viernes, 19 de enero de 2024
CARTA A MARIANA, CON ALUMNITOS
Querida Mariana: la foto fue tomada en un salón de clases. Hay un grupo de alumnitos atentos, haciendo trabajos en papel.
En realidad, los alumnos son docentes, sin duda que están en un curso de actualización. Cada uno tiene un gafete con mínimos datos personales, para que el coordinador sepa de dónde provienen, para que los compañeros puedan nombrarlos.
Como siempre que existe un grupo que tiene un objetivo común, la convivencia permite platicar, convivir y, en ocasiones, ir más allá.
Lo de más allá puede ir hasta donde la imaginación da, hasta donde la vida entreteje destinos.
No hablo de este grupo en particular, pero sé de historias amorosas que se han gestado en encuentros similares.
En mi grupo de secundaria tengo un ejemplo muy cercano. Un día llegó Armando al segundo grado, proveniente de Oaxaca, y, como si tuviese un radar amoroso, de inmediato vio a Elsa. Elsa aceptó su amistad, hablo de 1970; hoy ellos tienen tres hijos y nietos, se hicieron novios y luego se casaron, por ahí anduve en su boda religiosa, que ocurrió en el templo de San Caralampio.
Acá tal vez no se dio un ejemplo tan exquisito, pero, sin duda, que entre los participantes hubo amistades que se dieron.
Todos los alumnitos ponen atención a las indicaciones del coordinador de la actividad, tienen entre manos pedazos de papel que doblan para formar una figura.
Se advierte que en las paletas de las sillas hay figuras geométricas realizadas con pedazos de papelitos de color.
Como siempre, cada actividad es una enseñanza de vida. Tuvieron planos de papel, al seguir las indicaciones lograron que ese plano se convirtiera en un objeto de tres dimensiones. Cada día, en las actividades profesionales hacemos lo mismo: lo plano lo convertimos en realidades de tercera dimensión.
En la foto encuentro caritas conocidas, la chica que tiene la chamarra de color avena (así lo miro yo), y el cuello blanco, es la maestra Chepis, ella dirige su vista hacia sus manos que hacen el doblez exigido, en la paleta tiene bellas figuras geométricas.
Por ahí también, de camisa verde, está mi compadre Roberto Álvarez. Entiendo que él ya se jubiló de la profesión de catedrático, lo que indica que esta foto ya tiene tiempo que fue tomada.
Chepis y Roberto podrían darnos pistas acerca del tiempo que tiene esta fotografía.
La vida son instantes, momentos donde alguien nos indica cómo doblar los papeles para hacer figuras geométricas de tres dimensiones. Los más excelsos son los que, de las tres dimensiones, logran vislumbrar otras dimensiones.
Pero no sólo Chepis y Roberto pueden darnos pistas. Le enseñé la foto a mi jefe, el maestro Huguito Campos, y me dijo que fue un taller que él organizó, un maestro de Oaxaca, experto en papiroflexia, compartió su conocimiento con maestros de la zona.
Acá hay un grupo de docentes sentados en el otro lado, en los permanentes cursos de actualización, donde se aprende la gran lección: todos aprendemos de todos, a veces nos toca jugar el papel de maestros, a veces el papel de alumnos; el estudio jamás concluye.
Mi compadre Miguel Penagos (en paz descanse) también era una persona muy hábil para hacer figuras en papel. A mí me impresionaba toparme con el famoso “Papirolas”, un personaje que se paraba frente a la Facultad de Arquitectura de la UNAM, colocaba una mesa con figuritas de papel que él, frente a nosotros, hacía. De eso vivía. Acá, los maestros no están recibiendo un curso para dedicarse a hacer papirolas, no, lo recibieron como complemento de las actividades que luego se desarrollan en el aula. Así se da la transmisión del conocimiento, es una estafeta que jamás para.
Posdata: para leer necesito lentes, los lentes me ayudan a ver algunos detalles. Por ejemplo, en las láminas que están sobre la pared hay fotos de escritores, me atrevo a señalar a dos: el primero es el poeta uruguayo Mario Benedetti; y la tercera es nuestra paisana Rosario Castellanos.
El lugar donde fue tomada la foto es el salón de usos múltiples del nivel preescolar.
Hoy, nuestro Colegio Mariano N. Ruiz ¡va rumbo a los setenta y cinco!
¡Tzatz Comitán!