miércoles, 27 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON LIBROS Y LECTORES

Querida Mariana: mirá qué prodigio. Es la credencial que expedía la Biblioteca Central, de la UNAM. ¿Cómo decir la emoción que me causó ver este documento? Tuve, en algún momento una credencial similar. De las primeras encomiendas que hice en la UNAM fue ir a la Biblioteca Central y obtener mi credencial, documento que me permitió estar en contacto con cientos de libros. Juan Carlos y yo llegamos a la gran ciudad desde Comitán. En los años setenta, Comitán apenas tenía una biblioteca pública muy pishcul, con poco acervo. Al llegar al entonces Distrito Federal, hoy Ciudad de México, nuestro panorama intelectual tuvo una gran ventana. Decenas de bibliotecas estuvieron a nuestra disposición. Lo mismo sucedió con el cine. En Comitán veíamos las cintas que exhibían en el Cine Montebello y en el Cine Comitán. No existía una posibilidad de elección. En la gran ciudad hallamos decenas de salas cinematográficas y revisábamos la cartelera en los periódicos (lo hacía en el Esto, periódico deportivo, porque ahí Tomás Pérez Turrent, escribía sus críticas cinematográficas), pero no sólo estaban las salas comerciales, ¡no!, en la UNAM presentaban ciclos de cine de arte en los auditorios de las diversas facultades. La vida cultural se abrió como si fuera un mar infinito. Por supuesto que mi credencial de la biblioteca no la tengo. Juan Carlos, aparte de muchos otros dones, posee el don de conservar documentos personales e institucionales que dan cuenta de sus pasos por la vida. Soy un desordenado. Admiro a las personas que tienen conciencia de la historia y conservan documentos que nos ayudan a conformarla. ¿Cómo completás el rompecabezas si faltan piezas? La historia queda trunca cuando no hay manera de completar las panorámicas. La vida nos demuestra que somos un Todo orgánico, cada pieza es fundamental para completar el organismo social. Cuando Juan Carlos comparte sus testimonios en redes sociales nos ayuda a entendernos también. Te conté el otro día que leí el volumen 3 de los libros que reúnen los ensayos que Rosario Castellanos publicó en el periódico Excélsior. Ese volumen contiene los ensayos del periodo 1971 – 1974, lapso donde Rosario estuvo como embajadora de México en Israel. Gracias a esos ensayos podemos conocer, de primera mano, algunos aspectos y sentimientos de su estancia en aquel país. Hoy, Juan Carlos escribe en el mismo periódico donde Rosario escribió. Hoy, asimismo, Lety Bonifaz Alfonzo comparte en redes sociales instantes de lo que encuentra en Suiza, país donde desarrolla su importantísimo encargo como experta en el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la mujer. Lety también estudió en la UNAM y tuvo su credencial de la Biblioteca Central Universitaria. En más de tres ocasiones platiqué con María del Rosario, hermana de Lety, en la entrada de la biblioteca, ella salía y yo entraba o viceversa. No lo expresamos, pero nuestros rostros brillaban por el encuentro y por saber que seguíamos compartiendo espacios luminosos. Estábamos en la UNAM, en la gran ciudad de México. No me preguntés mi número de cuenta de la UNAM. No lo tengo. Acá vemos que el número de cuenta de Juan Carlos fue el 7265250-1, lo que significa que él entró a la UNAM en 1972. Cuando menos sé que los dos primeros números de mi cuenta fueron 75, año de mi ingreso a la Facultad de Ingeniería. Acá vemos que Juan Carlos fue alumno de la Facultad de Ciencias Políticas, vivía en Avenida Eugenia, número 1416, en la colonia Narvarte, incluso tenemos el número del teléfono de casa: 5438744. Te he platicado que doña Rome y don Robert, papás de Juan Carlos, tuvieron una casa de huéspedes en la Ciudad de México. Muchos comitecos llegamos a vivir ahí. Digo llegamos, porque, más o menos en 1977, también fui huésped de esa casa maravillosa. Al principio viví con una tía materna, mi tía Anita, quien tenía un departamento en la colonia Roma, pero de ahí fui expulsado, así que me pasé a vivir con otra tía, mi tía Josefa, tía por el lado paterno, en la misma colonia Roma, pero luego fui a pedir posada con doña Rome, ella, cuando supo que era hijo de Augusto Molinari dijo que sí, que podía recibirme, pero que no tenía más cuarto que uno improvisado, hecho de madera, en el patio posterior de la casa. Ahí me pasé. Un mes después tuve un ascenso y pasé a un cuarto de la casa. Sí, viví en la casa de Juan Carlos, en Eugenia 1416, en la Narvarte. Ahora que vi la credencial de Juan Carlos rescaté esa dirección en el buzón polvoso de mi memoria. No la recordaba. Posdata: acá está consignada la fecha en que Juan Carlos recibió su credencial de la Biblioteca Central: 17 de julio de 1973. ¿Cuándo recibí mi credencial? No tengo el dato. Bien dicen que ¡papelito habla! No tengo papelitos que hablen por mí. No tengo más que mi memoria pichancha y tal vez el testimonio de algún amigo que diga: sí, a lo lejos recuerdo que Alejandro fue estudiante de la UNAM, pero no sé, tal vez lo confundo. El número de cuenta de María del Rosario también inició con 75. ¿En qué fecha gestionó su credencial de la Biblioteca Central? ¿Cuándo Lety recibió este cartoncito genial que permitía llevar libros a casa, leerlos y regresarlos?