lunes, 4 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON TEMPORADA DE OBSEQUIOS

Querida Mariana: muchas personas eligen a diciembre como su mes favorito. Muchas son las causas de tal determinación. ¿A vos te gusta diciembre? ¿Lo elegís entre los demás meses del año? No sólo está determinado por el ciclo natural sino por las fechas a celebrar. Mucha gente no imagina cómo será la navidad en Argentina, porque en ese país sudamericano no es invierno sino verano. En Comitán hay frío, quienes se reúnen para las celebraciones, para la cena navideña y para la cena de fin de año, llevan chamarras (no faltan quienes han viajado a Rusia y presumen sus gorros rusos). En Buenos Aires es un contrasentido ver imágenes de paisajes nevados, porque el calor se desparrama con tal intensidad que exige que los argentinos prendan el aire acondicionado y vistan con camisas delgadas. Si Cristo hubiese nacido en la pampa ¿cuándo se celebraría la navidad? El tío Concho siempre preguntaba ¿por qué algunos artistas plásticos pintaban encueradito al niño Jesús? Él decía que, sin duda, no hacía tanto frío, aseguraba que nuestra imaginación estaba alimentada más por imágenes de la tierra de Santa Clos que de la tierra de Jesús. Tal vez el tío Concho tenía razón, porque en Comitán, cuando menos, en la navidad ha predominado la presencia de El viejito de la Nochebuena (Santa Clos) por encima de la presencia de los tres reyes magos, quienes, de acuerdo con la tradición cristiana, fueron los que llevaron regalos (incienso, mirra y oro). Acá es donde la imagen de invierno helado aparece. El viejo Santa Clos viaja desde el Polo Norte, donde tiene su fábrica de juguetes y se desplaza a todo el mundo mediante un trineo jalado por renos. No sé si mi sobrina Pau aún conserva una serie de dibujos que hizo con la temática del trineo que no era jalado por renos, sino por chuchos, colibríes, águilas, jirafas, rinocerontes. A mí me encantó el del trineo jalado por elefantes, todos los animales de cuatro patas tenían alas como de mariposa, como de tzisim. Fue un juego sensacional, un juego increíble de imaginación. Por eso digo que muchas personas en estas partes del mundo no conciben cómo puede ser la navidad en lugares donde no hay frío. Ya imagino a Santa Clos llegando a Buenos Aires la noche del veinticuatro y recibiendo el abrazo de treinta y cinco grados. ¿Cómo logra entregar tantos regalos metido en su traje gruesísimo? Pobre, debe sudar a lo bestia, consumirse como cuch en horno. Aplausos para el viejo bonachón que cumple con su misión de llevar regalos a todos los niños del mundo (bueno, esto, lo sabemos, es una exageración, hay muchos niños que nada reciben, porque los secretarios de Santa andan con las bolsas llenas de hoyos, donde se escurren las escasas monedas). Hay que ser honestos, no todo mundo prefiere diciembre porque es época de regalos; muchas personas lo aman porque permite la convivencia. Comitán, lo sabemos, se llena de visitantes que arriban para estar con la familia (también son bienvenidos los turistas que lo eligen como un buen destino para descansar). Cientos de comitecos, que radican en otros lugares, por múltiples razones, regresan al pueblo en periodo de navidad. Ah, qué emoción produce ver las mesas llenas de amigos, chicos y chicas, hijas e hijos, papás y mamás, abuelos y abuelas (no falta el tío bolo que es simpático, al principio, y termina siendo desagradable con sus bromas pesadas, tan pesadas como sus manos a la hora que dan palmadas en las espaldas de las sobrinas). La emoción es tan intensa que, incluso los seres más conscientes, le entran al desmadre, porque se pasan de copas o celebran que los chicos y chicas prendan los chorizos de triques y cuetes. ¿Y las mascotas, ‘apá? Nadie las protege. No se puede. Posdata: vivo en el barrio de Guadalupe. Desde el primer día del mes comienza el rebumbio, la alegría, hay vecinos que colocan la estructura para el jacal, y a partir del día tres comienza la novena, son nueve días de intensa actividad, salen las famosas “antorchas”, que volverán el día doce. Todo es maravilloso, hay marimba o tecladistas, la gente entra con veladoras, asoma el olor de la juncia fresca, los cánticos a la Guadalupana, la Guadalupana, bajó al Tepeyac (acá sube por la pendiente que inicia donde antes estaba el famoso chulul). Todo es una plena manifestación de vida, todo es hermoso. Salvo la pinche quemazón de cuetes, que cada vez es más intensa, más brutal. ¿Por qué hacen esto? Si le preguntaran a la virgen ella también diría que no le gusta la quemazón; les diría que es penoso manchar el cielo donde habita; que ella disfruta la marimba, los cantos, las oraciones. ¿Cuetes? El hijo de la señora divina diría: “perdónalos, Señor, no saben lo que hacen”. Vieras cómo sufren los perritos y gatitos de toda la zona. Pero ¡haceles entender! ¡Tzatz Comitán!