lunes, 22 de mayo de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN HASHTAG

Querida Mariana: siendo estudiante conocí el signo numeral (#). No recuerdo si fue en el bachillerato o en la universidad. Ni me preguntés para qué sirve. Cuando lo vi en el pizarrón recordé que un signo semejante nos servía para jugar gato cuando éramos niños. Ahora, ya viejo, encuentro el signo en todas partes. Sigo sin entender bien a bien por qué lo utilizan, pero ahora se llama hashtag. Pucha. El otro día jugué con el símbolo y me subí al tren del mame. Subí una etiqueta con mi foto, el símbolo del hashtag y las palabras: es Molinari. Ah, causó sensación, muchos amigos se botaron de la risa, otros dijeron que estaban conmigo, un compa que es alcohólico anónimo, en plan de broma, dijo que regresaría a las cantinas para invitar a sus amigos a apoyar al tal Molinari. ¿Para qué puesto me postulaba? No faltó el compa que hizo toda una reflexión acerca de la conveniencia de elegir bien a los representantes populares, de la necesidad de tener a personas honestas y capaces en puestos de la administración pública. ¿Mirás? Todo esto lo provocó el símbolo del hashtag. Ahora lo veo en redes sociales, en lonas y en bardas. Al símbolo le agregan el nombre de una de las llamadas corcholatas: Marcelo, Adán Augusto, Claudia, Monreal. El símbolo que aprendí en clase de matemáticas ya perdió la certeza que poseía. Siempre se ha dicho que las matemáticas son exactas, uno más uno es dos, no hay opciones. Sin embargo, acá el numeral es como símbolo del clásico volado. Con gran desparpajo nos dicen que “es Claudia” como si ella fuera la elegida; sin embargo, hay duda, porque también el “es Adán Augusto” puede ser opción designada, porque donde sí no existe incertidumbre es en la idea de que la corcholata dorada será la que decida el máximo elector, como siempre ha sido, claro, el presidente de la república. El hashtag, para no confundir, para no restarle su característica de símbolo matemático debería usarse únicamente en espacios no azarosos. Por ejemplo, si en las bardas leyéramos “# esAndrésManuel” sabríamos que, en efecto, él es el mandamás, el machuchón, diría él, él y nadie más es el presidente de la república, elegido por la mayoría de votantes, en un ejercicio democrático. Aunque ahora que lo pienso, tal vez el hashtag recupera la capacidad de juego del numeral y se vuelve un juego de gato. En este juego, de bolitas y cruces. Pero, si lo aplicamos en el juego elector también vemos que han modificado las reglas, acá no ganará el que logre la línea de tres, sino el cuarto que se quede sólo en la cuarta recámara. Tres se irán a vacacionar al rancho del presidente de la república y la cuarta corcholata se trepará a lo alto de la botella del brandy Presidente. Los tiempos modifican los conceptos. El numeral que aprendí en alguna aula ya no tiene el mismo valor de entonces. No nos damos cuenta, pero el mundo nos lleva a otras direcciones. Por eso, doy gracias a Dios que nuestra palabra Cotz no ha perdido su sentido original. Antes, en muchas paredes de casas comitecas hallábamos la famosa palabra, algunos propietarios se enojaban; ahora, las paredes se llenan con mensajes de #esClaudia. Si los comitecos eran arrechos se debía a que por todos lados hallaban la palabra de combate. Hoy deberíamos escribir #esCotz, y ahí no habría pierde. Posdata: mirá cómo mis amigos se fueron con la finta. Trepé en redes sociales, sólo como juego, el hashtag y luego EsMolinari, y varios compas me llamaron por teléfono para decirme que ellos votarían por mí. ¡Dios libre! Lo hice porque una vez Manuel me dijo en la cantina un lugar común, casi chistorete: “Vos sos el corcholata, porque siempre estás cuando aparece una botella”. El mismo Manuel, cuando veía una chica bella, decía: Es Fanta, porque está bien buena. Así decía el comercial de ese tiempo. ¿Por qué el presidente de la república comenzó a llamar “corcholatas” a su abanico de opciones? ¿Aparecieron cuando abrió la botella del elíxir divino? Giovana dice que eso se debe a que Andrés Manuel es el destapador. Recordá que en años donde el PRI era el partido político dominante, el genial caricaturista Abel Quezada dibujaba a un monito con la cabeza cubierta, era ¡el tapado! El presidente en turno decidía quién sería su sucesor. Hoy sigue la misma práctica, sólo que ahora no hay tapado, hay corcholatas y de ahí el gran tlatoani decidirá a su sucesor o, por primera vez, su sucesora. Como si fuera canción el presi cantará: “la corcholata que yo tiro no la vuelvo a levantar”. ¿Qué será de los no elegidos? Los que saben de estas vainas políticas dicen que las corcholatas desechadas se pueden inconformar. ¿Qué hará la corcholata Monreal a la hora que la tiren? ¿Qué hará Marcelo? ¿Cuál será el verdadero hashtag? Y ya no te digo de acá del pueblo, parece que hay muchos que quieren pintar paredes con hashtag y que aparezca su nombre. ¡Tzatz Comitán!