sábado, 13 de mayo de 2023

CARTA A MARIANA, CON DESTELLOS JUVENILES

Querida Mariana: hace tres años la vida cambió radicalmente. Un “bicho” apareció y modificó la rutina bendita del mundo. Comitán no fue la excepción, la autoridad recomendó que permaneciéramos en casa, que estuviéramos en confinamiento. En todo el planeta se diseminó el bicho y los noticiarios televisivos, radiofónicos y en redes sociales dieron cuenta de millones de decesos provocados por ese bicho. El Covid 19 nos jodió la vida. Vos y yo tuvimos muchos conocidos que se enfermaron y fallecieron. No sabíamos qué hacer, la incertidumbre fue un invitado no agradable, pero que entró a casa y se sentó bien tranquilo, mientras nosotros teníamos mucha intranquilidad. El 5 de mayo de 2023, días después que la Organización Mundial de la Salud lo hiciera, el gobierno de México levantó la emergencia sanitaria. El bicho sigue presente (seguirá), continúan las recomendaciones a no bajar la guardia, pero la emergencia ya quedó atrás, ojalá por siempre. Ah, sí, mi niña querida, que ya desaparezca este bicho, que se evapore, que sólo sea recuerdo de una terrible pesadilla. El jueves 11 de mayo fui al Cobach 10 de Comitán, Paty, editora ejecutiva de Arenilla-Revista, fue invitada a fungir como jurado del concurso de oratoria de los Encuentros Micro Regionales Deportivos y Culturales de este año. Se me ocurrió acompañarla, para que, mientras ella cumplía con su encargo, yo me dedicara a curiosear, como fue día de fiesta para esta institución educativa no tuve mayor problema en ingresar y en desplazarme en todos los espacios. No me arrepentí de mi decisión, porque disfruté el festejo cultural. Este tipo de encuentros permite la convivencia entre alumnos de diferentes planteles de la región, ya luego, los seleccionados, irán a la convivencia estatal. ¡Maravilloso! El encuentro de pintura fue en el patio principal, cubierto con un domo majestuoso (el director me aseguró está bien construido y no corre peligro de colapsar, como ya sucedió, desgraciadamente, en otra institución educativa del estado). El tema me encantó: “Flora y fauna de Chiapas”. Cinco muchachos colocaron sus caballetes, telas y pinturas (al óleo o acrílicos) y, frente a compañeros, maestros, curiosos (como el Molinari) se pusieron a trabajar, con cierto nervio, pero felices, porque eran vistos y porque estaban haciendo algo que les gusta. Ya no supe el resultado del concurso de pintura, porque el concurso de oratoria terminó antes y Paty y yo debíamos cumplir con otros encargos, uno de éstos: la exhibición de un video en el Colegio Mariano N. Ruiz, donde participaron tres alumnos del maestro Ignacio Constantino, con la presentación del Modelo Atómico de Rutherford. Mirá pues, otra muestra sensacional de la creatividad de los muchachos. Amayrani Rivera Ortiz, Humberto Ruiz Estrada y Gerardo Augusto Velasco Marín, estudiantes del segundo semestre de bachillerato del Colegio Mariano N. Ruiz subieron al escenario del Salón de Actos y frente al rector Maestro José Hugo Campos Guillén, químico Ignacio Constantino, compañeros de aula y cámaras explicaron el Modelo Atómico y cómo hicieron las maquetas que ilustraban tal modelo. ¡Todo de calidad! Pero antes de retirarnos del Cobach, plantel 10, en Yalchivol, platiqué con tres chicos cobachenses, también estudiantes del segundo semestre de bachillerato. ¡Ah, mi privilegio! Siempre me gusta platicar con chavos, me encanta ver sus modos de comportamiento, conocer cómo enfrentan las vicisitudes de la vida de este convulsionado siglo XXI. Los tres estudiantes fueron muy amables conmigo y dieron su testimonio, breve porque el tiempo no dio para más, acerca de estos tres años donde la vida estudiantil, familiar, social, afectiva, se modificó. Estos chicos son parte de la generación que vivió y sobrevivió la pandemia más atroz del inicio de la tercera década del siglo XXI. Lo que vivieron será motivo de conversación dentro de veinte o treinta años. Vivieron una emergencia sanitaria de proporciones gigantescas. Dios mío, los expertos alertan que el mundo vivirá en el futuro (ojalá lejanísimo) una oleada semejante o más letal, por eso, los seres humanos debemos estar prevenidos. Esta idea la sintetizaron los chicos cobachenses, al decirme que debemos ser más responsables con el cuidado del Medio Ambiente. En un pasillo de los jardines del plantel hay un cartel que dice que debemos cuidar el Medio Ambiente para que esté completo. Sonreí al leerlo, porque recordé que en fechas pasadas el presidente de la república se aventó la misma reflexión simpática, casi chistorete, que no satisfizo a los ambientalistas serios. El presidente dijo: “la palabra ya no me gusta, cómo que Medio Ambiente, en dónde quedó el otro medio pues…” Los chicos sí están conscientes de que es necesario ejecutar acciones a favor del Medio Ambiente, a fin de que la vida en la Tierra sea más benigna. Por fortuna, en su plantel vi que los jardines están bien cuidados, hay arbolitos que provocan sombras agradables, que proveen el necesarísimo oxígeno para que haya vida. Denisse, Rocío y Luis Eduardo, de 15, 16 y 17 años de edad, respectivamente, coincidieron en decir que debemos cuidar el mundo, que debemos hacerlo desde nuestra pequeña parcela. Sí, tienen razón, en Comitán debe haber una intensa campaña de reforestación, debemos sembrar más arbolitos. Vos y yo hemos platicado que en los años cincuenta del siglo pasado había muchas casas con sitios, donde había árboles plantados. Comitán siempre fue alabada por su clima generoso, siempre se dijo que era un pueblo con clima templado, agradable. En estadísticas de esos años constatamos que la temperatura más alta era de 23 grados centígrados, ah, chulada de maíz prieto. ¿Ahora? Pucha, ese mismo día, Paty y yo nos paramos frente al templo de Santo Domingo, en la sombrita y vimos que la temperatura era de 33 grados centígrados, a la sombra. ¡Padre eterno! Necesitamos sembrar más árboles, sembrarlos y cuidarlos, para recibir la bendición de su abrazo. Rocío, Denisse y Luis Eduardo siguen usando cubreboca. Este chunche no es el ideal, el ideal es andar respirando con total libertad, sin tapabocas, pero la humanidad ha usado la mascarilla para protegerse en tiempos de epidemias y, sobre todo, en tiempo de pandemias. El cubreboca, a pesar de todos los inconvenientes que conlleva, ha protegido de contagio a millones de personas en el mundo. Lo ideal es que todo mundo ande libre, respire como respiran los pajaritos que vuelan tranquilos y felices por los cielos, hasta que algún jodón con rifle veintidós o resortera los molesta. ¡Qué vocación tan jodida del ser humano! Es irrespetuoso con la naturaleza, por eso nos va como nos va. Denisse Ariana Vilchis Gordillo vive con su mamá, papá y hermana mayor. Su mamá, doña Serafina Gordillo, es maestra de kínder. Denisse prefiere estar afuera de casa, no le gusta esa sensación de encierro y, sin embargo, en pandemia debió quedarse en casa y recibir clases en forma virtual, cuando llegó el modelo híbrido dio un respiro, porque ya volvió a la escuela y estuvo de nuevo en contacto con los compañeros, con la vida. Su secundaria la estudió en la 14 de septiembre. Ya no recuerda bien la pesadilla que vivimos, pero sí recuerda que dedicó bastante tiempo a leer, a escuchar música, a hacer tareas y a limpiar la casa, pero extrañaba el mundo de afuera. Le pregunté si tuvo conocidos que se enfermaran y fallecieran, me dijo que sí, que esas personas murieron porque no supieron cuidarse. Rocío Morales Monzón nació en Comitán, igual que Denisse y Luis Eduardo, vive sólo con su mamá, Doña María Gloria Monzón, quien es secretaria. Viven en el barrio de Yalchivol, le queda cerca su escuela. Rocío me contó que no fue fácil el encierro, su mamá debió seguir trabajando y siempre estaba la incertidumbre y temor de que fuera a contagiarse allá afuera. Ella también estudió la secundaria en la 14 de septiembre, salía de su casa e iba a un ciber cercano para cumplir con sus tareas, salía con cubrebocas, con gel, con toallitas desinfectantes y procuró siempre mantener una sana distancia, hasta donde eso fue posible, pero a veces sentía la necesidad de quitarse el cubrebocas porque sentía asfixiarse. Luis Eduardo Córdova Rivera vive en la Calle de Los Magueyes, qué nombre tan bonito, tan cercano a la identidad comiteca. Me gustó la definición que dio acerca de la pandemia, me dijo que le sorprendió cómo “algo tan chiquito afectó tan fuerte”. Uf, Luis Eduardo se contagió dos veces, “me logré recuperar milagrosamente”. No necesitó hospitalización, en casa recibía su medicamento y fue auxiliado en forma diaria por personal sanitario. Por fortuna no necesitó oxígeno especial, pero Luis Eduardo, quien siempre es muy sociable, le afectó el encierro a grado tal que se deprimió, bajó sus calificaciones, poco a poco se recuperó, mientras estuvo en cuarentena se dedicó a dibujar y a “crear obras literarias”. Genial. A ver qué día podemos ver algo de su obra. Su pasatiempo favorito es la lectura y escuchar música electrónica. Posdata: los chicos me platicaron tantito de su experiencia vital. Hizo falta más, mucho más, pero algo pepené. Faltó que me dijeran sus sueños, cómo vislumbran el futuro, que siempre es impredecible, y en estos tiempos ¡más! ¡Tzatz Comitán!