lunes, 29 de enero de 2024

CARTA A MARIANA, CON UN LAMENTO

Querida Mariana: murió Goran. ¡Ay! Sí, nuestro amado Goran nos dejó. A veces basta una sílaba para decir todo: ¡ay! El dolor se concentra en ese lamento, cuya enunciación se alarga hasta donde ya no alcanza más. Lo he escuchado en varias ocasiones, la a se estira como un río seco, como un simple cauce terregoso, lleno de polvo, de grietas; y luego la i griega también se vuelve una cuerda infinita, con su carga de tragedia griega. Murió Goran. A muchas personas nada dirá esta infausta noticia, este moño negro sobre nuestro cielo, pero miles y miles de lectores en el mundo también, como nosotros, lamentan el deceso de Goran. Goran era de un país lejanísimo, casi no sabemos en dónde se encuentra, al buscar en el mapa el dedo se confunde y la mente hace chiras, como canica sobre uno de esos juegos de casino. Goran nació en Serbia. ¿En dónde está Serbia? ¿En dónde está Goran? La noticia la vi en un mensaje que subió “Sexto Piso”, la editorial que nos hizo llegar las traducciones al español. ¿Recordás que muchos amigos dicen que llegaron al sexto piso cuando cumplen sesenta años de vida? Goran estaba en el sexto piso, tenía 62 años, qué coincidencia. Nadie, en su sano juicio, pensaría que Goran moriría tan joven, porque ahora que alguien llegue a la edad de sesenta años es de lo más común. Las personas que siempre andan en busca de eufemismos dicen que quien cumple sesenta años llega a la raya de la tercera edad; son los que miden el tiempo en veintenas. Goran ya no llegará a la cuarta edad, la edad donde su talento hubiese crecido como árbol de jocote, árbol que habría dado frutos exquisitos, porque él fue un gran escritor. Los que saben dicen que Gabriel García Márquez fue el gran escritor del Realismo Mágico, sí, que una chica vuele en “Cien años de soledad” es algo fantástico, pero ¿en dónde queda la novela de Goran donde la casa no tiene techo, donde la techumbre es el cielo? En una ocasión leí que Goran dijo, palabras más, palabras menos, que el mundo está hecho también de cosas que no son reales, sí, está hecho de carreteras, autos, árboles, trenes, edificios, verduras, frutas, juegos, libros, columpios, pero también, ¡también!, está hecho de sueños. Y su literatura fue la confirmación de su pensamiento, sus sueños ayudaron a construir el mundo, a hacerlo más divertido, más lúdico, más de juego, más de inocente globo. La editorial “Sexto piso” lamentó el fallecimiento de Goran, el escritor serbio que llegó a todo el mundo, llegó, incluso, hasta el Comitán tan lejano de aquellas tierras. Goran nunca llegó a Comitán con sus pies, siempre lo hizo (lo seguirá haciendo) a través de sus libros. Goran ya está muerto, pero seguirá a nuestro lado por siempre, hasta que nosotros también nos vayamos a la mierda; pero él seguirá siempre, en la mente de otros lectores, los que están por venir. Goran llegó a mis manos gracias a una sugerencia de Samy, el gran librero que fundó Lalilu, librería comiteca que hoy también ya murió. Leí a Goran y luego te sugerí leerlo, no te presté mi libro porque sé que los libros en préstamo no vuelven, te quiero mucho, pero en materia de libros, dirían en el pueblo: “aparte chucho, aparte cordero”. Vos pediste el libro electrónico y al final lo comentamos, ambos coincidimos en decir que había sido una buena sugerencia, que la novela de Goran era muy buena, que él era un muy buen narrador. Y ahora resulta que Goran murió y con él murió la flor de su talento. Ya no más Goran, sólo lo que nos legó (que es mucho, por fortuna). Posdata: Goran Petrovic es un gran escritor, dicen que nació en Serbia. ¿En dónde queda Serbia? Más allá de Chacaljocom, ¿verdad? Más allá del mar, ahora más allá de las nubes. Ahora sólo queda hacer lo que recomiendan los sabios, honrar a Goran a través de sus libros. Nosotros tenemos muchas lecturas pendientes, bien podemos regodearnos en ellas. Escuché la noticia y dije la sílaba que sintetiza el pesar: ¡ay!, y alargué la a hasta donde pudiera dar, y luego alargué la y griega, en intento de que llegara hasta Grecia, hasta el Mar Egeo, hasta la patria de Goran, donde, sin duda, hay moños negros en los espíritus de muchos lectores, de muchos amigos que hablan su misma lengua. Murió el niño Goran, murió el niño de seis punto dos. Era un pichito, un pichito inteligente. ¡Ay! ¡Tzatz Comitán!