miércoles, 12 de diciembre de 2007

Dios también resuelve crucigramas (24)

-¡No, bebé, no! Eso es muy loco -dijo Verónica y escondió la cara entre sus manos.
Esa tarde cumplíamos diez meses de ser novios. Tomábamos un café en la terraza del local de costumbre.
Verónica, hasta ese momento, había agregado varios elementos al Inventario Divino. Aún creía que era una simple colección. Parecía tener una idea fija con las plumas. Después de la pluma de colibrí, había llevado al departamento una de pavo real, otra de codorniz y una más de urraca. Una mañana escondió las manos detrás de su espalda y me dijo que adivinara, después de varios intentos fallidos, mostró las manos y me entregó una pluma fuente que había comprado en un bazar de domingo. Era tal su entusiasmo y entrega a mi entrega y entusiasmo que, como acto de complicidad, le confesé el secreto esa tarde. Supo todo lo del inventario.
Después de varios segundos se destapó la cara y repitió: "Eso es muy loco". Como siempre que teníamos una discusión me pidió que no me moviera y se sentó en otra mesa. Ahí prendió un marlboro, sacó su libreta de notas y escribió y escribió. Regresó a la mesa, arrancó tres hojas y me las dio:

(Continuará)