jueves, 14 de diciembre de 2023

CARTA A MARIANA, CON HUELLAS

Querida Mariana: quedamos que mi apellido paterno viene de Italia y mi apellido materno ¡de España! ¿Vos reflexionás en el origen de tus apellidos? ¿En algún momento pensás que en tu vida hay herencia de personas que crecieron en Europa? A veces me topo con amigos que echan pestes por la Conquista Española. Nada digo, pero los veo realmente enojados, porque los españoles violentaron la tierra donde vivimos. Podría decir que si rascaran tantito a su árbol genealógico tal vez llegarían a la rama donde sus ancestros fueron de los cabrones que bajaron del barco con espada al aire. Nada digo. Nada digo porque no conozco con certeza mi árbol. Nada sé de mi abuelo italiano. El otro día, mi amado Gutmita, Abraham Gutman, me dijo que como mi papá se llama Augusto Molinari Bermúdez, yo también tengo el Bermúdez en mi savia. Bermúdez, me explicó (él es un hombre sabio), proviene de Bermudo y Bermudo fue el judío expulsado de España, el sefardí. Gutmita, como si yo fuera una camisa sucia y vieja, me restriega contra el lavadero y pone frente a mí el árbol de mi pasado. Sos judío sefardita, me dice Gutmita, y habla de la tierra que ahora está en conflicto con el grupo de Hamas, con Palestina, y lamenta el conflicto, pero echa porras a los israelitas en defensa de su tierra, que no se dejen, que venzan al enemigo. Dios mío, me lo dice a mí, que soy de la familia de Julito Cortázar, quien, habiendo nacido en tiempo de la segunda guerra mundial, fue uno de los hombres más pacifistas del mundo. Recuerdo que el padre Carlos, hombre sapientísimo, decía en las clases de historia que el hombre que desee vivir en paz debe prepararse para la guerra. A mí siempre me pareció una soberana incongruencia, pero conforme crecí, conforme la vida me fue poniendo años, entendí que los seres humanos siempre están en guerra, ¿así buscan la paz? Basta recordar los tiempos de la escuela primaria, cuando uno llegaba con la mochila, sonriente, feliz, y se topaba con el tipo que era mayor y exigía se le diera las monedas que la mamá había dado para comprar los chinculguajes a la hora del recreo, te tomaba del cuello de la camisa y amenazaba, si no le dabas las monedas te madrearía, entonces vos metías la mano en la bolsa del pantalón y le dabas las monedas al tipo que no era un limosnero, al tipo que era un gran cabrón. Caminabas triste con rumbo al salón, el tipo no sólo te había quitado las monedas, también el entusiasmo con el que habías llegado. Qué aduana tan jodida tenías que pasar todos los días. Entrabas al salón triste y molesto, porque no habían aparecido las agallas suficientes para defender lo propio, molesto por ser un cobarde. ¡Qué estupidez! El tipo deseaba una respuesta violenta. ¿Vos pensás en tu árbol genealógico, en la personalidad de tus ancestros? Mi abuela materna es María Bermúdez Ortiz. ¿Saben los Bermúdez de Comitán que provienen de una rama sefardí? El conocimiento popular dice que los judíos son muy hábiles para los negocios, para las finanzas. Bueno, ahí queda para la reflexión. El doctor Roberto Ortiz Solís, ex presidente municipal de Comitán, médico cuyo nombre lleva el estadio municipal, saludaba a mi papá reconociéndolo como rama del mismo árbol. El Chato Ortiz, hijo del doctor Roberto, también ex presidente municipal del pueblo, fue mi pariente. Vengo de esas ramas, de enormísimo árbol. Posdata: ¿y por el lado materno? Mi abuela materna es Esperanza Córdova Alfaro y mi abuelo materno es Enrique Torres Chirino. Ya hablé de los Torres, ahora pasan por mi mente los Chirino, de la costa chiapaneca. Mi abuela fue Alfaro por su madre, el bisabuelo, de apellido Alfaro, fue un comiteco (cuyo oficio fue arriero), llevaba mercancías a la costa y regresaba con chunches de aquellas tierras. A mi mamá le molesta que use palabras obscenas, las subiditas de tono, ella es una dama exquisita, con un lenguaje pulcro, casi casto, digo que casi, una vez me dijo: “respétame, pendejo, soy tu madre”, pero esto sucedió cuando ya la había colmado. Digo que le molesta que yo pronuncie palabras coloradas, pero yo, que soy amante del lenguaje, que me apasionan todas las voces castellanas, pienso que algo del modo de hablar de los arrieros comitecos está en mi herencia. ¡Tzatz Comitán!