lunes, 11 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LA TRADICIÓN

Querida Mariana: Fernando Gómez hizo favor de enviarme esta fotografía. Me sorprendió la sombra de la marimba. El sol abandonó el cenit, por eso la sombra apenas había caminado tantito sobre el piso. Minutos antes estuvo justo en la vertical. Sí, tenés razón. La fotografía no tiene la claridad deseada. Pero este documento gráfico nos ayuda a comprender la cuerda de la tradición. Fernando me dijo que el primer personaje es Ramón Irecta Castellanos, recordado locutor de la XEUI, uno de los tres alegres compadres. En mi delirio y gana de descubrir los elementos de la foto, dije que Ramón sostiene en la mano izquierda un micrófono. ¿Sí mirás lo que miro? Los locutores (como varios hasta la fecha) actuaban como maestros de ceremonia en actos relevantes de la comunidad. Acá, Ramón actúa como maestro de ceremonias o realiza una transmisión en vivo para la radio. Sostiene el micrófono para captar la música de la marimba que es ejecutada por cuatro niños. Alcanzo a ver al final de la fila, inicio de la marimba (donde está la sección de los bajos), un cajoncito bajo los pies del niño que está (igual que los otros niños) concentrado en la ejecución. El niño es pequeño, no alcanza la marimba. Eso no es impedimento. Su papá le coloca un banquito para que se ponga a la altura de los demás. Fernando me dio dos elementos más: el cuarteto está formado por los hermanos Castro, quienes, ahora, en el siglo XXI, siguen siendo destacados músicos comitecos; y el acto corresponde a la celebración del Día del Maestro. Al fondo, donde hay un corredor generoso, un grupo de niños danzantes espera el llamado para entrar al patio y presentar su número, mientras tanto, el público asistente disfruta la actuación de Los Castro. El otro día comenté que así como el centro de la república tuvo a sus famosos Hermanos Castro (incluido Gualberto, quien fue un cantante con una de las voces más bellas de este país), Comitán también tiene a sus Castro. Acá está la evidencia. Los hermanos interpretan la marimba a la intemperie, soportando el sol, que nos regaló para siempre un maravilloso dibujo de la estructura de la marimba. La rotundez del instrumento musical, hecho con madera, parece despojarse de la piel y muestra sólo el esqueleto, qué bello diseño, como si, en lugar de estar hecha con madera de hormiguillo la marimba estuviera hecha con palillos chinos. Mi cabeza le ha dado mil vueltas a la imagen y no he logrado descubrir el secreto. Sólo porque lo veo acepto la evidencia. Cuando he estado cerca de una marimba la veo compacta, nunca imaginé que podría ver que el sol fuera una especie de rayos equis que plasmara en el patio de una escuela esta obra de filigrana. ¿Mirás cómo ya completamos el rompecabezas de la tradición? Una cuerda que sigue adornando nuestra identidad. Dije que aún existen locutores de las radios que son maestros de ceremonia. Ellos están acostumbrados a pararse frente al micrófono, algunos lo hacen con destreza, otros tataratean tantito, pero todos lo hacen con gran pasión. Hay muchos niños que continúan estudiando la marimba y son destacados marimbistas. Los niños Álvarez Solís (tres), al lado de su papá, también formaron un grupo infantil de ejecutantes de este maravilloso instrumento. Los festejos del Día del Maestro seguían realizándose en las escuelas, antes de la pandemia. El festejo al maestro, en realidad, era un feliz pretexto para fomentar las aptitudes artísticas de los alumnos. La mayoría de niños tiene gratos recuerdos de las presentaciones en bailables, declamaciones, interpretaciones musicales (bien tocando un instrumento o aventando gorgoritos de sus entonados pechos) o actuando en un sketch. Posdata: Fernando (siempre generoso) me compartió un instante que muestra un granito de la mazorca cultural de este pueblo. He visto muchas fotografías donde hay niños pequeños trepados sobre banquitos para alcanzar el teclado de la marimba. Es una imagen que dice mucho acerca de la vocación. Mi amigo Elías (basquetbolista de hueso colorado) mandó a instalar una canasta a un metro de altura, para que su hijo de escasos tres años lanzara una pelota de plástico y encestara. La tradición cultural pasa de mano en mano. En esta carrera de la vida, los mayores pasan la estafeta a los niños que, gozosos, la reciben con una amplia sonrisa.