viernes, 22 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, DONDE SE DICE QUE YO SÍ CONOCÍ A LOLITA ALBORES (Parte 11)

Querida Mariana: tiene rato que escribí la parte 10 de esta serie de cartas que tiene el título: “Yo sí conocí a Lolita Albores”, en alusión a la crónica que escribió doña Lolita y que tituló: “Sí conocí a Rosario Castellanos”. Ya ni recordás en qué quedamos, pero no te preocupés, ese es mi oficio. En la parte 10 comentamos que doña Lolita cuenta que Rosario y ella paseaban en el Bosque de Chapultepec que estaba enfrente de la casa de los papás de la escritora. Pero dije que entraríamos a un tema impresionante. Mirá qué escribió doña Lolita: “Los papás de Rosario guardaban una devoción enorme a Minchito. Tenían los restos que vinieron a traer a Comitán en un cofrecito y en otro más grande el retrato del niño siempre con flores y veladoras”. ¡Qué devoción! A ver lo desmenucemos, hasta donde se pueda. En el Museo Rosario Castellanos existe un mural con el título: “Hijito de quién sos”, pregunta que hacemos los comitecos para saber por dónde andan las raíces de la persona que está frente a nosotros. Ahí está parte del árbol genealógico de Rosario Alicia Castellanos Figueroa. Aparece, por supuesto, el nombre de su hermanito Mario Benjamín Eugenio Castellanos Figueroa, quien, en forma afectuosa, doña Lolita llama Minchito (costumbre comiteca de asignar diminutivos a las personas queridas). Mario Benjamín nació el 12 de octubre de 1926 y murió el 7 de julio de 1933; es decir, falleció cuando tenía la edad de seis años con nueve meses. ¡Dios mío, murió pichito! Todo mundo sabe que tenemos palabras para nombrar a quien se queda sin pareja por fallecimiento, a quien pierde a su papá o mamá, pero no hay nombre para los padres que se quedan sin un hijo. Hay viudos, viudas, huérfanos y huérfanas, pero ¿cómo se dice a quienes se les murió un hijo? Quienes han perdido un hijo cuentan del indecible dolor moral, aseguran que es el golpe más brutal de la vida. En el caso del fallecimiento de Minchito el impacto para los padres fue devastador. Rosario, en la novela “Balún Canán”, cuenta que la nana le asegura a la madre que su hijo morirá porque los brujos de la hacienda Chactajal lo están comiendo. La madre golpea a la nana, la corre; pero una mujer que echa las cartas confirma el dato. Apesadumbrada, la madre acude al sacerdote y le confía su pena, pero el padre le dice que acepte la voluntad de Dios y la respuesta de la madre es cruel: “Si Dios quiere cebarse en mis hijos… ¡pero no en el varón! ¡No en el varón!” Esta declaración quema la conciencia de la niña protagonista. Los lectores de la obra de Rosario sabemos que ella está hablando en primera persona, sus papás habrían preferido que muriera ella y no el varoncito. Cuando Minchito falleció fue enterrado en el panteón municipal de Comitán. Esto es un pendiente del rompecabezas, nadie sabe precisar con exactitud en dónde estuvo ubicada la tumba; pero cuando la familia quemó sus barcos en Comitán y viajó a la Ciudad de México para radicar allá, exhumaron los restos y ahí está como constancia el relato de doña Lolita, don César y doña Adriana conservaban los restos en un cofrecito, en su casa de la avenida Constituyentes, frente al Bosque de Chapultepec. Al lado de ese cofrecito estaba la fotografía del niño (otro pendiente, yo no conozco un retrato del hermanito de Rosario) que siempre tenía una veladora y flores. Los expertos en cosas de la iglesia católica establecen que ésta ya permite la cremación de los restos humanos, pero pide que las cenizas se coloquen en un lugar de oración y no en las casas. Ahora, en el templo de San José están construyendo una serie de nichos para que quienes lo deseen y tengan la paga coloquen ahí las cenizas de sus personas amadas. Cuando falleció una ex alumna muy querida, que se llama Mariana, igual que vos, su familia invitó a los amigos y parientes viajar a Tziscao, lago donde fueron esparcidas sus cenizas, fue un acto muy bello, muy noble, muy natural. No sé qué pensás vos, pero lo que hacían los papás de Rosario demuestra el grado de obsesión que tenían por su varoncito, como bien dice doña Lolita le guardaban una devoción enorme que tocaba terrenos de pesadilla, de niebla oscura. Posdata: los papás de Minchito le tenían reservadas las haciendas, pero el destino tiene formas extrañas de manifestarse: la muerte se llevó la vida del hijo varón y el presidente Cárdenas les quitó las haciendas.