sábado, 2 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON CASI CINCUENTA AÑOS

Querida Mariana: habrá muchas conmemoraciones en el 2024. Tenemos que platicar de ellas, poco a poco. Por el momento diré que en esta fotografía, robada de la página de mi querida Maestra María del Carmen Vázquez Velasco, aparece ella al lado del Doctor Carlos Natarén Nandayapa, Rector de la UNACH. Nuestra universidad chiapaneca (mi universidad, porque soy egresado de la UNACH) celebrará 50 años de fértil existencia. Asimismo, en el año veinte veinticuatro se conmemorará el Bicentenario de la Federación de Chiapas a México. También, el mundo literario conmemorará el quincuagésimo aniversario del lamentable fallecimiento de nuestra Rosario Castellanos. ¿Cómo celebrar los cincuenta años de nuestra UNACH? Sin duda que con una gran oferta académica y cultural. No puede ser menos. Ya el Rector Carlos Natarén dijo que la universidad prepara ampliar su oferta educativa. El Consejo Universitario ya aprobó el logotipo que conmemorará la fecha. Si veinte años no es nada, cincuenta es mucho. Es un año de festejos, pero también de reflexión. ¿Qué ha significado para Chiapas la presencia de nuestra UNACH? Basta decir que en nuestro pueblo este año de 2023 se celebró con alegría y con gran dignidad los treinta años de nuestra Facultad de Ciencias Administrativas Campus VIII Comitán. Nuestra ciudad forma parte fundamental de la historia de la Universidad Autónoma de Chiapas. En 1954 se creó la Universidad Autónoma de Chihuahua, así que cuando se fundó la universidad chiapaneca sus siglas no pudieron ser UACH, como exigía el sentido común, así que los fundadores le agregaron una ene. Esta ene, al principio, causó cierta confusión, no faltó la persona que leyó Universidad Nacional Autónoma de Chiapas. Fue tanta la confusión que la primera edición del libro “Arcaísmos, modismos y regionalismos de Comitán, Chiapas”, de Óscar Bonifaz, editado por la propia universidad Chiapaneca, ostenta, en portada: Universidad Nacional Autónoma de Chiapas. ¡Cosas veredes! Bueno, pues estas minucias son parte de la historia de la máxima institución educativa superior de Chiapas. Todo mundo espera que dentro de los actos de celebración y conmemoración del cumpleaños cincuenta de la UNACH aparezcan líneas convergentes donde estén presentes el Bicentenario de la Federación de Chiapas a México y el quincuagésimo aniversario luctuoso de Rosario Castellanos. ¡No, niña, la celebración de tu cumpleaños ya sería un exceso! ¿Por qué no sos una niña normal? ¡No! Tampoco malinterpretés, no estoy diciendo que tu cumpleaños no sea importante, ¡lo es!, y mucho, pero, como le dijo la Torre Latinoamericana, viéndola desde arriba, piso cuarenta y cinco, a la Casa de Los Azulejos: “¡hay niveles, hija!” La historia de la UNACH comenzó en 1974, año en que concluí el bachillerato en la prepa de Comitán, año decisivo para toma de decisiones de los chicos y chicas de mi generación: “¿qué estudiar y dónde?” Mi hoy compadre Javier no lo pensó dos veces, dijo: me inscribiré en la UNACH. Había una razón de peso, por encima de las demás valoraciones, estaba muy enamorado de su novia y no quería estar lejos. Si lograba ingresar a la Escuela de Ingeniería de la universidad recién fundada, podría viajar de Tuxtla a Comitán todos los fines de semana y días de pinta. Pedro pensó lo mismo. Javier había concluido su bachillerato en la prepa de Comitán y Pedro en el ICACH, así que Pedro pasó de un espacio tuxtleco a otro. Javier fue aceptado y se trasladó a vivir a la capital chiapaneca todo el tiempo de estudio. ¿Yo? Yo soñaba con volar un poco más lejos. ¿Harvard? ¿La Sorbona? ¡No!, mis sueños eran más modestos, pero mis alas sí tenían mucha vitalidad para dejar Comitán, abandonar a mis papás, total yo no tenía novia, porque ya lo dice el dicho popular: jalan más dos… Así que un fin de semana, Quique, que había terminado su prepa en el ICACH, pero que era el gurú de la palomilla y mi queridísimo amigo, que casi casi decidía por mí, vino a Comitán y dijo que él estudiaría en el Distrito Federal (que ahora se llama Ciudad de México), en una universidad que, de igual manera, era de reciente creación: la UAM, Universidad Autónoma de México. ¿UAM? Yo tenía pensado entrar a la que tenía una ene: la UNAM, pero Quique entraría a la UAM, por lo que mi dependencia amistosa desvió mi camino y cuando llegué a casa, me senté a comer, anuncié a mis papás: “estudiaré en la UAM” y expliqué lo poco que Quique había explicado. Mi papá me preguntó si en esa universidad había la carrera que deseaba, dije que sí, en realidad ni sabía, al final resultó que sí hubo la ingeniería que, en mi vocación desequilibrada, estaba en mi mente. Quique, ya lo dije, era como el líder de la palomilla, así que Jorge y Miguel también fueron a sus casas y a la hora de la comida dijeron: estudiaremos en la UAM, del Distrito Federal, y más temprano que tarde viajamos al DF, presentamos examen de admisión y fuimos alumnos de la Casa Abierta al Tiempo, integrantes de la primera generación, así como Javier y Pedro lo fueron de la UNACH. Años después, Miguel se tituló como Ingeniero Agrónomo, Quique como abogado, en la UAM. Jorge y yo desertamos. Yo, ya te conté, sólo estuve un cuatrimestre y luego migré hacia la que tenía ene: la UNAM, donde tampoco me titulé. Mi título llegó mucho tiempo después, mucho después, ya era casado y mi Paty y yo teníamos dos hijos. Mucho tiempo después entré a la universidad con ene: la UNACH y me titulé como licenciado en Lengua y Literatura Hispanoamericana, por esto, celebro con gran emoción el cumpleaños cincuenta de mi universidad. Sé que hay miles de chicos y chicas que estudiaron en la UNACH, ahora son profesionales que apoyan el crecimiento intelectual y desarrollo social de Chiapas. A mí me encantaría que se conociera el testimonio de los ahora profesionales, ¿qué mamaron de su madre intelectual? Los alumnos son la razón de existencia de la universidad, a ellos se debe, se entrega. La UNACH debe celebrar por lo alto (grandeza obliga) los cincuenta años de su existencia. Que cada integrante de la universidad tenga el espacio de honor que le corresponde. Estudié en la UNACH, durante cuatro años caminé sus pasillos, tomé un refresco en sus cafeterías, acudí a presentaciones de libros y conferencias en los auditorios, visité bibliotecas, platiqué con compañeros y maestros. Tuve grandes maestros, algunos no estuvieron a la altura de mis expectativas, pero la mayoría obtuvo calificación de excelencia. Todos formamos la gran comunidad. Cada uno de los eslabones forma la gran cadena que es. ¿Sabemos bien a bien cuál es la dimensión de la UNACH? No sé vos, pero yo (que soy pantera negra, por la UAM; puma, por la UNAM; y ocelote, por la UNACH), no conozco todas las virtudes de mi universidad. Que el festejo por los cincuenta cuente la grandeza de esta institución, para que se bulbuluquee a profundidad. Todo mundo debe sentirse orgulloso de nuestra UNACH, pero recordemos la sentencia popular: no puede amarse lo que no se conoce. Sólo como un ejemplo sencillo pregunto: ¿cuántas personas saben cuántas unidades académicas conforman a la UNACH? No sé bien, pero me atrevo a decir que pocas personas (sólo las directamente involucradas) saben que existen 44 unidades económicas que tienen presencia en 15 regiones socioeconómicas del estado. Ah, qué bendición. Un informe dice que tenemos 3 Institutos, 19 Facultades, 12 Escuelas, 5 Centros, 2 Coordinaciones y 3 Extensiones. Visto así suena como una numeralia que no dice mucho. ¡No! Como cualquier historia de vida, estos datos deben reflejarse en testimonios de vida. Ah, si yo te contara todas las experiencias que viví en la Facultad de Humanidades. Pues no sólo mi testimonio, porque todos los testimonios son vitales, cada uno aporta la savia que mantiene fuerte a este enormísimo árbol. Posdata: ya se terminó el espacio de esta carta, debo despedirme, niña bonita. Vos sos UNAM, máxima casa de estudios profesionales de México; yo soy UNACH, máxima casa de estudios de Chiapas. ¡Nadita somos! Somos parte del ADN intelectual del país. Por eso, celebro con emoción este pre festejo. Va harto confeti, harta marimba. En el Foro Nacional: Prácticas Escolares desde las experiencias formativas, organizado por la Escuela Nacional de Trabajo Social, de la UNAM, y la Red Nacional de Instituciones de Educación Superior en Trabajo Social, cuya sede fue nuestra Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar, se escuchó la porra, el famoso grito de ¡goya, goya! No tengo registro de la porra de mi UNACH. ¿Vos sabés? ¡Tzatz Comitán!