viernes, 5 de mayo de 2023
CARTA A MARIANA, CON MISTERIOS
Querida Mariana: andamos por la vida como si todo estuviera frente a nosotros. Escuchamos noticiarios, vamos al parque, cenamos panes compuestos, andamos en bici, subimos a montañas, vamos al cine, chismeamos en el Facebook, trepamos al auto y vamos a lugares cercanos o lejanos. Todo lo hacemos como si la vida nos mostrara su verdadero rostro. Pero no es así, por debajo o por detrás de ese magnífico escenario de mercados, de estadios de fútbol, de plazas comerciales, de ríos contaminados, de zonas taladas, de fábricas contaminantes, de bloqueos carreteros, de levantones, de accidentes, hay algo que no advertimos, que nuestra mirada no acaba de procesar. En la vida, desde siempre, hay algo que los seres humanos, a falta de más precisión, han llamado misterio, porque misterio es la cuerda en donde colocamos los abalorios que no llegamos a comprender a cabalidad. ¿A cabalidad dije? Qué bobo. En realidad, no alcanzamos a entrar, es como si nos paráramos frente a una casa con una puerta tapiada con mil candados. El misterio no nos permite entrar, pero intuimos (porque tampoco somos tan tontos) que ahí están las grandes respuestas de la vida.
¿Recordás que el otro día, al ver una fotografía de Chinkultic asomó la pregunta de cómo los compas de ese tiempo construyeron ese prodigio? Esos templos ceremoniales tienen siglos de haberse construido, representan una verdadera proeza. Todos los que nos paramos frente a una de esas edificaciones nos preguntamos cómo tallaron las piedras con tal perfección. Ya no digamos lo que ven los visitantes de ese portento que se llama Pirámide del Sol, en Teotihuacán, o lo que ven quienes llegan a Toniná o los que se han parado frente a la Pirámide de Gizeh. Pucha, los antiguos construyeron la tumba para el faraón, pero lo hicieron sin escatimar recursos, a lo grande, pues. Ni en sueños he estado en Egipto, pero cuando veo fotos de esas pirámides no veo más que arena en el desierto. ¿De dónde pepenaron las piedras para construir esas montañas divinas? He visto documentales con la explicación racional y me sorprendo, porque el esfuerzo fue titánico y porque no terminan de convencerme. Por ahí, digo yo, hay un misterio. Vos y yo hemos comentado en muchas ocasiones el genio de los científicos que mandan cohetes al espacio. Asimismo, hemos dicho que, dentro de su enorme grandeza, la ciencia del siglo XX se miraba bien pishcul. Para enviar un transbordador al espacio lo trepaban encima de otro avión, como si fueran chapulines echando cotz. Gran prodigio, pero menor. Los antiguos poseían un conocimiento que no nos ha sido develado, al que no hemos podido acceder, porque la vida está llena de misterios. No hay misterio menor, todos son enormísimos.
El otro día, mi admirado Omar Ruiz removió el hormiguero, preguntó si alguien podría dar datos del túnel que existe en el subsuelo comiteco. ¿De verdad existe? Varios compas dieron su opinión, pero nadie supo decir con certeza la ruta del supuesto túnel y la función para la que fue creado. Como es costumbre, después de la polvareda todo volvió a tomar su cauce rutinario y nadie más hizo comentario alguno. Ese túnel es uno de los grandes misterios del pueblo. Caminamos todos los días como si nada, como si el escenario estuviera completo, pero lo que Omar señaló es como una clave: hay más cosas de las que vemos en la superficie, siempre hay elementos que están apuntalando nuestro mundo, pero que son como pilotes de cimentación, que no se ven, pero que están presentes, porque de lo contrario todo se vendría a pique.
Posdata: me encanta la definición de la palabra misterio: “cosa arcana o muy recóndita, que no se puede comprender o explicar”. ¡Ah, genial! Por eso también me encantan las personas que andan por la vida soltando sus conocimientos con gran certeza, como si tuvieran las claves del universo en sus manos. ¡No! Los iniciados reconocen que hay misterios insolubles, cuyas raíces siguen enterradas. Son muchas las cosas que desconoce el ser humano. Ahora vivimos una maravillosa revolución tecnológica, ahora cada vez nos sorprendemos más por la llamada Inteligencia Artificial; pero deberíamos seguir sorprendiéndonos por los grandes misterios, los que tienen las grandes respuestas y a las cuales no tenemos la capacidad de acceder. Si la vida es un misterio, ya ni hablamos de la muerte: el gran misterio de la vida. ¡Pucha!
¡Tzatz Comitán!