martes, 30 de mayo de 2023

SISMO VIOLENTO, PERO SIMPÁTICO

A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como temblores trepidatorios, y mujeres que son como temblores oscilatorios. La mujer temblor trepidatorio es la más letal, sabe que su fuerza se concentra en su energía telúrica y sacude todo en forma despiadada. Cuando un amante la conoce comienza a pensar que más le convenía estar con la mujer temblor oscilatorio, porque ésta se mece con fuerza, pero su movimiento es en forma de ola, como si bailara un vals; en cambio, la mujer temblor trepidatorio propaga sus ondas en todas direcciones, va de izquierda a derecha, pero también pega tamaños brincotes, como si fuera una potranca enfurecida, como si tuviera millones de hormigas que le pican las ancas. Dicen los expertos que en su “epicentro” ella lanza más brincos que desplazamientos horizontales, lo que confunde al amado, porque debe resistir esos mazazos que son como si un volcán estuviera pariendo lava revuelta con fumarolas llenas de ceniza. No obstante, los expertos amantes reconocen el vigor de la mujer temblor trepidatorio, porque es una mujer empoderada, que no se deja vencer por algún otro fenómeno, no le afecta el viento, ni la lluvia, ni la granizada, las nevadas las convierte en un riquísimo helado de fruta de temporada. Ella tiembla para hacer temblar a los otros, para que el mundo tenga movimiento, para que despierte sus más íntimas pasiones. La gráfica de su intensidad dibuja altos y bajos, como si fuera la síntesis de un valle adornado con montañas. Cuando los músicos se inspiran en ella escriben canciones que tienen muchos picos, lo que hace una música llena de alegres compases. Nunca es vals, jamás. Ella siempre estimula una música festiva, a veces es mambo, en otras suena a tango y si tengo tingo todo es un tongo. De todos modos, quienes se relacionan con ella deben tener mucho cuidado en provocarla, porque si se enoja de más puede aventarse un latigazo de más de ocho, en la escala de Richter, y el territorio se vuelve un sitio de guerra, un entorno lleno de miseria, donde la habitación se recuesta miserable sobre el piso. La mujer temblor trepidatorio es una mujer que no se fractura, siempre está como montaña erguida. Los hombres que han sobrevivido una relación con ella siempre regresan como si hubiesen sido combatientes en una guerra incruenta, pero, después de tomar un té, darse un baño y recostarse en una hamaca, cuentan que la experiencia ha sido la más intensa de su vida, abren los ojos como si todo estuviera por descubrirse y, en voz alta, manifiestan que no volverían al campo de batalla, pero haber estado en esos territorios les provocó una vida que valió por mil. Se santiguan, dan gracias al Niñito Fundador, por ser sobrevivientes y se autodefinen como hombres supremos, porque pocos, muy pocos seres humanos han tenido la bendición maldita de recibir el abrazo más intenso del universo, un abrazo lleno de lodo y púas. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que caminan por los caminos del cielo, y mujeres que se van por la orilla de los lagos.