jueves, 21 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON SAVIA DE LA CEIBA

Querida Mariana: esta fotografía es de 2021. Quienes aparecen fueron mis compañeros en la secundaria del Colegio Mariano N. Ruiz. Acá, en primera fila están Julio Gordillo y Pedro Avendaño; en la segunda fila Tony Guillén y Luis Ortiz; y en la tercera fila están Rosa Elena Pulido y Carlos Conde. ¿Por qué están en el templo de San Sebastián? Porque asistieron a una misa de agradecimiento por volverse a reunir después de cincuenta años del egreso del Colegio. En el mismo espacio, cincuenta años antes, estuvieron en este templo, para agradecer a Dios por concluir la educación secundaria. Dije cincuenta años en forma muy apresurada. Ahora hago una pausa, tomo aire y repito las dos palabras: cincuenta años. ¡Padre mío! Medio siglo, que tuvo un pie en el siglo XX y el otro en el XXI. Por eso se reunieron, porque los expertos en vida nos recuerdan a cada rato que ésta es apenas un instante en el tiempo del universo. Fueron más compañeros quienes asistieron a la convocatoria que lanzó mi amiga María de Lourdes Guillén De León. Julio vive en Comitán; Pedró viajó desde Tuxtla Gutiérrez; Tony y Luis radican en nuestra ciudad, asimismo Rosa Elena, pero Carlos viajó desde la capital de la república, lugar donde radica. Cuando vi la fotografía recordé que de alumnos algunos preferían sentarse en la fila de atrás, procurando pasar desapercibido a la hora de las preguntas, pero acá (cincuenta años después) los integrantes de la fila posterior no se esconden, al contrario, se hicieron hacia el centro para salir bien en la fotografía. Carlos nunca eludió pregunta alguna, él, junto con Marcolfo Guillén, fue uno de los alumnos que siempre obtuvieron diez en todas las materias. ¡Cincuenta años después! Por eso asistieron a misa, para dar gracias a los espíritus divinos por la cuerda de la vida. Algunos compañeros de generación no asistieron esa mañana por la pandemia, otros porque ese día tuvieron alguna celebración especial (por ejemplo, Luis Molina, cuya hija se casó ese mismo día en la Ciudad de México o Elsita Barrios, quien estaba puesta y dispuesta para asistir en compañía de su esposo Armando Pérez, pero días antes del acto falleció su mamacita) y algunos más porque ya no llegaron con vida a este momento. Siempre que veo fotografías generacionales recuerdo con precisión la escena donde el maestro de la cinta “La sociedad de los poetas muertos” dice a sus alumnos varones que se acerquen a las vitrinas donde están fotografías de generaciones pasadas, les dice que son muy semejantes a ellos, jóvenes repletos de hormonas, invencibles, no obstante, todos están en el terreno donde las raíces toman su savia: la tierra, están muertos. Los muchachos abren los ojos al entender que la vida es apenas un guiño de luz. En ese instante les pide que se acerquen más y que escuchen las palabras que son la herencia que les dejaron: ¡Carpe diem!, que en buen español significa que se debe aprovechar el momento. La vida es suma de instantes, luminosos algunos, ominosos otros. Nadie tiene la certeza de la longitud de su cuerda individual. Estos seis muchachos, savia de mi árbol colectivo, acudieron a la reunión donde celebraron cincuenta años de finalizar la educación secundaria en nuestro amado Colegio. Esta fotografía consigna un instante previo a la ceremonia religiosa. ¿Qué ave volaba en ese momento por sus mentes? ¿Quién sabe los pensamientos que tuvimos cincuenta años antes en ese mismo espacio? Posdata: dentro de cien años algunos muchachos se acercarán a esta fotografía y un maestro dirá a sus alumnos que se acerquen y escuchen las voces de estos seis muchachos y escucharán el mensaje de siglos: ¡Carpe diem, aprovechen el instante! El instante se diluye. Fue apenas ayer que, muchachos, jóvenes, terminamos la secundaria y nuestro horizonte era lejano. Hoy, la vida nos acerca cada vez más al final, cada paso nos bota dientes, nos quita cabellos, nos pone arrugas, nos injerta los clásicos achaques. Bueno, no todos, ahí está Carlos que tiene una cabellera de chavo setentero. Carpe diem. La vida se agota. Eso lo saben muy bien estos muchachos, por eso volvieron a reunirse, a darse un abrazo, en plena pandemia, porque la vida, siempre, está por encima de la muerte, hasta que ésta llega y volvemos al polvo de donde provenimos.