sábado, 20 de mayo de 2023
CARTA A MARIANA, CON UN PIE EN EL UMBRAL
Querida Mariana: hace algunas semanas celebramos los cuatrocientos noventa y cinco años de la fundación de Comitán. Lo celebramos gracias a la iniciativa ciudadana de un grupo de valiosos comitecos. En este grupo aparecieron nombres importantes: Chusy Coutiño, Toño Zamudio, Rosy Cancino, José Ramón Domínguez, el fotógrafo Frankof y otros destacados personajes. Ellos, gracias al apoyo de empresarios comitecos y del senador Eduardo Ramírez, se aventaron el compromiso luminoso de realizar el festejo. Convocaron a todo el pueblo comiteco a unirse en la celebración.
Qué grupo tan maravilloso de comitecos, en forma responsable nos recuerda cada año (desde hace cinco) que debemos preservar y fortalecer nuestra identidad. Vos y yo conocemos a muchas personas que aman el pueblo y se sienten orgullosas de nuestra cultura, nuestra forma de ser. Este grupo de comitecos nos alienta a seguir sembrando espigas de luz en nuestro entorno.
Pero, esto también es importante, debemos recordar que Comitán no es sólo producto del mestizaje; es decir, Comitán no nació cuando llegaron los conquistadores españoles, cuando inició el trabajo de los misioneros (cuyos nombres están inscritos en una placa que mandó a colocar, en la fachada del templo de Santo Domingo, el padre Carlos J. Mandujano, con motivo del Cuarto Centenario del inicio de la Evangelización). ¡No! Comitán viene de mucho tiempo atrás. Nuestra identidad no sólo está hecha de la cinta española, también, ¡por supuesto!, está bordada con cinta indígena, a mucho orgullo.
Hace días apareció una nota que pasó desapercibida, el fallecimiento de Gudrun de Lenkersdorf. ¿Quién fue ella? Para comenzar diré que fue esposa de don Carlos Lenkersdorf. Mi querido amigo Luis Armando Suárez Argüello (editor de Editorial Entre Tejas) escribió que los Lenkersdorf “llegaron a Chiapas en los primeros años de los setentas, allá por 1972. Primero estuvieron en la Diócesis de San Cristóbal, un tiempo y después se trasladaron a Comitán, en los terrenos de la Castalia…”
En efecto, Don Carlos y Doña Gudrun vivieron en una casa detrás del templo de Yalchivol, sus hijos estudiaron en el Colegio Mariano N. Ruiz. El aporte de ambos estudiosos fue fundamental para la historia de esta región.
¿Por qué menciono a Doña Gudrun? Porque ella nos dio datos importantes de la vida de esta región antes de la llegada de los españoles. Para entender la compleja personalidad de los comitecos es preciso tener conocimiento de los tiempos prehispánicos y de la Colonia. Cuando leí un artículo que Doña Gudrun escribió para el maravilloso libro “Comitán, una puerta al sur”, entendí que la cercanía de Junchavín es prueba palpable de nuestro origen Mayense. Los comitecos estamos hechos de una mezcla singular: la española y la indígena. Hablamos de vos (herencia castellana), pero mencionamos palabras de lenguas indígenas: lek, kujchil y cotz, sólo como mínimos ejemplos.
La celebración de los cuatrocientos noventa y cinco años alude a nuestra etapa de mestizaje, de cuando llegaron los conquistadores españoles; falta que agreguemos el fascinante periodo prehispánico. En la medida que fortalezcamos ambas ramas nos sentiremos más chentos de nuestra grandeza. Ya te mencioné que mi admirado amigo Juan Carlos Gómez Aranda escribió el otro día en un artículo publicado en Excélsior que Comitán es “capital cívica y cultural de Chiapas”, nuestro esplendor viene de hace muchos siglos, de mucho antes que llegaran los conquistadores a legarnos una nueva religión y un nuevo idioma.
Pero, no sé vos, yo desconozco mucho de tiempos lejanos (bueno, yo desconozco incluso mucho de tiempos más recientes). No obstante, el otro día hallé un artículo donde la maestra María Trinidad Pulido Solís, explica con manzanitas el origen de Comitán, no como la gran ciudad mestiza que es hoy, sino desde tiempos remotos, para eso está de muestra, como lo dijo la doctora Gudrun: el Junchavín. El cerro Junchavín lo tenemos a la mano. A veces me paro en el parque central y miro hacia el barrio de La Cruz Grande, me encanta ver, en primer plano las torres del templo de El Calvario y al fondo el cerro donde están los montículos de Junchavín, veo que ahí hay una apretada pero maravillosa síntesis de ese sincretismo histórico, allá en la cima del cerro las construcciones prehispánicas y acá, en el centro de nuestro pueblo, las construcciones del Comitán formado por los españoles. Hay que ver un poco más hacia el Junchavín.
La historiadora María Trinidad da un dato interesante, dice que en la época prehispánica apareció un personaje “misterioso y mítico”. Esto es muy importante, cuando dice que es misterioso nos está diciendo que no hay datos precisos y cuando menciona que es mítico nos habla que, tal vez, no corresponde a ciencia cierta a la realidad. La cuestión es que, asegura la historiadora, el tal personaje mítico y misterioso se llamaba Votán, era descendiente de los Maya-Quiché. ¿Mirás la trascendencia del dato? El tal Votán venía de la región centroamericana y él se dedicó a fundar pueblos en lo que hoy es Chiapas, uno de los pueblos fundados fue, por supuesto, el nuestro, el también mítico Balún Canán. ¡Claro! Por esto los lingüistas dicen que el nombre de Balún Canán es un nombre de origen mayense que significa nueve estrellas. Pucha, el nombre es bellísimo y el significado ¡mayor! Sale, hasta acá todo bien. Pero luego la historiadora Pulido menciona que después de años, años en los que los pobladores de esta región hablaban esa lengua mayense, llegaron, ya en el año 1486, compas mexicas y éstos, a base de fuerza bruta, conquistaron el territorio y, como es principio elemental del conquistador, impuso su cultura, así que cambiaron el nombre de Balún Canán y bautizaron a este pueblo con el nombre de Comitlán, que es una voz náhuatl que significa “lugar de alfareros”. Pues sí, los compas mexicas vieron que acá existía una gran tradición alfarera y dijeron le llamemos lugar de alfareros a esta región y así fue. Entonces, el nombre original del conquistado desapareció, desapareció hasta que nuestra Rosario Castellanos, en pase mágico, lo recuperó al nombrar así a su primera novela. El nombre original volvió a brillar, por todo el mundo. Algunas personas, actualmente, preguntan: ¿y qué hizo Rosario Castellanos a favor de Comitán? ¿Se les hace poco ese conjuro de Ave Fénix de rescatar el nombre de las cenizas y colocarlo en todo lo alto de nuevo?
Al rato, ya en el siglo XVI aparecieron los conquistadores españoles y, de nuevo, al tomar posesión de este territorio ¡le impusieron su nombre!, y nuestro pueblo se llamó Santa María de Comitán; es decir, Santa María de los alfareros. Los conquistadores sólo le quitaron la ele al nombre impuesto por los mexicas, claro, anteponiendo el nombre de la madre de Jesús, como símbolo de cristiandad, la religión impuesta. Pero si mirás atentamente descubrís que el nombre de nuestra ciudad sigue preservando el nombre náhuatl; es decir, Comitán preserva un elemento cultural prehispánico. El Santa María castellano ya pasó a mejor vida. Ahora, nuestra ciudad, en forma oficial se llama Comitán de Domínguez, para honrar a tío Belis, pero, en realidad, la mayoría de comitecos dice que vive en Comitán, tan tan. Las personas que habitaron este pueblo en el siglo XV decían que vivían en Comitlán. Pucha. Los del siglo XXI decimos ¡Comitán!
Está padre que nuestros paisanos honorables preparen lo festejos para los cuatrocientos noventa y seis, noventa y siete, noventa y ocho, noventa y nueve y quinto centenario de la identidad comiteca, pero no olvidemos que nuestra savia viene de tiempo atrás, somos herederos de una gran tradición prehispánica, basta insistir en nuestro nombre de origen náhuatl. Comitán viene de Comitlán. Por eso da mucho gusto cuando en estos festejos de identidad asoman exposiciones de alfarería del rumbo maravilloso de San José Obrero y muestras de la obra del gran ceramista Manuel de Jesús Aguilar, Manuel de Yalumá. ¿Ya viste lo que acabo de escribir? Yalumá es el nombre del pueblo de Manuelito, esta palabra no es castellana, es una palabra de lengua indígena, de lengua prehispánica, es un nombre tallado en barro de los siglos. Nuestra identidad no sólo está conformada por la parte heredada por los castellanos, también tiene un gran montoncito de barro precortesiano. Estamos formados por una alianza maravillosa, única, por eso nuestro pueblo es un pueblo mágico, un pueblo luminoso.
Posdata: miremos con orgullo estos cinco siglos de mestizaje, pero, de igual manera, observemos esa luz que sembró el mítico y misterioso personaje mayense llamado Votán.
¡Tzatz Comitán!