jueves, 27 de diciembre de 2007

Dios también resuelve crucigramas 33)

Había un instante en que algo pasaba y la palabra se convertía en algo irónico e hiriente. Las mentadas de madre suplían el ingenio y los diálogos se convertían en algo lleno de baba como si la palabra emergiera de un tonel de pulque; pero ahí, también, en la palabra borracha, adquiría la chispa que brinca al golpear un machete sobre el metal. ¡Chinga tu madre!, decía algún bebedor al tiempo que estrellaba una botella contra el suelo, y yo temblaba, no de miedo, sino de emoción. La sonoridad de esas palabras superaba con mucho al estruendo de la botella rota.
El salón era como El Paraíso en donde cientos de Adanes elegían diferentes frutos del árbol del Bien y del Mal.

(Continuará)