viernes, 22 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON PALABRAS EN TENDENCIA

Querida Mariana: en los años sesenta no había amistades tóxicas, mucho menos esposas tóxicas. ¡No, ni pensarlo! Los esposos eran mandilones y, por lo mismo, no se atrevían a alzar la voz. El chiste clásico era: ¡en mi casa yo digo las últimas palabras: sí, mi vida, lo que digás! Claro, esto era en el caso de esposas que tenían genes heredados de la región de Juchitán, Oaxaca, donde el matriarcado era un valor intocado. Era en el caso de mujeres que no seguían el modelo de las abnegadas mujeres comitecas, que permanecían encerradas en casa, mientras sus esposos le daban vuelo a la hilacha. Porque hubo millones de esposos tóxicos (hay millones), golpeadores, violentos, borrachos, huevones, infieles, pero también hubo millones (hay millones) de esposos tutuldiosos, sometidos. Si las mujeres ya se liberaron en estos tiempos y salen a la calle a manifestar su rechazo al machismo y a privilegiar el feminismo, los mandilones (por primera vez) se atreven, con timidez, a sacar la mano y pegar una calca donde aparece la queja: “tengo esposa tóxica”. No es una liberación total, ¡no!, apenas es un aviso para los otros, para que no se acerquen, para que pinten su raya; es un poco como cuando alguien pinta un letrero en casa: “cuidado, hay perro bravo”; o como cuando el dueño del circo, en los lejanos años sesenta, anunciaba que las personas debían colocarse detrás de la raya para ver la jaula donde dormitaban los leones y tigres. Medio mundo entiende que el mensaje se coloca en forma de broma. ¿De verdad? ¿No hay un grito soterrado, un mandilón saliendo del clóset? Los esposos que se atreven a anunciar que viven con una esposa tóxica bambolean entre la ingenuidad y el heroísmo. Son héroes, porque, en realidad, se necesita tenerlos bien puestecitos al atreverse a gritar la toxicidad de sus esposas; pero son bobos, porque si las esposas los cachan en tal manifestación popular pueden perder lo que pensaron tenían bien puestecitos. Digo, querida niña, que en los años sesenta no se aplicaba la palabra “tóxica” a una relación personal. Existían las mujeres dominantes, leonas, dóberman, pero la palabra “tóxica” se aplicaba sólo a un elemento que contenía sustancias peligrosas, casi venenosas. Y ahora, en tiempos donde las mujeres han peleado por sus derechos, donde ya no se dejan por los esposos dominantes, hay un tímido movimiento varonil donde algunos esposos (valientes o ilusos) se atreven a decir que tienen una esposa tóxica; es decir, que contienen veneno, con lo cual confirman que la mítica serpiente que se le apareció a Eva no sólo le dio la manzana, sino que le transmitió la ponzoña que ha hecho sufrir a machos, durante siglos (y seguirá). Las mujeres del mundo no tienen necesidad de pegar calcas con el mensaje: “Tengo esposo tóxico”, porque se sabe que las mujeres tienen el antídoto para tales especies venenosas, basta con que le nieguen aquellito o con que los avienten a la calle, para que se sacudan las manos y se dispongan a seducir a otras víctimas. Si mirás con atención, la calca de esta fotografía ya tiene borrones, no se sabe si el esposo se arrepintió y comenzó a borrarlo, o la esposa lo vio y lo amenazó con cortarle aquellito si no desaparecía tal mensaje. El nombramiento de “Hombre del año” debe concedérsele al esposo que se atrevió a confesar en público que tiene esposa tóxica, para reconocer su valor y su acción temeraria. El hombre que tuvo tal atrevimiento debe reconocérsele que es uno de los pocos hombres que, sin el acompañamiento de más hombres tutuldiosos, sale a la calle con una pancarta a manifestar el coraje de soportar vivir con una mujer llena de veneno. Posdata: siempre han existido las mujeres y hombres tóxicos. La historia de la toxicidad inició con Eva y Adán. Hacen falta los estudios que nos digan quién fue más tóxico: Adán o Eva. La historia cuenta que Eva fue quien sedujo a Adán. ¿Fue un acto de toxicidad de ella o una manifestación de la estupidez natural de Adán que no comprendió el valor de libertad? ¡Tzatz Comitán!