domingo, 3 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UN MAPA DE COMITÁN AL FONDO

Querida Mariana: no sé si puede contar así, pero esta fotografía tiene tres planos: el primero es una celosía verde (maravillosa), luego una mesa de lectura con escritores chiapanecos excelsos (me excluyo), y un plano de Comitán en la parte posterior. Voy de atrás para adelante. Para esto explico que la fotografía corresponde a los años ochenta del siglo XX y fue tomada en la sala de exposiciones de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, por supuesto, antes de la remodelación más reciente. El plano, maravilloso, genial, de tamaño generoso, dice que es un plano de la ciudad de Comitán, donde muestra la “Distribución de sus aguas potables y desagües”. De este plano hay mil detalles para observar y comentar, pero, en esta carta, sólo diré mi emoción al leer algunos nombres de lugares, algunos que siguen estando en la memoria colectiva y otros que, por desgracia, están empolvados. Tzeltón es un nombre que seguimos mencionando. ¿Recordás la historia de la llegada a Comitán de nuestro santo consentido: San Caralampio? Pues sí, la historia dice que don Raymundo Solís llevó la imagen del santo a su rancho Tzeltón y Tata Lampo hizo el milagro que ahí no hiciera estragos la pandemia que asolaba la región de Comitán. Ah, qué bonita palabra. Otro nombre que perdura y aparece en el plano es Lopoj, hay un ejido que se llama Santo Domingo Lopoj. ¿Mirás qué nombres tan bonitos? Amín Guillén, quien es un gran investigador, sabe qué quieren decir estos nombres tan sonoros, tan bellos. Mirá (bueno oí), cómo se escucha la jota final: Lopoj. No hay muchas palabras que terminen con jota, la que conocemos todos es reloj, pero la jota de Lopoj es más sonora que la de reloj. El tío Armando no decía reloj, decía reloc: ¿qué hora tenés en tu reloc? Los nombres que digo que se empolvaron, y aparecen en el plano, son: Lagartijero y San Antonio La Laguna Manga de Clavo. Acá sí no hay necesidad de preguntarle a Amín, porque Lagartijero es palabra castellana y se explica por sí sola. ¿En dónde vivís vos? En el lagartijero. Mi madrina Elenita (en paz descanse) no habría vivido ahí ni porque le hubiesen pagado un millón de pesos. Ella, de niña, tuvo la experiencia ingrata de que un día, en el campo, trepó una lagartija por su pierna y llegó hasta el muslo. Cuando lo platicaba, su carita se llenaba de espinas, subía los hombros cuando recordaba las patas frías del animalito. ¿Y en la mesa de honor? ¡Ah!, una delegación de excelsos escritores de la ciudad capital de Chiapas. Eran tiempos en que el Instituto Chiapaneco de Cultura promovía la participación de escritores de valía en todo el estado. Los asistentes a actos culturales tuvieron la oportunidad de presenciar excelentes recitales. De izquierda a derecha están: Héctor Cortés Mandujano, uno de los más talentosos y prolíficos escritores de narrativa y de dramaturgia; Socorro Trejo Sirvent, quien en ese momento no pensaba que en 2018 recibiría el Premio Chiapas; Marisa Trejo Sirvent, poeta y destacada organizadora de encuentros internacionales de escritores; Joaquín Vázquez Aguilar, uno de los poetas más brillantes de Chiapas, manglar enormísimo de Cabeza del Toro; y el Arenillero. Mi amigo Paco Flores me regaló la fotografía. Él era, en ese momento, director de la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez, y era un generoso anfitrión. Tiempos bellos. Algunos vasos tienen agua, otros tienen refresco de cola, unos están a la mitad, otros siguen teniendo la servilleta con que fueron servidos. Quienes convivimos con el poeta Quincho, fuera del protocolo de mesas de honor, en mesas de restaurantes, sabemos que él nunca hubiese pedido ni agua ni refresco de cola, él pedía una cerveza. Era un deleite esa convivencia. ¿Y la celosía verde? Ya dije que mi amigo Paco era un excelente anfitrión, recibía en forma afectuosa a todos los invitados de honor. En esa ocasión mandó a colocar una serie de macetas con helechos, para decirle a la delegación de geniales escritores que llegaban a una tierra generosa, donde la vida se pinta de verde, de verde pino, de verde musgo. Posdata: de los cinco participantes, Quincho ya no vive. Una pena. Era un magnífico poeta y un excelso lector de poesía en voz alta. Por fortuna, hay muchos buenos poetas en Chiapas y hay buenos lectores de poesía, pero las personas que dominen ambos dones son escasos. Ay, he escuchado a muchos poetas que tataratean a la hora de leer su obra, su propia obra. Quincho era un lector exquisito. Murió en 1994. Una pena.