jueves, 28 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON SUEÑOS

Querida Mariana: cuando termina el año llegan muchos mensajes de buenos deseos a los celulares de todo el mundo. Se agradecen. Son mensajes motivadores. Desean que haya paz, prosperidad. Y nosotros pensamos ¡que así sea!, aunque en la mente no puedan desaparecer las imágenes violentas que vemos en los noticiarios, donde la paz está ausente y la prosperidad también es esencia que no se deja atrapar en forma fácil. Hay una frase que llama mi atención en forma especial: “que todos tus sueños se hagan realidad”. Pienso que a mí me gustaría enviar el mensaje contrario: “que todas tus realidades se vuelvan sueños”. Sé que la palabra sueños se emplea como sinónimo de deseos; sé que el mensaje de los amigos sinceros es “desear” que los deseos se cumplan. A veces me asoma el espíritu Grinch y digo que la frase se instala en el terreno de lo imposible, además del terreno desértico. Hemos comentado que los deseos tienen una cara mala: cuando un deseo se cumple agota su veta, entra a un túnel difícil de escapar. Esto lo saben muy bien los enamorados. Si digo que todas tus realidades se vuelvan sueños quiero decir que la materia entre a un terreno que le corresponde a lo onírico, a lo surreal, a lo que está más allá del aire. En algunos momentos, sobre todo en mi adolescencia, escuché a algunas personas asegurando que mi afición por la lectura era una forma de escape, que no estaba en el mundo de la realidad, que me solazaba en un mundo de ficción, que eso, cuando creciera, me acarrearía serios problemas, porque yo no podría responder en forma adecuada a los problemas que la realidad me aventara en plena cara. ¿Problemas? ¿Para solucionarlos debería dejar de leer y focalizar la realidad? ¿Es que el mundo estaba lleno de problemas? Bueno, entonces el mundo que me presentaban no se alejaba mucho de las historias que leía en los cuentos y en las novelas. Ya, desde entonces, los grandes autores literarios me habían aclarado algo que no era sencillo, pero sí simple: la ficción tenía una gran cercanía con la realidad. La gran diferencia era que mi pasión lectora hacía que los problemas morrocotudos pasaran de lado sin afectarme. ¿Cómo decirle a mis críticos que mi pasión de vida era más sublime que la de ellos, quienes sí estaban metidos en problemas serios y tenían dificultad en resolverlos? ¿Cómo decirles que mis deseos no eran los deseos materiales de ellos? Mis deseos estaban colocados en el mismo estante donde los personajes de cuentos y novelas colocaban sus fotografías, sus joyas, sus viajes, sus pasiones, sus llantos y sus problemas. Porque si los cuentos y novelas eran una representación inteligente de la realidad, superaban a ésta porque los incendios, robos, violaciones y matanzas nunca abandonaban ese maravilloso cuadrángulo delimitado. En épocas navideñas muchos amigos mandan mensajes de buenos deseos. Siempre que alguien me envía buenos deseos por una salud permanente sostengo el mensasje como si estuviera en una manifestación callejera, para que todo mundo lo atesore y el universo confabule a mi favor. ¡Salud, salud! Pero cuando alguien me envía un mensaje donde desea que todos mis sueños se hagan realidad hago un contra conjuro y mando el mensaje al basurero cibernético, porque sé que, en muchas ocasiones, no tengo control en mis sueños y no hablo sólo de los que se me presentan mientras duermo, sino también de los que aparecen en mi mente en vigilia. Mi mente es juguetona y a veces mis deseos son irreverentes, impúdicos. Pido que no todos mis sueños se hagan realidad, Dios me libre de ver realizados algunos sueños absurdos, casi abstractos, casi nopales con pura espina, casi papalotes sin papel de china. Posdata: llama mi atención la avalancha de buenos mensajes. Es bueno que ante el alud de mensajes violentos que la realidad nos avienta, haya contrapesos. Que vengan muchos buenos deseos, menos el de que todos mis sueños se hagan realidad. ¡No! Toco madera. ¡Tzatz Comitán!