jueves, 14 de octubre de 2021

CARTA A MARIANA, CON UNA FOTO SUBLIME

Querida Mariana: esta fotografía llamó la atención en redes sociales. La tomó mi amigo Francisco Morales, en 2014. El templo que se ve es el de la Cruz Grande, donde se venera a Santa Teresita. La fotografía es sensacional porque Francisco hizo una selección sublime de elementos. La imagen no tiene más que el fondo de un cielo limpio, un haz generoso de verdes y dos construcciones, una que corresponde a los tiempos prehispánicos y otra a los tiempos presentes. Al fondo, arriba del espacio intermedio entre la torre izquierda y la cruz se advierte una breve pincelada horizontal que corresponde a una estructura preshipánica. El cerro y la zona arqueológica tienen el nombre de Junchavín. Algunos expertos dicen que la palabra Junchavín tiene el siguiente significado: Jun: uno y Chavín: guardián. Así pues, si Rosario Castellanos nos enseñó que el viento es uno de los nueve guardianes del pueblo, acá tenemos otro de los guardianes. Francisco nos obsequió una imagen maravillosa, unió, gracias a su talento, dos tiempos distantes, pero cercanos en nuestra identidad. Acá hay algo como una cuerda de luz que une dos cosmovisiones: la maya y la de los conquistadores. Ahora, a quinientos años de la caída de Tenochtitlan en manos de los conquistadores españoles, hay un debate en el país. Esta fotografía de Francisco en el siglo XXI demuestra que nuestra patria está hecha de ambas culturas. Somos un pueblo mestizo, mezcla de lo indígena y de lo español. Después de quinientos años nos sentimos orgullosos del pasado indígena. Los pobladores prehispánicos lograron edificar construcciones como la que se aprecia en el fondo de esta fotografía y como la soberbia zona de Tenam-Puente, sólo por mencionar dos espacios cercanos a nuestra ciudad; pero también nos enorgullecemos de lo que conforma parte esencial de nuestra identidad. Los comitecos católicos (que siguen siendo mayoría entre las diversas religiones de la ciudad) celebran a Santa Teresita y a la Cruz Grande. Los comitecos nos apropiamos (como muchos pueblos de Hispanoamérica) de la religión que trajeron los españoles y, sobre todo, atesoramos la lengua que ellos nos injertaron: el maravilloso idioma de Cervantes, la lengua española. La exquisita gastronomía comiteca es una soberbia mezcla de lo indígena con lo español. Muchos de nuestros platillos tienen ingredientes profundamente mexicanos, como el maíz, pero, asimismo, comemos tamales de azafrán; es decir, el maíz prehispánico recibe la especia llegada del otro lado del mar. La discusión de la brutalidad de los conquistadores sólo es válida si sirve para pintar una línea recta en el horizonte de nuestro destino presente. Los comitecos de estos tiempos estamos hechos a imagen y semejanza de los elementos de esta fotografía única de Francisco, de ahí venimos, nuestro árbol genealógico es un genial injerto de la cultura maya y la cultura española. Millones de mexicanos adoran a la Virgen de Guadalupe sin dejar de reconocer la belleza del mito de la Tonantzin. Nadie hace antorchas en homenaje a Tonantzin. La iconografía mexicana tiene a la Guadalupana como uno de los símbolos populares de este país, el cura Hidalgo tomó un estandarte con su imagen y gritó: “A coger gachupines”. Es parte del proceso de crecimiento de una sociedad, se niega la herencia para tratar de descubrir la identidad. Posdata: Francisco tomó una fotografía única. Tal vez, sólo digo que tal vez, jamás volverá a existir una imagen similar de este nuestro Comitán. ¿Cómo convocar de nuevo a esos maravillosos verdes que acá se ven? Me maravilla observar cómo se puede decir tanto con una imagen. Por eso vivimos en el siglo de la imagen. Claro, no todas las imágenes son tan valiosas como ésta.