miércoles, 24 de mayo de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN ÁRBOL

Querida Mariana: los mayores decían que en la vida los seres humanos debían sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Un amigo me dijo que había sembrado un árbol, escrito un libro y procreado dos hijos, con su esposa, y ocho “de regadío” en otras parcelitas. ¡Pucha! Sembrar un árbol, escribir un libro y tener un hijo. Vaya, vaya. No sé qué tanto se cumpla en la actualidad ese precepto. Por los tiempos tan difíciles cada vez hay más mujeres que deciden no tener hijos, siempre que me topo con una amiga que manifiesta su deseo de no embarazarse jamás, pienso en una imagen de la maravillosa película “Memorias de Antonia”, donde uno de los personajes, lindo personaje, con el mote de “Dedo Torcido”, le dice a una chica que no cometa esa perversión de traer hijos a un mundo tan miserable, tan lleno de guerras, de violencia, de hambrunas. ¿Por qué te cuento esto? Porque siempre pensé si era posible comprender la sentencia antigua en un sentido menos literal. ¿y si fuera posible reunir las tres condiciones de vida para dar vida, para seguir sembrando esperanza en un mundo convulso? Tal vez como dijo Dedo Torcido el mundo no esté para seguir trayendo hijos. Es un tema polémico, por supuesto, pero ¿y si tenemos hijos intelectuales? Desde que con Cielito, Paty, Roberto Carlos y yo decidimos crear la revista impresa Arenilla pensé que cumplíamos con el precepto. Arenilla, nuestra revista, revista de todos, es una manera de sembrar un árbol, con mucho oxígeno, con muchos nidos, con muchas hojas llenas de vida. El árbol ya se consolidó, ya cumplimos cinco años. Cada vez agarra más altura, cada vez está más llena de pajaritos que cantan con armonía todas las mañanas. Ah, qué alegre rebumbio hacen estos pajaritos cuando llega la tarde y buscan acomodo en las ramas de este ya enormísimo árbol. Arenilla también es nuestra hija, la cuidamos, la apapachamos, le enseñamos los valores esenciales de la vida, vemos que va creciendo también con gran soltura, que es una buena ciudadana, aporta conocimientos, refuerza la identidad, rinde homenajes a grandes personalidades de nuestro entorno, permite hablar bien de lo bueno que tenemos en la región, es orgullo de nuestra ciudad. Y Arenilla también es el libro de los libros, página a página, “golpe a golpe”, diría el poeta, escribimos un libro que tiene palabras nuestras, historias nuestras, mensajes nuestros. Desde que iniciamos con la revista Arenilla supimos que cumplíamos con el precepto, que cumplíamos con la patria, con el compromiso de vida: sembramos un árbol, tenemos una hija y escribimos un libro, el libro nuestro, el de la región, el álbum de los que acá vivimos, acá crecemos, acá sembramos espigas de luz. En la foto aparece Bárbara Avendaño Salvador, estudiante de medicina. Ella hace favor de llevar cada bimestre algunos ejemplares de Arenilla a la Librería José Emilio Pacheco, de la UNACH, para que lectores de la ciudad capital de Chiapas tengan acceso a lo que publicamos. Nuestra revista, lo sabés, se distribuye en San Cristóbal de Las Casas, en Las Margaritas, en La Trinitaria (municipio que actualmente vive una época de esplendor), en La Independencia, en Tzimol, en Tuxtla, en Huehuetenango, Guatemala, y, por supuesto, en nuestro pueblo mágico. Con nuestra revista cumplimos con el precepto: sembramos un árbol, que cuidamos mucho; tenemos una hija, que amamos; y escribimos un libro, que ya tiene muchas páginas, páginas brillantes, sublimes, porque en ellas aparece un poco de lo mejor de nuestra identidad. Al abonar este árbol abonamos al fomento de la cultura, lámpara indispensable en tiempos de penumbra. El mayor conjuro para desaparecer la oscuridad es la flama de un modesto cerillo. Gracias a nuestros patrocinadores y lectores cumplimos con la patria, sabemos que nuestra labor promueve la lectura. Es emocionante saber que muchos niños comparten la lectura del cuentito con sus papás y viceversa. Posdata: un compa me dijo un día que como la revista está hecha de papel contribuimos a la deforestación. Le dije que no, le expliqué que las grandes empresas editoriales emplean papel reciclado o de bosques sustentables. Estábamos en la sala de su casa, sentados en sofás hechos con madera de cedro; al lado se veía la mesa con diez sillas monumentales, hechas también de madera. Asimismo, las puertas de su residencia eran de madera. Me encantó la foto que nos envió Bárbara. Los libreros de atrás están repletos de literatura, esperando que los lectores se acerquen a los libros, los hojeen, los compren y se los lleven. Bárbara tiene frente a ella un ejemplar de nuestra revista. Nuestra Arenilla se ve bien en ese espacio de cultura, así se ve en manos de cada uno de nuestros lectores, que ya han hecho a la revista la más consentida de sus consentidas. ¡Tzatz Comitán!