jueves, 21 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON UN ENCUENTRO

Querida Mariana: admiro la obra de Carlos Barrò Barrò (Carlos Escobar Rodas). Actualmente, en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, una de sus obras (un retrato de Armando Alfonzo Alfonzo) está al lado de una de mis pinturas. Por su maestría debo cambiar el orden de lo enunciado: uno de mis cuadritos está al lado de una de sus obras. Es mi privilegio. Hace un año, Carlos y Silvia, su pareja, estuvieron en el pueblo. Carlos presentó una exposición en la sala Rufino Tamayo, del citado museo. Hace pocos días presentó una monumental exposición en Veracruz, ciudad donde radican Silvia y Carlos. La muestra se compuso de cuadros que dan una nueva revisión de obras pintadas por Vermeer. La exposición se tituló: “A mi manera, recordando a Vermeer”. Si mirás con detenimiento verás el ejercicio fantástico que Carlos realiza: por un lado expresa que se acerca a la mirada de Vermeer, desde un nuevo espejo; y por el otro lado trae a las salas de México el recuerdo del gran Vermeer. Me topé con Silvia y Carlos en días pasados, en la cafetería del Centro Cultural Rosario Castellanos. Fue un encuentro deslumbrante. Me dio muchísimo gusto. Carlos y yo jamás habíamos platicado, lo hicimos durante unos minutos, que fue un tiempo muy agradable. Si dije que admiro su obra, ahora mi admiración se ha multiplicado hacia su persona y no sólo para Carlos, la admiración se ha extendido hacia su pareja: Silvia, persona muy afectuosa. Carlos me contó que en una ocasión viajó a los Países Bajos (ahí vive una de sus hijas) y estuvo frente a la obra del gran Vermeer y se maravilló. De ahí le nació la idea de hacer una revisión de la obra del maestro de la pintura. ¿Era válido presentar los mismos cuadros, no como copia, sino como un ejercicio de recreación de esas obras, de presentarlas “a su manera”? ¡Dijo que sí! Y dedicó tiempo para pintar lo que hace pocos días compartió en Veracruz. Muchos artistas plásticos realizan el ejercicio de copia, acuden a museos, colocan sus lienzos frente al original e imitan los trazos del famoso autor. Carlos hizo un ejercicio similar, pero fue más allá, porque al estar frente a la obra de Carlos Barrò Barrò el espectador recuerda a Vermeer, pero aprecia el estilo inconfundible del artista plástico comiteco. ¿Cómo Carlos halló el camino del arte? Lo encontró en Comitán, en el taller donde, al lado de su tío materno, aprendió lo básico del oficio de hacer zapatos. Los pomos de tinturas empleadas en ese oficio bajaron tantito, porque Carlos tomaba un poco para llevarlas a su casa y colorear dibujos. Nadie pudo imaginar, en ese tiempo, que Carlos estaba jugando con lo que sería su pasión, con lo que lo llevaría a iluminar decenas de lienzos, imprimiéndoles vida. Carlos no sólo retrotrae la luz de los Países Bajos, también la luz de nuestro pueblo, su pueblo. En la exposición que presentó en Comitán hace un año hallamos una mirada especial de su pueblo, una esencia decantada. ¿La rúbrica? El retrato de Armando Alfonzo que está en el Museo de Arte Hermila Domínguez de Castellanos, ahí está el amado comiteco que, de igual manera, nos obsequió una mirada especial del pueblo, con su inteligencia y picardía características. Posdata: admiro a Carlos, admiro su obra, su carácter, su inagotable mirada. Él no ha dejado de ser el niño que se llevaba algunas tinturas de la zapatería Rodas, para pintar en su casa. Carlos ya está unido al nombre de Armando Alfonzo, al nombre de Vermeer, al lado del nombre de Comitán, ¡del mundo del arte! ¡Tzatz Comitán!