viernes, 29 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON BARCOS QUE NO LLEGARON A PUERTO

Querida Mariana: la abuela Shlomit murió hace años. Ella fue abuela del escritor Amós Oz. Por fortuna ya no vivió esta pandemia. Habría sufrido mucho. Ella, cuando, en 1933, llegó a Jerusalén vio lo que le rodeaba y dijo: “El Levante está lleno de microbios”. Esto lo cuenta Amós en un libro prodigioso: “Una historia de amor y oscuridad”, que es una autobiografía, escrita con talento y pasión. En la portada (edición Siruela) aparece una fotografía en blanco y negro; ahí está el niño Amós acompañado de sus papás. Amós, niño bello, tiene ojos claros, canicas de ámbar; flequillo; orejas grandes y labios tan perfectos que parecen modelados por Miguel Ángel. En el momento de la fotografía él no sabe que, de grande, será el soberbio escritor que es; su abuela Shlomit tampoco lo sabe; ella sólo sabe lo que vive: el terror que le provocan todos los microbios. Mientras millones de personas en el mundo ignoran ese aterrador mundo microscópico y comen tacos en la calle y beben agua de charcos; hay personas que se obsesionan por ese peligro latente. Qué bueno que la abuela Shlomit no vivió estos tiempos de virus letal. Habría vivido con indecible pavor. Se habría muerto de terror. Porque ella no habría sido del grupo de personas que, en octubre de 2021, acude a los estadios para ver un encuentro de fútbol soccer y se quita el cubrebocas a la hora que bebe agua y grita desaforadamente cuando el árbitro marca una falta inexistente o grita cuando el delantero de su equipo favorito se tira de palomita e impacta el balón con su frente y lo coloca donde “las arañas tejen sus redes”. ¡Gol, gol, gol!, grita la multitud y millones de gotas de salivas con millones de bichos salen de las bocas de miles de aficionados. ¡No! La abuela Shlomit fue del grupo de quienes saben que el mundo está lleno de microbios. Qué bueno que ella no vivió este tiempo. Desde el balcón de su casa, con cubrebocas, careta y gel en la mano, habría gritado: “¡El Levante está cubierto de virus!” Conocí a dos personas que se adelantaron en medidas sanitarias en los años ochenta, que pronosticaban lo que viviríamos, ellos fueron integrantes del Club de la Abuela Shlomit; una de ellas lavaba las llaves en forma frecuente; la otra, siempre llevaba un frasquito con alcohol, que usaba para echarse en las manos después de saludar a alguien. Ellos, igual que la abuela, sabían que en Levante, y en todo el mundo, proliferan millones de microbios. El niño Amós, cuando quedaba a dormir en casa de la abuela, era sometido a un baño que bien podríamos llamar proceso de desinfección al extremo. La abuela colocaba una solución antiséptica en la bañera; restregaba la espalda del nieto con un estropajo, hasta dejar la piel roja. El niño escuchaba una y otra vez la explicación de la abuela, quien, adelantada a su tiempo, sabía que al dormir, los cuerpos humanos expulsan restos de células muertas y en ellos se reproducen microbios y bacilos. ¿Has oído de los millones de ácaros que juegan en nuestras almohadas de todas las noches? La abuela, cuenta el nieto, decía que todas las noches, los bichos microscópicos andaban por los cuerpos y ellos eran causantes de muchas enfermedades. Los tiempos actuales no se conformaron con los millones de microbios, ¡no!, tiempos cabrones nos obsequiaron, ¡pucha!, un mojol brutal: un virus. La palabra virus quiebra el cristal de la tranquilidad, es una piedra que expande ondas en el lago transparente del espíritu. Gracias a Dios, la abuela Shlomit ya no vivió este horror pandémico. No sabría cómo evitar que su nieto se contagiara. Ahora lamentaría muchísimo que el mundo hubiera perdido el genio literario de Amós. El mundo lamenta la pérdida de tanta gente hermosa, en todo Chiapas y en Comitán, este virus se ha llevado gente de gran valía. Posdata: la abuela tenía razón, la gente contamina los barandales, el dinero, los picaportes de las puertas; la gente estornuda a lo bestia, escupe en la calle, defeca en los solares. La gente desconoce lo que muy bien sabía la abuela de Amós: el Levante está lleno de microbios; y en estos tiempos, respetada señora ya difunta, abuela de Amós, el mundo está lleno de un virus maligno, que jode tanto como lo hicieron sus pinches primos en las anteriores epidemias que el mundo sufrió.