovibles las estructuras que ayudan a sus intereses personales. ¿Cómo puede interpretarse el reciente cambio en la Secretaría de Educación de Chiapas? ¿Cómo puede interpretarse el nombramiento de Jorge Constantino en una oficina de la Secretaría de Agricultura de Chiapas? Hay muchas lecturas de estos movimientos, todas válidas pero no reales al ciento por ciento. Lo único comprobable es que son movimientos para fortalecer las estructuras de un poder que sólo beneficia a los grupos que ostentan el poder y no, como debería de ser, para beneficiar a la mayoría de la población, esa mayoría de gente buena, honesta y chambeadora, pero que, por desgracia, es una mayoría silenciosa y sin capacidad de organización para propiciar el verdadero cambio.

DIOS TAMBIÉN RESUELVE CRUCIGRAMAS (25)
Al término tuve que inhalar fuerte. Yo, que siempre había estado tras su huella, jamás le había pedido nada a Dios. Cerré los ojos y le pedí que iluminara mi camino. Abrí los ojos, un rayo brilló a lo lejos, segundos después oí el trueno. Llovería.

Don Artemio me jaló. Había colocado dos sillas frente a frente. Ahí nos sentamos.
-A ver, Chucho, ahora sí quiero que me hables con la verdad en la mano. ¿Está bien? ¡Qué hiciste!
-No sé qué quiere decir.
-Quiero decir que allá afuera te están esperando más de diez mujeres. ¿Qué les hiciste?
-¿Yo? ¡Nada!
-No te hagas. No hay más Jesús que tú.
Volvió a jalarme del brazo y me llevó hasta el ventanal. Con una mano abrió tantito la cortina y con la otra señaló: un grupo de mujeres permanecía junto a los escalones. Todas veían hacia la puerta del salón.
-Nos están viendo -dije.
-Te están esperando. ¿Qué les hiciste? -dijo y me jaló de la camisa.
-Yo, nada, don Artemio. Se lo juro.
-Pues bueno. ¡Sal y a ver qué te dicen! ¿Está bien?
-Sí, está bien -Salí. Giré la cabeza y vi que don Artemio seguía espiando.
Las mujeres subieron al pórtico como si fueran gallinas en busca de maíz. Una mujer de collares enrollados en el cuello se acercó y me dijo:

(Continuará)