domingo, 30 de diciembre de 2007

Dominguito sandunguero

Prendo este chunche y entro a leer la página electrónica de El Heraldo de Chiapas. Me topo con un texto de Nadia Villafuerte y lo disfruto; luego (¡sorpresa agradable!) me topo con un texto del fotógrafo Ariel Silva; por último leo "Las Turbocrónicas" de Marco Aurelio Carballo y ahí (¡qué desgracia!) me topo con una frase que Carballo escribe y ahora trascribo: "Por años he escuchado que TG es la ciudad de la burocracia chiapaneca y Comitán la hipocresía hecha pueblo".
¡No me gusta lo que cuenta el tal Carballo! Pero, pero, Marco Aurelio no hace más que repetir el dicho de algunas personas.
Todos hablamos de la feria según nos va en ella. El que está encaramado hasta mero arriba de la rueda de la fortuna habla diferente del pobre que le tocó viajar en la parte de abajo.
Yo soy comiteco y viví más de cuarenta años en Comitán, y viví muy a gusto. Si ahora hago un recuento de esos años la mayoría de recuerdos me entrega gente amable, afectuosa. Claro, también por ahí se cuelan unos grandes cabrones, pero, bueno es nuestra condición humana.
Sé que aquellos que me conocieron en Comitán también se dividen en dos grandes conglomerados: los que me recuerdan con aprecio y los que no pueden verme ni en pintura.
¿De veras Comitán es un pueblo hipócrita? No dudo que existen muchos dobles caras, pero la mayoría de comitecos es gente bien, amable y sincera. La mayoría demuestra, día a día, que la frase escrita por Carballo no puede ser aceptada como una generalidad. Marco Aurelio debió escribir que en Comitán ¡hay hipócritas!, así como lo hay en su Tapachula de nacimiento y en cualquier parte del mundo.
En Comitán aprendí que la palabra empeñada tenía un valor fundamental. Esta piedra no es piedra de los hipócritas.
Pero, bueno, debo admitir que sentí un retortijón cuando leí la frase escrita por Carballo, mas luego me di cuenta que Comitán, igual que cualquier pueblo del mundo, tiene piedras pesadas que no arrastra el río, por más limpia que sean sus aguas.
Por mi parte tuve la suerte de conocer la cara bonita del pueblo, tal vez porque nunca me metí mucho con las personas, tal vez porque, más que nada, me dediqué a beberme sus calles, sus plazas y sus cielos. Y esas nubes que bebí son las más bellas nubes de todos los cielos.
Comitán es un pueblo y como todo pueblo pequeño está inmerso en un infierno grande. A final de cuentas todas las comunidades arrastran defectos y virtudes. Los pueblos y ciudades son el espejo del modo de ser de los hombres. No hay un pueblo inmaculado.
Cada quien habla como le va en la vida. A mí la vida me bendijo cuando me hizo nacer en Comitán, uno de los pueblos más afectuosos del mundo.